Si en 1932 se aprobó el estatuto de autonomía catalán y en 1936, en plena guerra, el vasco, hace treinta años solo esas dos reivindicaciones estaban encima de la mesa. Galicia, que no pudo tener su estatuto en 1936 aunque ya estaba plebiscitando, emitía mensajes más tibios dada su fragmentación política, pero catalanes y vascos, ahí estaban con la misma reivindicación que la vivida cuarenta años antes.
Una Generalitá provisional fue aprobada en Consejo de Ministros y nucleada alrededor de la figura de Josep Tarradellas, fue regulada por medios estatales y con muchas advertencias para que fuera solidaria con "las demás regiones de España". Esa fue la noticia política de la semana mientras las tres fuerzas principales vascas, PNV, PSE y UCD se reunían en Madrid con el ministro de Administraciones Públicas Manuel Clavero Arévalo en una segunda conversación tratando de lograr un régimen preautonómico, sin trasladar al Lehendakari Leizaola de París a Euskadi. Se sabía que la preautonomía vasca no iba a tener el grado competencial del primer estatuto de 1936 y el PNV decidió que Don Jesús permaneciera en el exilio como un símbolo de lo que había sido aquella conquista para, en negociaciones posteriores y aprobada una nueva Constitución, lograr un texto equiparable, previa devolución del Concierto Económico para las "provincias traidoras" Bizkaia y Gipuzkoa. Ajuriaguerra, Benegas y Echevarria Gangoiti fueron los parlamentarios encargados de una negociación que estaba siendo llevada con total hermetismo siguiendo las prácticas al uso por una figura tan poco dada a la alharaca como la de Juan de Ajuriaguerra aunque ya se intuía que el principal escollo estribaba en que la presión de UCD y de la derecha navarra, planteaban una autonomía a tres sin Navarra. Don Manuel de Irujo que ya había vivido situaciones parecidas siendo miembro de la minoría vasco-navarra en 1932 con el Estatuto de Estella le recordaba a Jesús Aizpun la necesidad de que Navarra no se desgajara del cuerpo nacional vasco mientras en la calle se coreaba en las manifestaciones "¡ Del Burgo, Aizpun, Navarra es euskaldun!", "Nafarroa Euskadi da". Decía Irujo: "A Aizpun le hace reaccionar la proyección demográfica y socioeconómica del tiempo sobre nuestro país. Mas las realidades hay que aceptarlas tales como son. Cuando se tramitaban la confección de la Ley Paccionada, Navarra contaba con un número de habitantes, algo inferior, casi igual, que Alava, Guipúzcoa y Vizcaya juntas. Hoy las cuatro rondan los tres millones y Navarra el medio millón. En aquel entonces, Pamplona era la capital de mayor número de habitantes, hoy es la tercera. Del desarrollo industrial, socioeconómico, del litoral vasco, no hacen falta comentarios para darse cuenta de su realidad. ¿Qué podemos hacer ante esta situación?. Aprovecharla en bien del país, apoyándonos en su unidad hasta donde podamos, defendiendo nuestra identidad cuanto sea preciso, haciendo honor a nuestro pasado y preparando un futuro mejor". Mientras se recordaban estas cosas que habían sido sepultadas en el olvido por la dictadura, en aquella primera semana de octubre se quiso recordar, uniéndolo a la negociación con Clavero Arevalo, que el 7 de octubre de 1936 los alcaldes vascos habían elegido en Gernika el primer Lehendakari de la historia y que éste había formado un gobierno de unidad. El año anterior, el prefecto de los Pirineos había prohibido celebrar en Donibane Lohitzun el cuarenta aniversario de aquella fecha por presión española, pero, un año después y tras las elecciones del 15 de junio, se eligió Bilbao como el lugar para celebrar una gran manifestación de recuerdo y reivindicación estatutaria. Como se ve, ha ce treinta años, solo se movían en este terreno, vascos y catalanes. Tres años después, para embridar a vascos y catalanes, se generalizó todo el proceso, echando agua al vino, con objeto de que la construcción autonómica no tuviera el carácter confederal que aquellos primeros pasos estaban consolidando. Otro gallo le hubiera cantado hoy al estado español si las llamadas nacionalidades históricas, Catalunya, Euskadi y Galicia hubieran recuperado aquel año los estatutos logrados en tiempos de la república y el resto del estado hubiera tenido una amplia descentralización administrativa, sin contenido político, porque, vuelvo a repetir, aquel año de 1977, aquí solo había dos demandas y media y, desde luego, nunca Madrid hubiera solicitado una autonomía de la que no conocía ni la palabra. Los lodos de hoy vienen de aquellas lluvias irresponsables sembradas a voleo por no querer reconocer el carácter singular y diferencial de lo que en 1977 pedían vascos y catalanes.
La realidad es muy terca, y hoy como hace 30 años también se olvida que Andalucía también es nacionalidad histórica. Parece que lo único que quiere es privilegios sobre otros territorios. Si hace 30 años "sus nacionalidades históricas" hubieran obtenido solas sus estatutos y no el resto, ¿se hubieran contentado? Con el paso del tiempo y reconociéndole la artificialidad de varias autonomías, parece ser que necesita Vd. que su país tenga un escalón más con el resto, pero sin querer la independencia de verdad, o sino ¿por qué no convocan ya el referendo?
Publicado por: Rodolfo | 09/30/2007 en 09:55 a.m.