El viernes 16 estuve con Erkoreka en la presentación del libro de un guerrillero que lleva por título, el del artículo. Fue en el antiguo edificio de La Bolsa del Casco Viejo de Bilbao y bajo la bandera republicana.
El guerrillero era un octogenario con marcha, Jesús Cos, comandante Pablo, un santanderino inasequible al desaliento que más que hablar de su libro, habló de la necesidad de reivindicar la República, de no andar mendigando perdón alguno y de reivindicar la lucha de sus compañeros y mayores. “Nos han robado nuestra historia, nos han robado nuestra vida, nos han robado nuestro pasado, nos han metido esta monarquía borbónica de matute y nos quieren robar nuestro futuro. Son unos ladrones pero seguiremos luchando” decía el viejo guerrillero con su gorra caqui y su entereza de viejo soldado de una causa que, efectivamente, se la habían robado.
Y habló Dolores Cabra una benemérita señora que en un autobusete cargado de octogenarios y nonagenarios acababa de llegar de Andalucía reivindicando la memoria robada y solicitando a las instituciones que esa Ley de la Memoria se haga en serio y contemple todo el dolor padecido.
Entre el público, hijos y nietos de republicanos que comienzan a levantar la voz y a encontrarse con el pasado de su familia que no quieren se les siga robando. Curiosamente, de presencia partidos, solo el PNV: Erkoreka y yo, que intervenimos y dimos cuenta de lo que estábamos haciendo. Recordamos a los dos consejeros del primer gobierno vasco, Espinosa y Aldasoro. El primero, Alfredo Espinosa, primer consejero de Sanidad del Gobierno Vasco, asesinado, fusilado, junto a Lauaxeta y que, a pesar de haber sido concejal del ayuntamiento de Bilbao, no tiene calle, plaza o esquina en su ciudad.
Fue un debate interesante y al final compramos el libro de Jesús Cos y recibimos el manifiesto republicano que me gusta, aunque nada lo de Euskal Herria. Pero vale la pena y, sobre todo, el hacerse socio y ayudar a una causa quijotesca cargada de futuro en momentos en los que nos están metiendo a la parejita principesca, hasta en la sopa y, sobre todo, relacionándola con buenas noticias. En el palco abrazándose por el triunfo de la selección hispana cuatro a cero, con la infantita Leonor en la Iglesia de Atocha, etc.
Vale la pena conocer las memorias de este viejo guerrillero en Cantabria y las penas de cárcel que sufrió. De seis mil que hubo quedaban el año pasado cien, y éste año 80. Lo que no pudo Franco, lo está logrando el tiempo, pero ahí están como los últimos de Filipinas clamando en el desierto. Y el PSOE, callado. Y, Ramón Jaúregui, callado.
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