Una de las características sobresalientes que tiene la cainita política española es que se puede pasar del mal y la torpeza absoluta a la personificación más completa de la santidad laica sin solución de continuidad. Solo hace falta o morirse o retirarse para siempre. Por esta razón sé que me introduzco en un ejercicio arriesgado como es el de opinar sobre alguien que en vida activa fue considerado un patoso, un cara de palo, un tecnócrata sin vertiente publica, un soso, un mal pianista, una persona altanera, distante y muy seca que adelantó las elecciones en 1982 y, siendo presidente del gobierno no fue elegido ni él, ocasionando la desaparición de su partido, la UCD.
Sin embargo cualquier chaval que oiga, lea y vea los reportajes que sobre el ex presidente se están haciendo estos días, tendrá una percepción totalmente distinta de lo que aconteció hace ahora 26 años siendo Calvo Sotelo ni un santo, ni un patoso, sino un producto de su tiempo y de aquella difícil coyuntura que le tocó liderar tras la dimisión de Adolfo Suárez.
Pero no nos toca a nosotros juzgarle como presidente del gobierno español más que en función de lo que supuso su relación con una autonomía histórica nacida de una ley orgánica refrendada y que él se encargó de frenarla. Y lo comento respetando a la persona y condoliéndome con quienes bien le quisieron.
La noche anterior del viaje del rey a Gernika en enero de 1981 cenaba el presidente del EBB, Xabier Arzalluz en el Palacio de Santa Cruz con el ministro de Asuntos Exteriores José Pedro Pérez Llorca y los ministros Pío Cabanillas y Rodolfo Martín Villa. Le solicitaban el apoyo del Grupo Vasco del PNV a la Investidura del candidato de UCD, Leopoldo Calvo Sotelo. En otros lugares distintos a esta reunión se estaba gestando lo que luego se ha conocido como el golpe del 23-F.
Nosotros les respondimos con la petición de un pacto de legislatura. Algo más que un apoyo puntual en una sesión parlamentaria. Nuestra propuesta alternativa era clara fijación interpretativa de los puntos clave del desarrollo estatutario que comenzaba a vivir sus primeros forcejeos y dilaciones. Propusimos asimismo un mecanismo de presentación y acuerdos previos a todas las iniciativas legislativas, tanto del Parlamento Vasco como de las Cortes de Madrid. No lo aceptaron. Nunca lo han aceptado.
Por aquel entonces sucedió el llamado “caso Arregi”. Un militante presuntamente de ETA que entró vivo en comisaría y salió muerto. Aquello originó una gran conmoción y hasta el entonces ministro de Justicia, Fernández Ordóñez, protestó por el hecho. Por su parte, el PSOE, en primera línea, solicitó el esclarecimiento de lo ocurrido mientras pedía responsabilidades por el crimen.
En plena vorágine producida por aquel suceso, Martín Villa le volvió a llamar al presidente del EBB. Seguía pidiéndole a Arzalluz el voto favorable para Calvo Sotelo. La respuesta fue que seguíamos creyendo que se iban a producir hechos similares al caso Arregi pero nuestra postura en relación con la Investidura seguía siendo la misma. Sin embargo no les interesó nuestra oferta y cuando nuestro Grupo votaba NO a Calvo Sotelo, teníamos ocho diputados, Tejero con sus guardias civiles entraba pistola en mano en el Congreso. Dos días después se volvió a repetir la sesión de Investidura y aunque varios Grupos cambiaron del NO al SI, nosotros mantuvimos nuestro NO. Intuíamos lo que iba a pasar al poco.
El intento de golpe de estado del 23 F tuvo en todo momento como motivación el que los militares golpistas consideraban que con el Estatuto de Gernika se había ido muy lejos y para garantizar la unidad de España estaban ellos para reconducir aquella situación agravada por los atentados de ETA contra militares y policías. Tras el golpe desde el gobierno con el inestimable apoyo del administrativista García de Enterria se quería frenar el desarrollo estatutario sin modificar la Constitución. Había que lograr por vía indirecta, lo que no se quería hacer por la cara. Y así surgió bajo impulso del gobierno de Calvo Sotelo y la inestimable colaboración del PSOE de Felipe González la cepilladora ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico más conocida por sus siglas de la LOAPA.. Y cuando el Tribunal Constitucional rechazó aquella LOAPA de la UCD-AP-PSOE se buscó la vía de ir loapizando el Estatuto de Gernika, paso a paso, con leyes, decretos y vías de hecho. Y así bajo Calvo Sotelo, empezó el calvario estatutario mientras se homogeneizaba todo el proceso autonómico, el café para todos, llegando a aprobar para Madrid nada menos que un estatuto de Autonomía que jamás había demandado. La intención era clara. Vascos y Catalanes no podían tener un tratamiento bilateral y singular.
Y todo esto ocurrió bajo la cortísima legislatura de un hombre al que hoy todos ensalzan políticamente, casado con la hija de un ministro de la dictadura y sobrino del líder de la ultraderecha española que pidió en el Congreso en 1935 la ilegalización del PNV. Su eficaz iniciativa le hizo el trabajo sucio a un Felipe González que al poco llegó a La Moncloa con la mesa limpia.
