Narciso Irureta fue presidente de la democracia cristiana chilena. Hombre clave de varios gobiernos chilenos, era descendiente directo de vascos de Azkoitia, hasta tal punto que le llamaban el Vasco.La última vez que estuve en Santiago, José Manuel Goikoetxea nos invitó a comer a él y al Delegado Koldo Atxutegi. Hablando con él y de la crisis que vivía su partido nos dijo aquella frase redonda que he repetido varias veces "Ahora no hay políticos vocacionales, sólo políticos profesionales". Desgraciadamente Narciso Irureta falleció este año. En su acto conmemorativo hablaron varios dirigentes. Uno de ellos, Sergio Romero, de Renovación Democrática, senador y quien fuera presidente del senado chileno, tiene gran admiración por lo vasco desde que un escolapio de nuestro país enderezó su educación. Cuando estuve últimamente con él, en Lisboa, me dijo que había sido él, por presión de los vascos y descendientes de vascos en Chile, quien había logrado que el Lehendakari Ibarretxe asistiera en lugar preferente a la toma de posesión de la presidenta Bachelet. Ahora el Delegado Atxutegi me manda la oración fúnebre de Romero en honor de Irureta. Dice así:
Homenaje al líder de la DC y ex senador Narciso Irureta
Intervención del senador Sergio Romero
Señor Presidente, Honorable Senado, familia de Narciso Irureta, la vida de Narciso Irureta está distinguida por la fuerza y el rigor de principios éticos y morales superiores en donde como Parlamentario y Ministro de Estado puso la actividad pública al servicio de las personas, especialmente de los más débiles, y entendió las controversias sociales con un exquisito sentido de la equidad.
Su acendrado amor por la familia lo convirtió en un defensor de su existencia, promoviendo su desarrollo como expresión vital de una sociedad presidida por valores cristianos.
La coherencia y consecuencia que exige imperativamente la actuación de los servidores públicos en la vida pública, así como la fidelidad a la verdad y a la responsabilidad, en un mundo donde los desafíos se multiplican ante los fenómenos económicos fuertemente innovadores que modifican las relaciones y estructuras sociales y, por otra parte, las conquistas científicas en el sector de la biotecnología, que hacen cada vez más trascendente la defensa de la vida humana en todas sus expresiones, cobra extraordinaria trascendencia que nos detengamos en nuestro quehacer para acompañar al Honorable Senador Adolfo Zaldívar en este justo y oportuno homenaje a un política y ser humano excepcional como fuera Narciso Irureta.
A su fuerza y rigor ético, unió la jovial y serena humildad de quienes creen profundamente en la unión de la vida familiar con al vocación del servicio público, que presidiera la vida de Narciso Yrureta.
Su equilibrado conocimiento de la naturaleza humana y de la vacía vanidad del éxito hicieron de este servidor público un ejemplo vivo de la necesaria fortaleza interior que debe acompañar a quienes emprenden el desafiante camino de participar en la vida pública.
El afecto por el poder era para Narciso Yrureta un elemento accidental, que sólo se justificaba cuando existían las reales condiciones de poder desarrollar una acción que estuviese presidida, primero, por los principios que se sustentan y, luego, por los valores que le acompañaban y jamás por los disfrutes del poder por el poder.
Allí residía mi admiración y respeto por un hombre que hizo de la cosa pública una exigencia del bien común, que hizo bien sus tareas, en la coherencia y consecuencia de su pensamiento, y en especial, por la prudencia y respeto ante una sociedad diversa y plural que no excluía su tremenda fortaleza para defender sus puntos de vista y el extraordinario vigor para expresar sus principios de fondo.
La inspiración ética de Santo Tomas Moro debió haber iluminado a Narciso Yrureta, el gran vasco, como solían denominarlo sus amigos, y aquellos que desde Bilbao, Ascoitia y San Sebastián aún añoran su entrañable amistad y lealtad con el terruños de sus mayores.
Así me lo expresaba hace pocas semanas atrás, el Senador Iñaki Anasagastegui, con quien recordábamos una personalidad trascendente y atrayente.
Narciso Yrureta se asoció a preclaros dirigentes de su partido, entre los que se cuentan quien hoy encabeza este homenaje, para establecer un sector político en donde los conceptos social cristianos son un puente de entendimiento con quienes sostenemos posiciones más afines, que compartir simplemente el poder. Y es en ese campo, en el de las definiciones esenciales y en la consecuencia del pensamiento con la acción, donde Narciso Yrureta aún está colaborando en la consecución de un ideario que no se extingue y que está cada vez más presente entre nosotros.
En el Concilio Ecuménico Vaticano II, en la Constitución Gaudium et Spes, se pone de relieve como en el mundo contemporáneo está creciendo “la conciencia de la eximia dignidad que compete a la persona humana superior a toda las cosas y cuyos deberes y derechos son universales e inviolables.”.
La trayectoria pública de Narciso Yrureta ilustra con claridad una verdad fundamental de la ética política, que rechaza la indebida ingerencia del Estado en la libertad y opciones de las personas, lo que sin duda en nuestra patria está constituyendo una definición esencial que pronto deberá influir en nuevos escenarios y nuevos alineamientos, y en donde Narciso Yrureta seguirá presente, esperamos, iluminando los caminos y haciendo lo que él siempre practicó con rigor y firmeza: que siempre las definiciones esenciales sean capitales en las exigencias del bien común.
Mis palabras, señor Presidente, no sólo me representan en lo personal, sino también al Senador por Osorno y Valdivia, don Andrés Allamand y a todos los Senadores de Renovación Nacional a quienes represento en esta oportunidad.
Muchas gracias.
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