Confidencias patrióticas desde Argentina
Destellos de gloria entre dolores
¡Fiesta de Aberri Eguna, día de la Patria! La recordamos en aquellas jomadas de gloria, en aquellas efusiones de amor, en pleno resurgimiento renacentista prometedor de esperanzas trágicamente frustradas. Luego, en horas rojas, con palpitaciones de espanto y convulsiones de horror, mientras la tierra vasca se empapaba sedienta y voraz en la sangre de sus hijos... Ahora, en el exilio, aferrados a tierras de libertad, el corazón no olvida el drama y sufre. Porque presentes están los despojos, calientes y humeantes las cenizas, vibrantes y angustiosas las voces hermanas que escapan como suspiros de las cárceles de los campos de concentración y aun de las ciudades y pueblos convertidos todos en inmensos cementerios porque en ellos no habita la liberal ni aquellos valores morales que dignifican y enaltecen la personalidad humana.
La hoguera que envuelve al mundo, con ser locura sin par, no amengua el dolor y el recuerdo hacia nuestra patria. Todo se esfuma ante ella porque es nuestra propia carne la que sufre y porque el desastre nos agita en torbellino impetuoso. Aun en la desgracia queremos penetrar en el fondo de la patria, como la patria debe a su vez penetrar en nuestra alma. Y vivir religiosamente, en absoluta intimidad ese drama que la hiere y la humilla.
Es una cosa cruel explicar el desastre de su país, ha dicho recientemente el insigne y admirado filósofo Jacques Maritain, honra de Francia en esta hora de deserciones. No queremos nosotros explicar el desastre de Euzkadi y no queremos hacerlo porque aun el mundo, aletargado en una atmósfera de grosero materialismo, no se ha arrancado la capa de ambición y egoísmo que le abruma y le ciega, imprescindible para escuchar la defensa generosa de un pueblo sacrificado e inocente.
Mientras tanto, mientras los corazones se abren a la justicia y al derecho, ajenos éstos y anteriores a intereses y conveniencias particulares, bástenos proclamar el triunfo de ese pueblo aherrojado y caído. Lo hacemos en este aniversario memorable, fiesta también de la esperanza y de la fe. Fe perdurable, eterna, porque se basa en un pensamiento de integridad ideológica, vivificado al calor de principios evangélicos. Fue Aguirre, hombre providencial, quien primero proclamó que la causa vasca no podía quedar circunscrita a los límites en que el mundo enfocaba caprichoso la guerra civil. En juego estaban valores universales; nuestra causa, considerada ideológicamente no tenía límites de fronteras ni siquiera de razas. Era el derecho natural en juego, la esencia misma de la libertad humana la que iba respaldada por las armas de nuestro ejército.
No todos lo comprendieron y pocos, muy pocos, nos apoyaron siquiera con su adhesión moral. El mal ha debido agrandarse, en extensión inmensa para que los ojos de la razón extraviada y la frialdad del egoísmo vieran la realidad. Y es que el hombre no reacciona sino cuando siente la herida en carne propia. La violencia, la conculcación de todo derecho, el ultraje a la conciencia individual y colectiva, la fuerza bruta, en resumidas cuentas, ha tenido que clavar sus garras en esa carne fofa e insensible al mal ajeno para que se levante indignada, amenazadora y presta a la defensa.
Los pueblos y los individuos se han rectificado. Por este gesto tal vez el mundo no "muera de asfixia en su egoísmo prudente y vil", como profetizara el humanista Rolland. Pero la rectificación llega tarde y además, y esto es lo más trágico, llega con vacilación despreciable e inadmisible, con un caminar de inseguridades y claudicaciones que llevan el pesimismo y la decepción a los corazones mejor templados. Véase si no el panorama bochornoso del norte africano en donde la bandera de la libertad y de aquellos valores espirituales que encarnan el movimiento titulado democrático, integralmente humano, ha sido arriada y entregada a quienes por su pasado y por su mentalidad y concepción ideológica son la antítesis de aquellos mismos principios; léase el discurso inaudito y aleccionador del Embajador norteamericano en España, que ensalza la obra totalitaria y antihumana del falangismo y que se permite, en alarde de torpe imperialismo, jugar con el porvenir de la península, con la libertad y la dignidad de los hombres y de los pueblos que la integran. Todo ello es doloroso y triste y aun a pesar de esta terrible monstruosidad que desconcierta y angustia, hemos de reconocer que la rectificación, teórica y doctrinal existe.
Euzkadi no se encuentra ya sola. En el terreno de los principios, se halla codo a codo con quienes defienden la doctrina por la cual los vascos desde ya más de seis años se desprendieron de bienes y haciendas, vieron sus pueblos destrozados y sus tierras fertilizadas por su propia sangre. No es Euzkadi, no son los vascos quienes se han rectificado. Aun en aquellas horas de tinieblas, de abandonos, de insultos y de calumnias como jamás conoció ningún otro pueblo.
Por eso, aun en medio de la tiranía que oprime a nuestro pueblo, exponemos su triunfo de las ideas que es en definitiva lo más digno de la vida.
Aberri Eguna, día de duelo y de dolor, porque la patria continúa violentamente sometida y los hermanos sufren y agonizan desamparados, pero día también glorioso porque la ideología, el pensamiento y las ansias que se agitan en el corazón de esos mismos hombres prisioneros y exilados se han impuesto al mundo y a las conciencias.
Pedro de Basaldua
Hace no tantos años se ponían ikurriñas en los balcones tal día como hoy.
Quizás un empacho de banderas, una cierta desmotivación y el hecho de que quién coño va a poner la ikurriña en casa si estamos todos en Noja, Benidorm o Canarias haya hecho que hoy brillen por su ausencia.
Ahi los nacionalistas españoles nos ganan.
Publicado por: CAUSTICO | 04/16/2017 en 05:56 p.m.