El trastorno de personalidad narcisista es un problema de la organización del “yo” que imposibilita las relaciones recíprocas y el camino hacia la madurez.
La construcción de la identidad comienza desde el nacimiento y en ella interviene de manera muy relevante cómo se trató a la persona en la infancia. Alrededor de los 18 meses el niño o niña comienza a distinguirse de los otros, se constituye el y reconoce su imagen en el espejo. Si la personalidad resulta mal organizada, el adulto puede llegar a ponerse en el centro del mundo porque no se integra en él.
Vivir en el culto a la imagen que uno proyecta para que la vean los demás ("narcisismo") es un trastorno histriónico de la personalidad que precisa un tratamiento psicológico personalizado. Los afectados no suelen aceptar que tienen un problema y tienden a culpar a los demás. Los que padecen grandiosidad buscan de forma extrema la admiración de los otros, tienen un concepto de sí mismos demasiado elevado, exageran sus logros, exigen un trato especial y no logran establecer relaciones auténticas porque no han aprendido a conocer al otro y, por ello, no son capaces de amarlo. Viven en un estado de fascinación; se atribuyen rasgos y virtudes de los que carecen. Por su fragilidad, buscan en el otro una afirmación constante ya que los otros no le interesan por si mismos: sólo le interesan cuando le alimentan el ego.
El trato con este tipo de personas es difícil si no hay sumisión ya que son egocéntricas, envidiosas de los logros que consideran que les corresponden a ellos, se dan mucha importancia, alardean, se muestran superiores, quieren impresionar, manipulan y explotan a los demás (porque creen que están ahí para satisfacer sus necesidades), distorsiona la realidad y la adapta a sus fantasías y, por último, no soportan las críticas.
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