El jueves 19 de enero, fui a Madrid. En el avión leí un artículo de Vicente Verdú sobre las mujeres y su situación en las empresas. The Economist ha recogido tres razones principales que analiza el por qué no comanden en mayor proporción las grandes empresas.
Daba cuenta de tres razones principales: la primera es que para ocupar los puestos más altos no basta el nivel profesional sino que es preciso la mangonería, las noches de copas y las complicidades con los amigotes. Otro motivo es que los hombres todavía no suelen ser partidarios de recomendar a las mujeres para puestos de enjundia creyéndolas frágiles entre los tiburones y, por si faltaba poco, la tercera razón radica en que las grandes corporaciones tienden ahora a implantar un modelo flat, plano, no jerárquico, de acuerdo con los trabajos en red. ¿Consecuencia?. Que el techo de cristal sigue. ¿Habrá que romperlo a golpe de ley?.
Leía esto poco antes de llegar al Senado, justo, justo, donde me esperaban unas 35 mujeres, movidas por Julia Sevilla, una activa jurista dinamizadora de la Red Feminista de Derecho Constitucional a quien recibí oficialmente en el Salón Rojo, junto a Carmen Alborch, presidenta de la Comisión Mixta para la Mujer.
Esta Red Feminista ha confeccionado un proyecto para llevar a cabo una investigación sobre la actividad parlamentaria de las mujeres que fueron diputadas y senadores en la I Legislatura de la democracia y como se ha creado una comisión entre ambas Cámaras para trabajar en los actos que recuerden el 75 aniversario del voto de la mujer en el estado y yo, por parte de la Mesa del Senado estoy en ella, allí me ven ustedes, único hombre, presidiendo aquella interesante reunión de mujeres.
Después de las fotos de rigor en la escalera de mármol subimos a la Sala Europa.
Me habían encargado diera apertura con un discurso, pero me negué a meter la chapa a unas muy dignas señoras que en 1977 habían sido diputadas o senadoras. Les dije que como Woody Allen dijo en Oviedo, no sabía qué pintaba allí pero que ya que estaba les decía para paliar que en la Mesa del Senado no hubiera mujeres que me apellidaba Ana Sagasti y que nuestro Grupo parlamentario, a pesar que en la legislatura constituyente no había tenido ninguna mujer diputada ni senadora, casi treinta años después en el Parlamento Vasco compuesto por 75 parlamentarios había 37 parlamentarias (diez del PNV), el 50%, así como en el Gobierno de Ibarretxe se daba la paridad habiendo dicho el Lehendakari que la ley de igualdad había sido lo más importante que había hecho en la anterior legislatura, Plan Ibarretxe incluido. Hablé de Michelle Bachelet y la transición, del salto de gigante dado, de lo mucho en mentalidad que hay que superar y les dije que eran ellas las protagonistas.
La situación, asimismo en el congreso y en el Senado también ha cambiado. En 1977 habían sido elegidas 21 diputadas de 350 y seis senadoras (dos de designación real) de 221 senadores. Hoy, en el congreso, no se llega al 50% del Parlamento Vasco pero ya hay un 36 % de mujeres.
Y de eso se habló.
Se había preparado un cuestionario que cada antigua diputada y senadora iba contestando en aquel encuentro-debate. Se preguntaba en él sobre la relación con la participación política y lo que les había llevado a presentarse a las elecciones y su relación con organizaciones de mujeres. En cuanto a la igualdad de oportunidades lo que creían ellas que había significado la Constitución en la lucha por la igualdad. Sobre la Corona si hubo alguien que disintiera en la regulación de la Corona y si alguien planteó el debate sobre la discriminación de las mujeres en la sucesión. En la comida les dije que no estaba de acuerdo en que se dijera que la mujer estaba discriminada ya que la mujer aunque se cambie la Constitución nunca tendrá acceso a la jefatura del estado pues se trata solo de las Infantas no de las mujeres. Una me dijo que el propio Rey había pedido en 1978 se consagrara esta discriminación.
