Cuando estuve el lunes en Catalunya en la campaña electoral leí una entrevista hecha a Jordi Pujol en la que el expresidente decía que “Pactar con el PP es política y moralmente imposible”. Salía al paso de las declaraciones que había hecho Piqué contra Mas por haber ido al notario para decir que no pactarían con el PP tras las elecciones.
Leyendo la entrevista me llamaron la atención la respuesta a cuatro preguntas que transcribo a continuación:
Europa…
Yo siempre me he definido como un patriota europeo, pero no se pueden negar algunos fenómenos que alimentan la teoría de la decadencia de Europa. No tiene definida su identidad, no responde a la crisis demográfica y está huérfana de liderzazo. Y ni individualmente, ni colectivamente, asume responsabilidades. Espero que en Líbano no será así. Ahora bien, Europa tiene un enorme potencia y estoy convencido de que reaccionará.
Bajando un poco al planeta catalán, usted dijo hace poco que Catalunya se encuentra ante una encrucijada trascendental.
Efectivamente, nos encontramos en un momento decisivo. Se lo explicaré con un símil ciclista. Estamos en un cruce de caminos y además en subida, con fuerte pendiente. Y en subida, sin no hay energía física y moral y acierto en la elección del piñón, del cambio de marcha que hay que utilizar, el mejor ciclista queda definitivamente descolgado. Y no digamos si además se equivoca de carretera.
Una sutil alegoría electoralista…
Sí, pero no sólo es una alegoría electoral. Es la sociedad entera la que debe movilizarse. Pero es evidente que, además, se necesita un buen gobierno, porque el gobierno representa un papel no único, pero determinante en la definición del proyecto de país.
¿En qué se concreta un buen gobierno?
Me refiero a un gobierno con liderazgo claro y fuerte, un gobierno serio y estricto y, por lo tanto, respetado, y sobre todo que tenga sentido de país. Hay que recuperar el orgullo de país. Si ahora hacemos sólo política en el sentido estricto de la palabra, es decir, sin vocación de construcción y proyección de país, nos convertiremos en una autonomía sin personalidad. Sin fuerza. Sin pasión. Sin ambición. Seremos anónimos. Iremos tirando. Y éste no ha de ser el objetivo de Catalunya. Y si lo es, no seremos nada.
Estoy de acuerdo con Pujol. Sobre todo en el símil de la bicicleta a la hora de no equivocarnos de camino.
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