El sábado pasado la buena noticia vaticana consistía en que el voluminoso cardenal Ángelo Sodano de 78 años daba paso al salesiano Bertone de 71 como Secretario de Estado y Ministro de Exteriores de la Santa Sede. Con la marcha de Sodano se iba el principal vestigio de una época en la que los Nuncios en Latinoamérica se dedicaban a contemporizar con los dictadores, en ocasiones muy a pesar de las Iglesias locales, al tiempo que intentaban erradicar a los teólogos de la liberación. Sodano ejerció como embajador del Papa en el Chile de Pinochet entre 1977 y 1988. La foto en el Palacio de La Moneda en la que aparecen Juan Pablo II y Pinochet fue, dicen, cosa suya. Hizo tan buenas migas con el dictador que en 1999, ya en la Secretaría de Estado envió una carta al Ministerio de Asuntos Exteriores británico pidiendo que el General no fuese extraditado a España y se le permitiera regresar a su país.
Eran otros tiempos. Hoy sería imposible algo así en la era de la globalización total.
En esos tiempos nadie hubiera pensado que el cardenal Ratzinger, ya como Papa, se entrevistara con los teólogos de la liberación Boff y Kung y hasta con Oriana Fallaci poco antes de la muerte de ésta, en Castelgandolfo.
Si Juan Pablo II optó durante su pontificado por el diálogo con el Islam, Benedicto XVI prefiere, de acuerdo con su perfil de hombre de doctrina, la confrontación intelectual. Así hay que entender las críticas que lanzó el martes. Ratzinger condenó la yihad o guerra santa como contraria a la letra del Corán y a la “naturaleza misma de Dios”. Pero la frase más polémica fue una cita del emperador bizantino Manuel II Paleólogo, quien, en 1391, reprochó a un jurista musulmán: “Muéstrame lo que Mahoma ha traído de nuevo, y solo hallarás lo malo e inhumano, como aquello que ha dispuesto: expandir con la espada la fe que él predicaba”. El mundo musulmán ha reaccionado con declaraciones que califican de “insulto” las palabras de Benedicto XVI, quemas de iglesias y escuelas cristianas, y hasta intervenciones públicas del Parlamento de Pakistán, que ha aprobado por unanimidad una moción de condena.
Estamos ante una situación similar a la del caso de las caricaturas de Mahoma aparecidas en un diario danés hace un año, con la diferencia de que ahora es el Papa quien ha propiciado la ira musulmana. Como entonces, la reacción empieza a ser desmesurada y como entonces debe defenderse la libertad de expresión, un derecho del que no están excluidos los dirigentes religiosos. Sería ingenuo pensar que Benedicto XVI ha sido imprudente y es probablemente más acertado considerar que era consciente de lo que podía suceder al expresar su opinión. La polémica desatada, por tanto, es improbable que sea ajena a la voluntad del líder del catolicismo, pero sería injusto pedirle que renunciara al debate intelectual porque otros prefieren el grito a la confrontación dialéctica.
Por eso, para todos aquellos papanatas que hablan de la sutileza vaticana ahí le tienen a Bertone sacando inmediatamente un comunicado y al propio Papa, que no se ha disculpado por la Santa Cruzada en España, puntualizar lo dicho, cosa que es de agradecer como reflejo incluso democrático y en evitación de un mal mayor.
Por eso creo que no tenemos que contribuir a que se exageren las cosas y se salgan de madre ante gentes primarias, donde, algunos de ellos solo buscan ahondar las diferencias entre civilizaciones.
De ahí que me extrañara el lunes el comentario del analista de Radio Euzkadi, Jesús Torquemada, diciéndole al Papa lo que tiene que hacer y recriminándole lo dicho. Lo entiendo más desde su mentalidad de Izquierda unida, impropia para un analista político en Radio Euzkadi, o haciendo honor a su apellido, aquel monje español, Tomás de Torquemada, gran inquisidor y confesor de los Reyes Católicos que llevó a unas 2.000 personas a la hoguera durante su mandato y expulsó en 1492 a judíos y moriscos.
Si todos los análisis de éste Jesús Torquemada son como los hechos contra el Papa y a favor de Hugo Chávez, que Ángelo Sodano nos coja confesados!.
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