En el “Alderdi Eguna” de 2004, el presidente de Unió me invitó al 23 Congreso de su partido. Conozco a Durán desde los tiempos en que los dos teníamos pelo, he acudido a decenas de reuniones con él y su equipo, viajamos en 1978 en autobús a su pueblo y a pesar de que en algunas ocasiones hemos mantenido posturas divergentes, su partido fue consecuente cuando nos tuvimos que salir de la IDC, y, cuando en 1986 perdimos las elecciones y se clareaban las filas, allí estaba Durán.
Por todo ello y tras comentarlo con Josu Jon Imaz el domingo 16 de octubre de 2004 le acompañé a un auditorium del cinturón de Barcelona, en Cornellá, donde fuimos recibidos con un interminable aplauso, que lo era lógicamente por esa larga amistad y para esta terquedad en la lucha que lleva adelante el PNV. Por otra parte, al fundador de Unió, Manuel Carrasco i Formiguera lo fusilaron tras capturarlo cuando venía en 1937 como Delegado de la Generalitá en Euzkadi.
Un escenario funcional donde predominaban los colores azul y naranja, un magnífico sistema de sonido, dos candidaturas que se confrontaron democráticamente y un inseparable Francesco Cossiga, le daban tono al discurso final de Duran que tuvo el valor de ser valiente. Durán reconoció “excesivo tactismo” en la etapa de colaboración con Aznar y situó el programa y el ideario de Unió en el frontispicio de su negociación con Zapatero, mientras decía que su partido diría SI en el referéndum europeo de febrero de 2005.
Nada que ver con aquella CIU y aquella Unió plegada al PP en la última legislatura de mayoría absoluta de Aznar. Afortunadamente en su autocrítica reconocieron que se habían equivocado y metido la pata hasta el zancarrón. Lo que desea el Madrid político es que nada más llegar les pidas perdón por ser vasco o catalán y encima les pases el cepillo por la chaqueta pero no por los bolsillos. Y eso es lo que hicieron durante cuatro años los de CIU donde sólo les faltó bailarle la sardana a Aznar en el hemiciclo. Lo malo es que cuando les decíamos estas cosas y que se estaban equivocando cogían unos rebotes de cuidado, por eso, verle a Durán reconocer en un Congreso que se equivocaron no dejó de tener su importancia.
Ahora bien, Durán es más líder que partido. De no ser nadie más que un hombre obsesionado por salir en los medios y en pugna diaria con Miguel Roca, rodeado de sus guardias de Corps, Sesmilo, Casas, Sánchez Libre, Sedó y pocos más, a ser un hombre clave en Madrid, ahora en pugna soterrada con Artur Mas, circunscrito al Parlamento Catalán y en una fórmula que hubiera funcionado mejor si Mas hubiera sido presidente de la Generalitá. Pero hoy Convergencia no puede prescindir de Unió hasta el punto de que de ser tildados de partido parásito y de agencia de viajes, de colocaciones y de publicidad, ahora es la revelación de estos tiempos, siendo el mismo Duran que conocí en Lleída en 1978, el que hoy como CIU en Madrid es la gran querencia socialista. Los del PSOE ven en CIU, el nacionalismo pactista y predecible que no reconocen en una Esquerra que le ha hecho a Maragall presentar una reforma estatutaria donde ya, desde el comienzo se dice que Catalunya es una Nación, se pide el reconocimiento de los derechos históricos, la bilateralidad, el blindaje de competencias y hasta el Concierto Económico. De ahí viene la añoranza de aquella CIU que en 25 años, Pujol, nunca presentó semejante tabla reivindicativa.
Estos días de negociaciones en un túnel, cada cual juega sus cartas. CIU dice que si no se cumplen unos mínimos le pedirá a ERC que con ellos retiren el proyecto. Si esto fuera así, el PSOE salvaría la papeleta de no tragarse el marrón de apoyar algo que roce lo constitucional ya que el PP espera el resbalón para basar toda su oposición en la ruptura de España.
Maragall por su parte dijo el 18 de diciembre que España tenía que cambiar o de lo contrario se produciría un peligrosísimo fenómeno de desafección en Catalunya y en otras nacionalidades que integran el estado. Maragall, si esto no ocurre, vaticina que si “en pocos meses el Estatut de Catalunya llega a buen puerto, y si además se produce una pacificación estable del escenario vasco, España habrá dado un gran paso hacia delante y las nuevas generaciones harán su entrada en el presente de este país de una forma distinta y por descontado mejor que la nuestra”.
En esa misma entrevista le preguntaban al presidente de la Generalitá cuantas naciones tiene España y él decía que solo tres. “Hay tres nacionalidades históricas, o naciones, habrá que llamarlas así ahora para distinguirlas de las demás, que ahora están mezcladas con siete y dentro de poco, con ocho, si Andalucía también se autodefine como nacionalidad en su Estatuto. No quiero negarles nada a los demás, porque además razones tienen pero se ha desleído la función que tenía la palabra nacionalidad en la Constitución”. Maragall afortunadamente no dejó de tocar algo que está detrás de todo esto y se llama Madrid y su poder total. “Es mucho más importante para la unidad de mercado español y la competencia y la competitividad de todos sustituir el esquema radiocéntrico de Aznar, de Madrid, a cada capital de provincia en alta velocidad por la construcción del eje Bilbao-Barcelona, o del eje mediterráneo como ya lo advirtió el Banco Mundial nada menos que en 1960”.
Veremos en que queda todo esto porque nos da la impresión que al estatuto catalán se le va a dar la vuelta como a un calcetín. La oferta socialista consiste en rebajar el número de competencias exclusivas de la Generalitat, recortar las aspiraciones en materia de poder judicial y acotar la relación bilateral con el estado. El texto no recogerá ninguna de las ocho fórmulas mágicas que Zapatero dijo tener para soslayar la definición de Catalunya como nación. Además de suprimir todas y cada una de las veces que figura el apelativo nacional, la oferta socialista suprime la referencia al principio de la pluranacionalidad del estado con lo que los vascos lo tenemos claro. Porque además es curioso. Durante los años de hierro de Aznar nos ponían a los catalanes como modelos de actuación política, siendo los vascos los primarios, la gente de un solo registro, los nacionalistas de campanario, los violentos, y resulta, que de la noche a la mañana, todo lo que decían de nosotros, incluso lo vinculado a la violencia, se les atribuye a ellos, con lo que el oleaje va por barrios y aquí de la furia del españolismo no se salva nadie.
Creo que para CIU lo mejor sería solicitarle a ERC el hacer política con ellos y pedirles no acepten achicoria barata en lugar de café-café. En la actualidad los vientos son propicios a Artur Mas. El tono grosero de Esquerra está creando un cansancio en el estado español. Como decía Francesc Marc Alvaro “a una gran cantidad de ciudadanos catalanes no les gusta que sus políticos exhiban mala educación y es lo que hacen demasiado a menudo los dirigentes de ERC. Ante un desacreditado Maragall, un PSC sin personalidad y una Esquerra zafia y populista, Mas aparece como un político sensato, serio, inteligible y moderado”.
Veremos como juega sus cartas. En la aprobación del texto en Catalunya las jugó bien. Veremos ahora. O estatut con competencias o un cocidito madrileño