La diferencia entre la tregua de 1998 y la actual es sustancial. Aquella la gestionó el PNV con el pacto de Lizarra y Aznar se molestó porque se enteró de ella en Perú. Tras ocho años, la aparición del terrorismo islámico, 46 muertos caídos estos años sin ninguna justificación, una sociedad cansada, una revolución fatigada, un paraguas conceptual que hacía aguas, el ruidoso silencio de mucha gente y, ahora a diferencia de 1998, de la mano de Zapatero, estamos en una cosa rara que se llama “tregua permanente”.
En Madrid estos días, gentes significadas del PSOE se han acercado a nosotros diciéndonos que eso de soslayar a Ibarretxe y al PNV es mentira porque si algo saben es que sin el PNV aquí no hay nada que hacer. Bastante mala experiencia han tenido con ERC que en muchas cosas han actuado con mayor puerilidad que los Verdes alemanes en sus mejores tiempos. Es decir, con el PNV, hasta el final. Es más. Este miércoles había aparecido un análisis en el ABC en el que se decía que el PNV se ha quedado sin papel pero este político socialista le había dicho tanto a Charo Zarzalejos como a Esther Esteban, dos periodistas de la Corte, que de eso no hay absolutamente nada. Ese político había estado en Telemadrid y en la CNN y había repetido estas contundentes afirmaciones. Y algo debe haber porque la salida de Patxi López de Ajuria Enea tras estar con el Lehendakari ha sido para reivindicar su figura. Ojalá sea así porque el Lehendakari debe tener un papel fundamental en todo esto y que él debería alimentar hablando más con la sociedad vasca real, llamar él mismo a la gente, pulsar más activamente a la opinión con personas de referencia en otros ámbitos. Me consta que Zapatero lo está haciendo y ojalá Ibarretxe, que tiene un liderazgo acreditado, lo intensifique. Lo que él suele enunciar como gastar saliva hasta el amanecer. El Lehendakari tiene que seguir siendo la gran referencia de este país.
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