Acaba de dejarnos un hombre cuya vida estuvo marcada por la fidelidad vasca. Su vida y la de sus antepasados, estuvieron marcadas por el exilio. Sus padres se conocieron y casaron en Buenos Aires, Argentina, y él nació en Briallos, Pontevedra, aunque su juventud transcurrió en Navarra, en San Martín de Unx donde trabajaba para una constructora. Afiliado a Eusko Langile Alkartasuna/ Soc. de Trabajadores Vascos, con un sentimiento vasquista que le devenía del euskara hablado en familia pese a los cambios de ambientes sufridos, José tiene 18 años cuando sobreviene la contienda de la guerra civil y es alistado, con prácticas en la plaza del Castillo, por los insurgentes militares. En esos avatares andaba el confuso José hasta que poco después y una vez en Gipuzkoa, ve ondear a lo lejos la ikurriña, y es entonces, como Pablo en el camino de Damasco, que descubre en qué frente quiere luchar y porqué. Sin temor a las represalias, cruza las líneas en una acción que tiene mucho de temeraria e imaginativa, y se convierte en Gudari. Cosa de la que siempre estuvo orgulloso.
Leyendo sus declaraciones que, con gran sencillez expone en una entrevista a Xabier Irujo, publicada en el libro El Exilio Republicano Navarro de 1939, coordinado por Ángel García-Sanz Marcotegui y publicado por el Gob. de Navarra, en 2001, tenemos a un Elizalde que hace la guerra en Euskadi y en Europa, siempre en el círculo de los batallones vascos, perteneció al Gernika, y que tras permanecer en campos de concentración y trabajos forzados, al fin decide su exilio a Venezuela donde habría de pertenecer desde 1949, cuando terminan los rigores bélicos que comenzaron en 1936, hasta 1991, en que concedida la jubilación por el Gob. vasco, puede regresar a Iruña. Aquí, ha muerto.
Yo lo recuerdo de los años jóvenes de Caracas, cuando aún no era secretario del Centro Vasco, fiel asistente a sus actos culturales. Por entonces solía cargar al hombro y de ello hacíamos bromas, sobre todo los jóvenes, un enorme radio que incorporaba un grabador. Era un artefacto costoso y vanguardista que servía para grabar las numerosas conferencias que entonces se sucedían en el Centro, todas, dirigidas a mantener el ánimo patriótico de la juventud que nos formábamos en un ambiente tan lejano al de nuestras raíces y, al mismo tiempo, tratar de que la sociedad venezolana entendiera de nuestros afanes, luchas y ensoñaciones.
Debemos a Elizalde, gracias a la grabación de su radio voluminosa, la conservación de las conferencias de Vicente Amezaga, tema esencial en el libro El Hombre Vasco, Bs.As., EKIN, 1967. Mi padre, enfermo, ya no podía desarrollar los temas estrictos de las conferencias y Elizalde, en un gesto amistoso y generoso, tendió las redondas cintas de celuloide que, por entonces, constituían el último grito de la tecnología. La trascripción mecanográfica la realizó Aintzane Quintana, y así se enviaron a Bs.As.
Dos años después, Elizalde fue nombrado secretario del Centro Vasco, mi padre lo había sido anteriormente, en el tiempo del desarrollo de las conferencias, puesto que desempeñó hasta 1991, con eficacia y devoción.
No es extraño que antes de su partida a una Euskadi por la que suspiró en cada uno de los días de su ausencia, el Centro Vasco le rindiera un homenaje de agradecimiento por sus servicios y lealtad, y que el propio presidente, Gregorio Burgaña, el 27 de octubre de 1991, expresara en palabras sentidas lo que bien pudiera ser un epitafio para este hombre sencillo pero resistente que se nos acaba de marchar: A José Elizalde, en su Euskadi querida, gudari de ayer, amigo de hoy, desde Navarra hasta Venezuela. En un mundo de fe y esperanza que se anhela, el Centro Vasco de Caracas le saluda con la solemnidad del Agur Jaunak, Agur t'erdi, agradeciendo su valiosa colaboración durante este cuarto de siglo.
José Elizalde Arzua. In memoriam.
Por: Arantzazu Amezaga Iribarren/ Escritora.
Fecha: Octubre 2, 2005