Joaquín Leguina es un tipo interesante. Estudió en Sarriko y llegó a ser el primer presidente de la autonomía madrileña. En la actualidad es presidente de la Comisión de Defensa, está enfrentado a Zapatero y se ha convertido en un escritor algo pasota que tiene buena relación con Gallardón y echa pestes de casi todo.
Suele escribir semanalmente en la revista "El Siglo". A principios de este mes apareció un artículo suyo que titulaba "La Gran Confusión" donde venía poco menos que a reclamar palo y tente tieso porque a fin de cuentas eso de los nacionalismos no es más que la historia de una voracidad.
Conviene leer estas cosas de gente pensante de la izquierda española sobre todo ante tanto frívolo superabertzale que hace análisis superficiales a la violeta sin calibrar que otras hacen los suyos y que aquello que dijo Imaz de cautivar a España viene un poco a cuento de que no se puede a la bravas imponer las cosas y actuar como si otros no existieran.
Decía así Leguina:
"A estas alturas de la película, roto el alto al fuego permanente (¿está roto, de verdad, o sigue en pie?, cabría preguntar a los interlocutores del lado democrático, porque ETA y sus adláteres dicen que no está roto), quizá convenga hacerse alguna reflexión acerca de cómo hemos llegado hasta aquí y no tanto por qué hemos sido arrastrados a esta situación detestable.
La primera víctima mortal producida por ETA (un guardia civil apellidado Pardines) lo fue a manos de un joven economista bilbaíno llamado Javier Echevarrieta. Este muchacho, a quien frecuenté durante nuestros comunes estudios en Bilbao, era hijo de una mujer que se había quedado viuda y tenía un hermano nacionalista que ya había pagado por ello con la cárcel. En nuestras largas charlas nocturnas paseando a la luz de las farolas por las Siete Calles bilbaínas (Javier no era amigo de bares y de tabernas), las discusiones más enconadas no fueron en torno a Sabino Arana o al papel jugado por los gudaris en la guerra civil, sino a propósito de Ortega, sí, a causa del pensamiento de don José Ortega y Gasset y muy especialmente en lo que se refería a dos obras del escritor madrileño: "La rebelión de las masas" y "La España invertebrada". El defendía el pensamiento orteguiano y yo –algo sectario y radical- lo denigraba. Jamás hablamos entre nosotros de nacionalismo ni de nacionalistas, si no era parra criticar la represión que Franco ejercía contra ellos (y contra todos). Echevarrieta era, pues un demócrata cuya lejanía de las armas y de la violencia era tanta como pudiera imaginarse en una persona de la pequeña burguesía, influida por Ortega (y no por su paisano Unamuno) y con un físico alejado de cualquier aspecto deportista o simplemente fortachón… y sin embargo, no mucho después, fue capaz de matar y de morir pistola en mano. ¿De dónde salió aquel veneno que le fue inoculado?
La respuesta es obvia: no se le inyectó desde las posiciones revolucionarias (Castro, Mao, Ho-Chi-Min…) sino desde el nacionalismo identitario en su versión más juvenil y más antidemocrática.
¿Cómo veíamos los antifranquistas, especialmente los de izquierdas, aquella nueva y sedicente lucha armada? A la vez, creo yo, con horror (por las muertes y sus consecuencias represivas) y con cierta complacencia. Melitón Manzanas (un policía torturador que operaba en Guipuzcoa) o el Almirante Carrero –ambos asesinados por ETA- nos parecieron –admitámoslo- perfectamente eliminables, aunque políticamente dijéramos no estar de acuerdo con los métodos violentos empleados por su ejecutores.
Tras la muerte de Franco (1975), todos los demócratas pensaron (pensamos) que el final de ETA era cuestión de tiempo, de muy poco tiempo. Sin embargo, los etarras no opinaban lo mismo y aprovecharon todas las coyunturas para seguir matando: alcaldes, presidentes de diputación y otros cargos franquistas, junto a una larga lista de policías, guardias civiles, militares…(las fuerzas represivas, ¿recuerdan?). Nosotros seguíamos estando en contra, pero llenos de confusión.
