En aquella madrugada del 15 de octubre de 1937 los soldados franquistas despertaron a los presos de El Dueso al pronunciar una lista de catorce nombres: dirigentes del PNV, responsables de STV, militantes nacionalistas de base, dos líderes cenetistas, socialistas y comunistas vascos, algún santanderino....
La represión de la "Cruzada" unía por igual a hombres que años atrás habían militado en tan distintas plataformas políticas Ramón Azkue (ex-burukide del BBB y Jefe de Euzko Gudarostea), Florencio Markiegi (Alcalde de Deba y miembro del GBB), Jesús Zabala (Presidente de Juventud Vasca de Begoña y responsable de STV en Bizkaia), Ibarbia (líder solidario guipuzcoano), Tomás Otamendi, Markaida, Ituarte,...
"La muerte de estos nacionalistas - escribía pocas horas después Ajuriaguerra- ha sido ejemplar. Dirigidos con un temple magnífico por Markiegi han caído al grito de Gora Euzkadi Askatuta coreado por un grito de Viva España del pelotón que los apuntaba"
Ya fuera del territorio vasco en poder de los franquistas, los dirigentes nacionalistas habían decidido sortear quiénes acompañarían a sus gudaris y quiénes marcharían hacia el exilio. Con los Ajuriaguerra, Arzelus, Unzeta o Artetxe, a Florencio Markiegi Olazabal le correspondió la "suerte" de permanecer en Santoña.
A sus 39 años "Polentzi" era uno de los más destacados abertzales gipuzkoanos. Alcalde de Deba y burukide del GBB, hacía apenas un año, el 25 de octubre de 1936, que su hermano Joseba, sacerdote y coadjutor de Arrásate, había sido fusilado junto a las tapias del cementerio de Oiartzun. Florencio Markiegi conocía por tanto, en su propia piel, la verdadera cara de la Cruzada. A pesar de ello, compartiría riesgos en Santoña con miles de gudaris que habían confiado en sus dirigentes políticos y jefes militares.
Areilza y las directrices represivas
Apenas unos meses antes, el 1 de julio, la suerte que esperaba a los nacionalistas había quedado clarificada en un discurso que marcó las directrices de la posterior represión indiscriminada.
En el bilbaíno Coliseo de Albia durante el "Homenaje al Glorioso Ejército y Milicias Nacionales" el primer Alcalde franquista de la Villa, José María de Areilza, aseveraba: "Que quede esto bien claro. "BILBAO CONQUISTADA POR LAS ARMAS". Nada de pactos y agradecimientos póstumos. Ley de guerra, dura, viril, inexorable. Ha habido, vaya que sí "ha habido vencedores y vencidos". Ha triunfado la España una, grande y libre. Es decir, la de la Falange tradicionalista. Ha caído vencida para siempre, esa horrible pesadilla siniestra que se llama Euskadi y que era un resultante del socialismo Prietista por un lado, y de la imbecilidad vizcaitarra por el otro”.
Los dirigentes con los gudaris
En Santoña los fusilamientos habían sido ya iniciados el 5 de octubre con la ejecución del ingeniero comunista Manuel Egidazu. Ya antes habían caído muchos vascos que, por no temer represalias, habían permanecido en Gipuzkoa tras la ocupación de los nacionales. Entre ellos, hasta 16 sacerdotes nacionalistas pasados por las armas por el "nacional-catolicismo" de los sublevados.
Un 18 de octubre de 1936, ante las tapias del cementerio de Hernani, había sido ejecutado el tolosorra José de Anztímuño "Aitzol", principal propulsor de la doctrina social-cristiana. Muchos otros demócratas vascos se tendrían que enfrentar a los pelotones de fusilamiento. Dirigentes y base nacionalista sufrirían por igual la represión fascista.
Esteban Urkiaga "Lauaxeta", "Lurgorri", Cosme Vivanco, Periko Agirregabiria, Rafael Mendiguren, Jauregizar, una interminable lista de abertzales fusilados por el mero hecho de ser consecuentes con sus ideas.
Aquel 15 de octubre de 1937, festividad de Santa Teresa, catorce hombres se enfrentaron con entereza al pelotón de fusilamiento. Fueron momentos de escalofriantes despedidas epistolares. Nacionalistas como el begoñatarra Jesús Zabala demuestran su extraordinaria calidad humana y su decisión de saber morir por la Patria.
Otro abertzale, Ituarte, minutos antes de ser fusilado, escribirá a sus padres:
"Yo quisiera que en ese momento estuviesen delante de mí, para que vean cómo muere un vasco honrado, con la cabeza alta y gritando ¡Gora Euzkadi Askatuta!, creo que nuestro Señor me dará la suficiente entereza para que así sea. Pero eso, les digo, padres queridos, que no lloréis por mí, quisiera que estuvieseis alegres, por ser uno de los escogidos para morir por Euzkadi y el día que ésta sea libre podéis tener la satisfacción de que un hijo vuestro haya contribuido con una pequeña parte a esa libertad".
La sangre no fue baldía
La contribución de aquellos hombres a la causa vasca fue lo más preciado que poseían, su propia vida. Otro gran abertzale, Juan Ajuriaguerra, sintiéndose en parte responsable de la situación que había llevado a aquellas ejecuciones, iniciaría una huelga de hambre, sólo concluida ante la estricta orden del EBB.
Ajuriaguerra escribiría aquel 15 de octubre que "hoy mismo han sido fusilados en este penal hasta catorce presos, entre los que estaban gentes que en toda su vida habían sido modelos de ciudadanos por su bondad y rectitud, y que en esta revolución no habían tenido, aparte de la libertad de su Patria, otra preocupación que el de cortar, aún con peligro de su vida, desmanes, tropelías y asesinatos que algunos elementos de otras facciones intentaban hacer, y de inculcar entre los propios partidarios la humanidad, limpieza de corazón y rectitud que debe imperar aún en las luchas más violentas, teniendo en su haber la salvación de un gran número de vidas y haciendas de enemigos suyos. Hoy han sido unos y en adelante caerán más, entre ellos espero caer yo".
En aquellos dramáticos momentos, Juan Ajuriaguerra al tiempo que mostraba su "firme inquebrantable adhesión a las doctrinas del PNV", vaticinaba que "la sangre que aquí se derrame no será baldía sino que ha de dar en Euzkadi frutos de libertad en tiempos próximos y que los fusilamientos nuestros se han de transformar para la Patria en días de felicidad y ventura”.
Comentarios