El debate continuaba sobre la posición que habían mantenido en relación al matrimonio, divorcio y familia, sobre cómo participaron en el debate del derecho a la educación y cómo veían el avance en todos estos temas.
El coloquio fue interesante e intenso.
Lo empezó Belén Landaburu, que narró sus vivencias desde que ella había sido designada procuradora en Cortes por el tercio familiar en Burgos.
ENTRE MARTA Y GLORIA
El debate duró hasta las 2,30 horas, momento en el que el Senado ofrecía un almuerzo. Me tocó estar entre Marta Mata, que debe ser una institución en Catalunya en relación con la educación y Gloria Begué, catedrática, decana en Salamanca y mujer con mucha personalidad. Estaban también Carmen Alborch, Julia Sevilla y el director de Relaciones con las Cortes. A Carmen Alborch le sugerí un libro con todas aquellas vivencias de unas mujeres pioneras con objeto de transmitirlas a unas jóvenes que no conciben otra cosa que lo que viven sin saber absolutamente nada de las muchas resistencias que la mujer ha tenido que vencer para llegar a ocupar el lugar que ocupa en la actualidad y todavía se queda corto.
Gloria Begué narraba lo extraño que era una profesora en Salamanca, lo insólito que fue que pidiera alojarse en el Colegio Mayor Fonseca, las presiones y los líos del juicio de Burgos, las zancadillas que había tenido que superar porque ella, decía, no está en los sitios de adorno o como un florero, sino en plenitud de derechos. Pasada la edad no quiere ser profesora emérita de nada, sino profesora con todos sus derechos.
Marta Mata me habló de la educación. Frisando los ochenta, muy lúcida y muy digna, pertenecía al PSC me decía que ella era hija de una maestra que no podía creer lo que estaba viendo cuando el franquismo destruyó todo lo que se había hecho durante la República y cuando su madre preguntó si se podía opinar ante aquellos cambios le dijeron que eso era propio de las “podridas democracias” porque allí se estaba para obedecer. “La maestra, al director, el director al inspector, el inspector al gobernador y el gobernador al ministro”. “Aquello era un cuartel, no un sistema educativo sino una máquina de adoctrinamiento. Eso no ocurrió en la Alemania de Hitler en relación a la escuela y mucho menos en la Italia de Mussolini, pues éste era hijo de maestra. Solo ocurrió aquí, en la España de Franco”, me decía.
Se habló de muchas cosas y se alabó mucho e Emakunde, al Gobierno vasco y a la política de las Instituciones vascas así como al Lehendakari Ibarretxe y Ardanza.
Ese día, el escritor Rafael Torres me dijo que prepara un libro que se titula “¡Viva la República!”, pues el 14 de abril se conmemora el 75 aniversario de su proclamación en Eibar.
No creo que por estos lares nadie se haya ocupado de este aniversario que tanta repercusión tuvo en Euzkadi.
Si bien en tiempos de la República no hubo diputadas y senadoras vascas, ni parlamentarias porque no tuvimos Estatuto hasta el inicio de la guerra, la labor de la mujer vasca encuadrada en organizaciones femeninas, su papel en la guerra y en la resistencia, su ayuda y su protagonismo y su labor educativa, debería ser uno de los trabajos de Emakunde en este 75 aniversario del voto de la mujer. La imagen de Dolores Ibarruri, subiendo de la mano de Alberti, a la mesa de edad en la apertura de las Cortes en 1977 no tiene que borrarse.
Me gustó haber estado con personas tan interesantes. Quien quiera conocer el meollo del trabajo lo puede consultar en ésta página Web, en la sección documentos. Hay datos de mucho interés. Del documento hay que tener en cuenta que se refiere al estado español. Ojala en Euzkadi se pudiera hacer algo parecido.