Si ETA mataba a alguien, fuera quien fuera, en el fondo de nuestros corazones éramos capaces de preguntarnos: ¿qué habrá hecho el muerto? En este caldo de cultivo –moral y políticamente deplorable- las víctimas eran invisibles, inexistentes como ciudadanos, y sus funerales y duelos fueron, prácticamente, clandestinos. Y ETA –dale que dale, haciendo caso omiso a las condenas más o menos contundentes –siguió matando y consolidando su aparato civil, es decir, Herri Batasuna, sin que nadie, una vez aprobada la Constitución, fuera capaz de plantearles un dilema, tan elemental como infantil: o sopa o teta. Es decir, o matas y en tal caso has renunciado a la palabra, vale decir, al Parlamento, o estás en las instituciones representativas, pero entonces no participas ni avalas los asesinatos. Esa debió ser la primera ley que se aprobara en el Parlamento español tras la Constitución (1978), pero no se aprobó ni planteó, quizá pensando que ETA tendría los días contados cuando la Constitución y el Estatuto vasco comenzaran a navegar. ¡Qué error! De ese error (quizás interesado) participó el PNV, pero también UCD y el PSOE (por hablar de los grandes).
Semejante permisividad suicida se juntó a otra deriva imparable: una vez aprobado el Estatuto vasco (con un sistema financiero de corte medieval muy del gusto fuerista del PNV) no se les exigió a los nacionalistas que pararan el carro reivindicativo, o, al menos, se avinieran a dar estabilidad al sistema político recién aprobado. Nada de esto se hizo y el Estatuto vasco (y también otros estatutos, digámoslo claramente) fue inmediatamente interpretado como una puerta abierta que conducía a otro sitio; para empezar, a una espiral interminable de más autogobierno y para Arzalluz, por ejemplo, como para otros muchos nacionalistas, a la autodeterminación y a la independencia.
Este ambiente de rebajas de enero permanentes por parte del Estado, en buena lógica, no hizo sino animar a los terroristas a seguir en lo suyo y empezaron a matar a quien se les cruzara en el camino, sin pretender justificar ya ninguno de sus asesinatos.
Ingenuamente, algunos creyeron que la llegada del PSOE al Gobierno (1982) iba a representar el final del terrorismo etarra porque la izquierda abertzale no podía tratar al PSOE como a los demás. Pronto se vio que tal hipótesis se mostraba como una necedad, otra más.
En fin, el PSOE intentó, en aquella su primera etapa, alguna aproximación verbal a ETA y, a la vez, algún atajo extrajudicial que ya se había probado antes sin éxito, pero también se consiguió un acuerdo unitario y democrático: el Pacto de Ajuria-Enea, cuya vigencia acabó por venirse abajo... Todo ello fracasó, como fracasaron los intentos posteriores de Aznar (conversaciones con ETA) o del PNV (Pacto de Estella y tregua de ETA).
Pero, al final, se produjo un acuerdo significativo: la llamada Ley de Partidos, es decir, la Ley de sopa o teta (a la cual, por cierto, el PNV se opuso), pero cuya eficacia pronto empezó a ser evidente. "Éstos vienen en serio", debieron de pensar los etarras y batasunos...
La vuelta del PSOE al Gobierno (2004) con unos nuevos dirigentes al mando y su impulso a la "España plural" que permitía la reapertura del melón estatutario, produjo, entre otros efectos, la sensación de que el problema etarra, ahora sí, podría tener rápida solución... El cartel del infierno dantesco ("Quien entre aquí pierda toda esperanza") que se había querido colgar a la puerta de las herriko-tabernas estaba, otra vez, de rebajas. A mi juicio, el hecho de que ni la Constitución ni los Estatutos hayan conseguido embridar las reivindicaciones nacionalistas de cualquier laya fueron y son hechos políticos convertibles fácilmente, por parte de los terroristas, en gasolina para mantener en marcha la máquina etarra de picar carne.
