El pasado martes, a las nueve de la noche, sin periodistas en la Cámara y con sólo dos nobles en la tribuna de invitados fue aprobada una iniciativa que eufemísticamente se llamaba “de igualdad del hombre y la mujer en el orden de sucesión de los títulos nobiliarios”. Es decir, que tanto hombres como mujeres puedan ser marqueses/as, condes/as y duques/as, igualando al hombre con la mujer cosa que no se ha hecho con el Príncipe Felipe. Su hermana Elena nació antes y ahí está aguantándole al Marichalar.
Lo que sorprende es que tanto el PSOE como el PP tomaran en consideración esta cuestión, y sobre todo el PSOE, cuando esto debería ser algo privado y no sujeto a legislación alguna. No se nada de lo que eran los marqueses, los condes y duques pero debían de ser algo así como gobernadores civiles unos, el que le llevaba el orinal al rey el otro y el favorito de la reina el de más allá. Buen ejemplo lo tenemos en la actual Duquesa de Alba.
Tanto ERC como el PNV nos abstuvimos. No iba con nosotros, aunque si al parecer con la esposa de Pedro J. Ramírez y de ahí las prisas y las angustias.
Al lado mío tenía yo un senador del PP que no llega a 1,60 de estatura y a quien le dije: “¿Por qué no reivindicas tú ser Grande de España?”. No le gustó la gracia.
Por nuestra parte intervino la senadora Elena Etxegoyen que argumentó muy bien los derechos de la mujer y señaló lo de la retroactividad de la ley, que vuelvo a repetir, no se da en el caso de la llamada Infanta Elena, mientras criticaba que se legislara ad nominem.
Intervino luego el senador de ERC, Miquel Bofill, republicano catalán, nacido en Chile y que les puso de vuelta y media mientras los dos nobles en la tribuna se revolvían en sus asientos.
Por su contundencia la transcribo:
El señor BOFILL ABELLÓ:
La tramitación de esta ley me parece una frivolidad. Tras una aparente defensa de la igualdad, se mantiene la desigualdad esencial que supone el reconocimiento por el Estado de los títulos nobiliarios y su transmisión hereditaria a los hijos o hijas primogénitos. Nos parece una frivolidad, porque se ha hecho pensando en un reducidísimo grupo de personas, que esperan obtener algún beneficio de la ostentación de esos títulos, recuerdo del antiguo régimen, basado en la opresión y en la negación de los derechos democráticos. Nos parece una frivolidad que, además, se hayan incluido cláusulas de retroactividad que benefician a una o a tres damas, de nombre convertido en marca, y a las cuales esta ley ofrece una plataforma de publicidad gratuita. (Aplausos.)
No es cierto lo que dice el preámbulo, que cito textualmente: los sucesivos poseedores de un título de nobleza perpetua se limitan a mantener vivo el recuerdo de un momento de nuestro pasado histórico. Si se limitan a eso, a mantener vivo un recuerdo, no necesitan reconocimiento legal: que se asocien y se autorregulen de acuerdo con sus tradiciones, o como les parezca más adecuado. El reconocimiento social lo tendrán mientras alguien quiera hacerles caso. Eso es lo único democrático en relación con unos símbolos hoy privados, históricos y no tan históricos.
El artículo 14 de la Constitución afirma lo siguiente, que es bueno recordar: los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. Lo único consecuente con este artículo en relación con los títulos nobiliarios es que ninguna ley los reconozca, porque son , por su propia esencia y su forma de transmisión, discriminatorios. El académico de la Real Academia de la Historia, Faustino Menéndez Pelayo, refiriéndose a lo vano y absurdo que resulta querer democratizar el funcionamiento de algunas instituciones hereditarias, decía lo siguiente: puestos a democratizarla, ¿por qué no hacerlas electivas, en lugar de hereditarias? Es algo que él consideraba sin sentido, y nosotros no.
Pues eso: si quieren democratizar la nobleza, solo hay un camino: abolir su reconocimiento por el Estado. El artículo 14 de la Constitución de 1978 enlaza directamente con el artículo 25 de la Constitución de la Segunda República que, después de establecer que no podían ser fundamento de privilegio jurídico la naturaleza, la filiación, el sexo, la clase social, la riqueza, las ideas políticas y las creencias religiosas, añadía como corolario: el Estado no reconoce distinciones y títulos nobiliarios.
Afortunadamente, hoy, en nuestra sociedad, los títulos no pesan como hace 75 años, y por eso debería ser más normal que el Estado dejara de regularlos. En fin, nos tendremos que conformar, por ahora, con un simple maquillaje: un mal uso de la causa feminista. De ahí que una parte de nuestro grupo, los senadores de Esquerra y de Iniciativa, se abstengan en la votación de una ley cuya aprobación merecería ir acompañada de una fiesta de sociedad, al menos para los que la han apoyado, con asistencia de las damas beneficiarias. Por nuestra parte, junto al pueblo llano y plebeyo, simplemente afirmamos: visca la democràcia; és a dir, llibertat, igualtat i fraternitat. Viva la democracia; es decir, libertad, igualdad y fraternidad.
Gracias. (Aplausos.)
La Nobleza a lo largo de nuestra Historia, ha construido Vascongadas y el resto de España. La Monarquía también. No reconocerlo es no saber...
Publicado por: Alvaro de Navarra | 08/13/2007 en 02:49 p.m.
Anasagasti, si de esto no sabes como bien dices, para que opinas, o quizás sea en ti lo habitual.
Por cierto, casi todas las casas nobles de españa tiene linajes vascos entre sus ascendientes,pero claro, eso de información y para que... no señor Anasagasti.
Publicado por: Beltrán E. de R. Vereterra | 01/22/2009 en 12:53 p.m.
La gente mas radical y socialista extrema son casi siempre los más acomplejados por su condicion y los que más disfrutarian de los derechos y privilegios contra los que arremeten por puros celos. De este modo no atenderé nunca a sus equívocos argumentos, escuchando siempre a los moderados. Recomiendo hagan lo mismo.
En la línea de abolir los titulos nobiliarios, podriamos llegar al comunismo. Dinero, apellidos, propiedades, etc. pueden facilmente ser más ostentosos y distintivos socialmente que un simple título. No es culpa de sus afortunados portadores que haya gente con un arraigado complejo por saber que nunca ostentaran uno. Que tanto les moleste su existència denota que son ellos quienes dan más valor e importancia a dichas distinciones.
Publicado por: Santiago de Foronda y Fernandez de Henestrosa | 03/20/2011 en 11:57 p.m.