Conozco a Zapatero desde el año 86. Cuando lo eligieron secretario general del PSOE y me pidieron una valoración dije que me parecía muy bien pero que del tema vasco no tenía ni idea. Lo ha demostrado en el mal llamado “Proceso de Paz”.
Lo dicen en casa. A Zapatero le falla “el medio plazo”, la “mirada a meses vista”, “le cuesta trabajar con equipos bien definidos”, y eso “fue patente en su gestión de la reforma del Estatuto de Cataluña” o en el “proceso para terminar con el terrorismo de ETA”
Quien desnuda al presidente es un ex cargo del Gobierno, el periodista Javier Valenzuela, que en su libro “Viajando con ZP” realiza una semblanza del tiempo que compartió con el presidente del Ejecutivo en su etapa como director general de información internacional en Moncloa.
Un total de dos años en las calderas monclovitas dan para escribir un libro -muy elogioso en líneas generales con Zapatero- y repasar los hitos de la legislatura. “Yo mismo”, suele decir el presidente, según Valenzuela, “gané las elecciones españolas con temas de política internacional: la Guerra de Irak y el terrorismo islamista que produjo los atentados del 11-M”.
No lo cita así, pero Valenzuela da pistas de un Zapatero convaleciente de lo que podríamos llamar el síndrome del héroe accidental, esto es, ése que se ve embarcado “en grandes proyectos sin elaborar un plan detallado de acción, sin formar un equipo que asuma claramente la gestión del asunto, sin atribuir responsabilidades bien definidas a unos y otros, sin jerarquizar esas responsabilidades, sin preparar respuestas a los obstáculos previsibles”.
A su juicio, “esto fue patente en su gestión de la reforma del Estatuto de Cataluña”. El ex director general de Información Internacional lo describe así: “Que si el asunto lo llevaban Maragall y los socialistas catalanes, que si lo llevaba Rubalcaba, que si lo llevaba él mismo... Que si se aceptaba el texto como saliera de Cataluña, que si se retocaba en Madrid hasta dejarlo limpio como una patena, que si se hacía esa limpieza en el Parlamento español, que si se hacía en La Moncloa... Al final, Zapatero se sacó un conejo de la chistera, su pacto personal con Artur Mas, el líder de Convergencia i Unió, que sí, desatascó el Estatuto, pero a costa de un tremendo ataque de celos de Carod Rovira y su ERC”, escribe Valenzuela. El presidente se dio con la misma piedra a la hora de acometer el proceso de negociación para tratar de terminar con el terrorismo, expone el ex alto cargo. Porque, frente a las duras críticas del Partido Popular al proceso, “los mensajes emitidos por el Gobierno eran mínimos y confusos”, de manera que “los españoles, que en su mayoría habían acogido con esperanza el comienzo del proceso, empezaron a marearse”. Considera que Zapatero debió haber utilizado algún formato televisivo para explicarse, “pero no lo hizo ni una sola vez”, concluyendo que “resulta difícil de entender”. Posteriormente, cuando se produjo el 30 de diciembre el atentado de ETA en Barajas, dice que “era tan mala la comunicación de Zapatero y su Gobierno que ni tan siquiera supieron poner suficientemente de relieve que el atentado desmentía brutalmente las acusaciones derechistas de que los socialistas habían concedido a los etarras todo tipo de prebendas”.
Es en el terreno exterior, en cualquier caso, es donde los pies de barro han pesado más. El libro se zambulle en los “errores de comunicación de Zapatero”, que Valenzuela padeció “en carne propia” durante esos dos años. Cita en primer lugar las declaraciones del presidente del Gobierno en septiembre del 2004 en Túnez, donde “se salió del guión e improvisó” dando a entender que invitaba a otros países a seguir el ejemplo español, retirando las tropas de Irak. “Logramos poner las cosas en su contexto y calmar las aguas, pero el asunto dejó un poso de rencor en Bush y en los suyos”, explica. Llegamos así en la obra al liderazgo concéntrico, esto es, un presidente rodeado de varias capas, con un sistema de relaciones a base de círculos sobre el que asentar el mando de un país. “No adopta la forma de una pirámide jerarquizada en la que él ocuparía la cima, sino que más bien está formado por una serie de círculos de composición y tamaño diferentes, de todos los cuales él es el centro”.
“Uno de esos círculos es el familiar: su padre, su hermano Juan y su primo materno José Miguel son también consejeros en muchas materias. Otro, el de sus asesores personales: Miguel Barroso, Miguel Sebastián, Torres Mora y el especialista en sondeos José Luís Zárraga”. El tercer círculo es el del partido, con José Blanco, Alfredo Pérez Rubalcaba.... El cuarto, es el monclovita, con Fernández de la Vega, José Enrique Serrano, Martínez Fresno... El quinto son “sus favoritos en el Gobierno”: José Antonio Alonso, Miguel Ángel Moratinos, Jesús Caldera... Finalmente dice que el “sexto bien podría ser el constituido por los jóvenes dirigentes socialistas que le han acompañado en su ascenso: Trinidad Jiménez, Carme Chacón, Leire Pajín...”.
Hablaba yo con un politólogo que estuvo comiendo en La Moncloa. Me dijo que había quedado estupefacto sobre el canto que le había hecho la necesidad de improvisar en política, en ausencia de hojas de ruta. “Es como un conductor que coge un coche y no sabe sonde va”. Este es Zapatero, pero junto a esto, entre el dogmatismo de Aznar y la improvisación de Zapatero me quedo con esta última improvisación.
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