Pero lo que, al cabo, tras esta nueva frustración, ha quedado patente es algo tan viejo como la política misma: en ella ni hay milagros ni atajos ni siquiera adanes. La política no se rige por el creacionismo (ni divino ni humano) sino que su devenir se produce mediante una particular versión -no siempre darviniana- de la evolución. Por el azar y la necesidad, pero no por la suerte en su versión árabe. Quiero decir que en política no hay barakas que valgan. Dejemos, pues, el azar y pensemos sólo en la necesidad. La necesidad de mantener en pie y actuando un Estado fuerte y democrático capaz de plantarle cara al terrorismo y a sus adláteres, capaz de volver a colgar y a sostener el cartel de la Divina Comedia: "Quien entre ahí, pierda toda esperanza".
El Sr. Leguina y sus adláteres (que son muchos) lo tienen claro: El Estado español, y pone por excusa el terrorismo, debe destruir a las naciones que no desean participar de su visión totalitaria. Muy demócrata. ¿Que debe entender el Sr. Leguina por un Estado fuerte? Tal vez le este traicionando el subconsciente y este recordando a Queipo de Llano "Transformaremos Madrid en un vergel, Bilbao en una gran fábrica y Barcelona en un inmenso solar".
Devolució Drets Històrics
Glòria al Principat
Glòria als Països Catalans
Publicado por: Lluis Domènech | 02/25/2007 en 12:28 p.m.
Yo viajo mucho por españa, y me encuentro esta mentalidad frecuentemente, tanto en el PP como el PSOE. Consideran el actual autogobierno de los vascos un privilegio que nos lo debian de haber retirado por "hostiles" a la su españa una..... o constitucional, como la llaman ahora.
Y nosotros los nacionalistas sin replicar, dejamos que en sus programas electorales el PP y el PSOE escriban que defienden el estatuto de Gernika. Es hora que proclamemos alto y claro que si el PP y el PSOE ganan en Euskadi, adios al concierto economico y al autogobierno, para después hacer lo que han hecho en Catalunya, expoliar fiscalmente Euskadi para culpar despues del empobrecimiento que esta comunidad sufriria al "atavico nacionalismo"..... asi son estos autonimistas-trampa. De hecho, Cristobal Montoro casi consigue acabar con el concierto....
Publicado por: Javier Prieto | 02/25/2007 en 11:01 p.m.
Una pregunta Javier:
¿Porqué pones España con minúsculas y Euskadi correctamente con mayúsculas?
¿Se trata de un error o intentas con ello despreciar a España?
Ya nos dirás,
Publicado por: Votante del PP | 02/26/2007 en 09:47 a.m.
Hola Votante del PP.
El motivo es la costumbre. Siempre lo he hecho asi. Reconozco que alguien pueda sentirse ofendido. Prometo intentar cambiar cuando vea un poco mas de respeto reciproco desde la españa constitucional a quienes como yo, con un comportamiento exquisitamente democratico, no nos gusta nada la esta españa tan centralista y antipática.
Reciprocidad, palabra que te ayudara a entender los que sentimos los nacionalistas vascos. Que piensa un votante de PP español del derecho de autodeterminacion de los vascos, de Ibarretxe, de Arzalluz, del arbol de Gernika, de Otegi o de juana chaos?.... Pues los nacionalistas vascos sentimos algo muy parecido por la unidad de españa, rajoy, aznar, el rey o los generales mena y galindo respectivamente.
Publicado por: Javier Prieto | 02/26/2007 en 12:50 p.m.
Un artículo interesante de Leguina, esperemos que Zapatero se lo lea por el bien de la Libertad de los demócratas y el buen funcionamiento del Estado de Derecho.
Los que se quejan del nivel de autogobierno y de si ganase el Psoe o el Pp en el País Vasco ese nivel de autogobierno bajaría merecen mi indiferencia pues anteponen anhelos nacionalistas a la desaparición del terrorismo.
