Coincidí con Miquel Roca cuando éste fue diputado y portavoz de CIU en el Congreso. Venía de una derrota electoral con su operación reformista que originó un cierto distanciamiento del PNV porque no le acompañamos en aquella aventura que acabó tan mal para él y tan bien para CIU que rompió todos sus techos electorales.
Durante el tiempo que estuvo en Madrid me peleé bastante con él porque siempre pensé que como diputado en la tribuna lo hacía muy bien, y, todos los políticos españoles se lo rifaban, pero como político catalán era un auténtico desastre.
Pasó de allí a disputar la alcaldía de Barcelona y al no salir elegido dejó la actividad política y se centró en amasar una ingente fortuna en su despacho de influencias. Cuando se produjo aquella mayoría minoritaria de Aznar, muchas de las enmiendas se hacían en su despacho, y, no gratis, precisamente. Recuerdo una vez, siendo diputado, que me pidió casi de rodillas que no autorizáramos la presencia de Javier de la Rosa en una Comisión de Investigación que se quería crear.
Cuando se fue fuimos los únicos, como Grupo Parlamentario, que le ofrecimos una comida de despedida en el Horcher.
Ahora el hombre vuelve a estar en candelero porque la Sindicatura ha desvelado que el Govern de Pujol contrató a dedo al bufete de Miquel Roca.
Según el informe, la ATM (Autoridad del Transporte Metropolitano) contrató al bufete del que fuera alto dirigente de CiU, Roca Junyent Abogados, en cinco ocasiones a lo largo del año 2003. El primer contrato, destinado al asesoramiento legal y jurídico en la contratación de 10 trenes. El mismo importe que cada uno de los dos siguientes: destinados a la asesoría por arrendamiento con las empresas CAF y Alstom.
Pelillos a la mar para roer. Siempre detrás de estos bufetes tan exitosos está algo tan poco democrático, ético y tan poco igualitario como el tráfico de influencias.
Sin embargo prefiero traer aquí al Roca escritor semanal en “La Vanguardia” con pequeñas reflexiones.
La pasada semana escribió sobre los problemas reales de los ciudadanos y la distorsión que hace que muchas veces discutamos de lo que unos pocos quieren. Escribió asi: “La crispación es el refugio de los que no tienen ni ideas ni propuestas. Lo ha dicho Zapatero y tiene razón. Por tanto, la pregunta es:
¿Por qué no formula más propuestas y expone más ideas? Si se sabe el antídoto, hay que aplicarlo y, de momento, lo que se dice propuestas, éstas no aparecen en el escenario del debate político. O, en todo caso, algunas de las propuestas, como todo lo relativo a la memoria histórica, no parece que contribuyan -en la forma en que se presentan y justifican- a rebajar la crispación, sino a todo lo contrario.
Y que hay campo para muchas propuestas es evidente. Los ciudadanos en su vida diaria desearían ver resueltos muchos problemas y agradecerían que, sobre éstos, se ofrecieran propuestas con futuro. Incluso, ni solicitan soluciones: se conforman con que se hable de los problemas reales y que se señale por dónde irán las vías de solución. En el tiempo, con tranquilidad, pero con un horizonte que abra expectativas de esperanza.
No es difícil saber lo que preocupa a los ciudadanos. Basta con examinar las diferentes encuestas para saber cuáles son sus problemas, es decir, todo aquello de lo que no se habla o, en todo caso, respecto de lo que no se aportan ni soluciones ni propuestas. A veces, incluso bastaría con leer las cartas de los lectores de cualquier medio de comunicación para descubrir lo que realmente inquieta y preocupa a nuestra sociedad.
La crispación tiene sus escenarios; la vida real otros muy distintos. Sabemos que esto no es bueno y conocemos que el antídoto es llevar el debate al terreno de las propuestas concretas. Costará; no va a ser fácil. La demagogia crispadora presenta como traición, inhibición cobarde o cualquier otra lindeza el menor atisbo de hacer compartir el escenario de las noticias con problemas reales. Frente al terrorismo, si se quiere, todo intento de hablar de cualquier otra cosa podrá ser denunciado como perversa maniobra de distracción.
Pero que sea así. Que digan lo que digan. Pero ¡aterricemos en el terreno de los problemas cotidianos, en bien de la convivencia! Los ciudadanos entienden que el problema del terrorismo es grave y difícil de solucionar. Pero no alcanzan a entender por qué razón no puede hablarse también de economía, de cohesión social, de servicios, de infraestructuras, de fiscalidades discriminatorias, de universidad y formación. Por qué no puede hablarse de todo esto. Debe hacerse incluso a pesar de las críticas, que son tan previsibles como aburridas. ¿La crispación hace ganar votos? ¿A quién? Lo que es evidente es que las propuestas acertadas favorecen a quien las formula. La crispación es el frentismo, como dice Semprún. Las propuestas -su simple formulación- son esperanza de progreso. Pues a por los votos en positivo; los de las propuestas ¡que interesan!
¿Será posible?”
Precisamente, Iñaki, una de las cosas que más nos preocupa a los ciudadanos es que los políticos no roben ilegalmente (como Roca) y legalmente (con sueldos demasiado altos) ;-)
Pero, en fin, que tienes toda la razón del mundo. En política se habla precisamente mucho de grandes políticas y poco de lo real. Las barreras ideológicas entre los partidos también pienso que tienen mucho más de virtuales que de reales.
Publicado por: Jose A. del Moral | 04/22/2007 en 10:50 a.m.
Omites deliberadamente estimado Iñaki, que Miquel Roca en su aventura del Partido Reformista, se presento en Nabarra, cosa que en su momento nos parecio indignante, este señor no parecia conocer nuestro lema Zazpiak bat.
Con otros miembros de CIU la empatia ha sido mucho mayor.
Publicado por: ible | 04/23/2007 en 06:58 p.m.