Hoy también todos ensalzan al Calvo Sotelo que teóricamente con el ministro Oliart acabó con la amenaza golpista, sin analizar debidamente el precio que se pagó que no fue otro que unas penas a los sublevados muy benévolas y un juicio de Campamento donde no se llamó a declarar a casi nadie y mucho menos a un rey bajo cuyo nombre muchos de los sublevados actuaron, olvidando aquel dato básico que había sido D. Juan Carlos quien le había impuesto al ministro de Defensa Rodríguez Sahagún el nombramiento del general Armada como segundo Jefe del Estado Mayor, en abierta oposición del presidente Suárez. A raíz de este juicio se inventó la patraña de que el rey había salvado la democracia cuando había sido él quien había creado las condiciones para aquella asonada tercermundista.
Otro de los encontronazos que tuvimos con el presidente Calvo Sotelo fue cuando se opuso a que pusiéramos en funcionamiento el segundo canal en castellano de Euskal Telebista. Queríamos se nos facilitara el paso para disponer del espacio radioeléctrico preciso como así constaba en el estatuto. Sin embargo Calvo Sotelo llegó a decirle al Lehendakari Garaikoetxea y de forma enojada que si lo ponía en funcionamiento a lo mejor la guardia civil se encargaría de evitar se pusiera en marcha algo que era de nuestra competencia. A pesar de todo lo hicimos y ahí está desde entonces diciéndonos hoy que parece mentira que ocurrieran estas cosas que Mario Fernández denunció en un histórico debate en televisión con el ministro Martín Villa, debate que hoy sería impensable reproducir.
Otro forcejeo de aquel período fue la resistencia del gobierno de Calvo Sotelo a la organización que se hizo desde Euzkadi al viaje del Papa Juan Pablo II a Loyola. La preocupación de Calvo Sotelo consistía en que las autoridades vascas tuvieran un perfil muy bajo y que no se le diera al Papa el tratamiento de un Jefe de Estado con Himno Nacional en su recibimiento. Nada que diera la impresión de la llegada a un país extranjero. Para fastidiar incluso la llegada se llegó a cambiar el lugar de aterrizaje del helicóptero tratando de condicionar todo el programa para que la televisión internacional en su visita a la casa natal del primer Papa Negro, San Ignacio, no transmitiera la visión de un país y una cultura distinta sino que el Totus Tuus lo cubriera todo. A pesar de todo el viaje salió bien y hasta el Papa pronunció unas palabras en euskera.
Ya sé que analizar políticamente la figura del fallecido Calvo Sotelo en estos momentos hagiográficos en los que se le designa como Hombre y Político de Estado, entre otras cosas por lo que aquí relato, es algo políticamente incorrecto, pero mis reflexiones tienen que ver con el Calvo Sotelo, presidente del gobierno español, y no con el hombre del que no dudo fue un hombre cabal, un buen padre de familia, una persona culta, un español y europeo competente y en definitiva una buena persona, aunque le tocara el tiempo más convulso de la transición. Quizás de haber sido noruego habría sido un excelente jefe de gobierno bajo el rey Olaf, pero le tocó suceder al presidente Suárez tras un intento de golpe de estado y bajo el reinado de Juan Carlos I. Sin embargo, desde el punto de vista vasco, no tenemos nada que agradecerle pues sus iniciativas, apoyadas por Felipe González, dieron y siguen dando sus negativos frutos.
¡Vaya por Dios!
Habemus blog a la búlgara, solo admite comentarios laudatorios.
Publicado por: Arturo | 05/06/2008 en 08:10 p.m.
A veces señor Anasagasti, es lastimoso pensar que la memoria sirve para poco.
Por ejemplo, tan para poco como que si hubiera triunfado el golpe de estado que usted dice que propicio el rey, usted, lamentablemente también, no tendría un blog, y lamentablemente también le llevaríamos flores.
Por otro lado, quizá olvida usted que fue el señor Calvo Sotelo quien se negó a declarar el estado de excepción en Euskalherria. Eso no lo ha contado en el articulo.
Respeto profundamente a la nación vasca; es más, me gustaría que algún día existiera de verdad un referendum para que ustedes decidieran en libertad qué quieren ser; y se lo digo desde Madrid; pero mire, no se puede escribir desde el odio, porque el odio no suma. Y además oculta informaciones que también hay que reflejar, no solo lo que nos parece que nos favorece.
Con todo respeto.
Publicado por: alena collar | 05/06/2008 en 09:55 p.m.
Enhorabuena por el refresco de la memoria sobre Calvo Sotelo y el papel de Juan Carlos. Se sabe desde hace mucho tiempo que en su visita a Gernika, Juan Carlos llevaba dos discursos preparados, o sea que estaba perfectamente previsto todo el jaleo que, con toda facilidad, como el 23F, se hizo pasar por las pantallas de los televisores. Aquellas imagenes fueron cruciales para calentar, a todos.
Publicado por: La República se siente | 05/10/2008 en 10:00 a.m.
Mi opinion sobre Calvo Sotelo a pesar de su corto reinado, demostro ser una persona honesta, ilustrado y decían tenía un gran sentido del humor
Publicado por: carolina asensio | 05/08/2011 en 11:02 p.m.