Es lo de siempre, un problema mayúsculo como el terrorismo, más con las libertades que da el Estado de Derecho pero mientras a berrear que algo queda
Publicado por: Ay, que no apredemos! | 02/26/2007 en 01:57 p.m.
Estoy de acuerdo con Javier Prieto. El PPSOE quieren hacer creer que creen en el estatuto que ellos han incumplido. Aparte, las reivindicaciones identitarias no van a parar hasta que estas identidades sean reconocidas en su médida correcta y no con arreglos que no se los toma en serio nadie.
Publicado por: Labeko | 02/27/2007 en 12:41 a.m.
Vamos, lo de siempre, quéjate que algo queda. Menos anhelos nacionalistas y más anhelos de libertad de pensamiento. Cuando esto sea así, ya tendremos tiempo de hablar de lo que sea. Pero la falta de libertad de pensamiento, ¿cómo se puede obviar por parte del nacionalismo? lo de las nueces es una verdad que se constata día tras día...
Publicado por: Ay, que no apredemos! | 02/27/2007 en 10:14 a.m.
La manida historia de las nueces, y traida por los que se han pasado la vida viviendo de los fondos europeos para el desarrollo y que le llamaron pedigueño a Shroeder , vivir para ver.
Menos mal que seguimos sembrando.......
Publicado por: ible | 02/27/2007 en 01:26 p.m.
Lo dicho, siempre encontramos excusa a determinados comportamientos. ¿Yo sí? ¡y tú más! hablamos de terrorismo y de falta de libertad de pensamiento, no de unos fondos europeos.
Publicado por: Ay, que no aprendemos! | 02/27/2007 en 04:13 p.m.
PP y PSOE han de aprender una lección. "Lealtad institucional". Pero lealtad institucional también en la otra direección. O sea, respeto al Estatuto de Gernika (desarrollo del cual han boicoteado) y a las instituciones. Si os habeis comprometido debeis cumplir vuestra palabra y desde luego que no ha sido así. No sólo faltan a su palabra sino que se pasan por el arco del triunfo la voluntad popular.
Parece que el respeto a la voluntad popular y a los compromisos adquiridos no forman parte del vocablario y la manera de hacer de los partidos de Madrid, en conreto del PP y del PSOE. Ya dijo Arzalluz que la palabra de los socialistas tiene la caducidad del iogurt (sólo que al menos en la tapa del iogurt dice en qué momento caduca).
Esto lo digo por Votante del PP y el otro que firma de otra manera estos dias, el que dice que no aprende. Por cierto, muchos años antes del espíritu de Ermua, el PNV se posicionó antes que nadie contra la violencia, contra toda violencia. Mal vais si intentais dar lecciones de eso a este partido.
Publicado por: Pibernat | 02/28/2007 en 07:43 p.m.
Querido Javier Prieto, cómo nacionalista vasco (y al igual que otros nacionalistas vascos) caes en el mismo error que los radicales del PP. Cuando hablas de respeto recíproco entre España y Euskadi estás tratando a los vascos y al resto de los españoles como si fueramos dos equipos formados por componentes homogeneos. El respeto o no respeto es entre las personas y no entre las comunidades políticas. Entre tus paisanos hay gente que no respeta la vida de los demás y muchos miles que les justifican y no por eso se puede decir que "euskadi esté agrediendo a España". Y por cierto, cuando hablas de España como un estado centralista y poco respetuoso con las aspiraciones independentistas de ciertas comunidades, te pasa lo que a todo nacionmalista y todo abertzale: te olvidas de que Francia es un estado totalmente centralista y nadie dice que los franceses sean unos fachas. Cuando hacéis vuestras reivindicaciones siempre lo hacéis cargando las tintas sobre España y las pocas veces que lo hacéis con Francia es siempre con la boca pequeña. Tengo mis teorías de porqué esto es así pero me tendría que alargar demasiado.
Publicado por: Carlos | 03/01/2007 en 01:36 p.m.