POR : CARLOS BOYERO
Disfruto con el hermoso juego de la selección española en el partido del jueves, pero me siento inmune en la cabeza y en el corazón a identificar esa victoria con la realización de un sueño, con la trascendente emoción y la volcánica alegría que acompañan al enamoramiento correspondido, el nacimiento de un hijo deseado, desterrar a perpetuidad un cáncer o el milagro de que te toque la lotería.
A la media hora de acabar el partido e intentando la proeza de atravesar Madrid en taxi comienzo a lamentar profundamente lo que implica el triunfo de España. Es como internarte en la jungla. Poblada por seres pintarrajeados, puestos de alcohol o de amor a la patria (la combinación de ambos elementos da miedo), con banderitas constitucionales o decoradas con indeseables águilas, deteniendo el tráfico para exigir carnet de nacionalismo y detectar a los herejes, berreando lemas tan dadaístas como "ruso el que no bote", con la temible atmósfera del entusiasmo colectivo.
Terror me da encender la tele para enterarme de las noticias. Sólo existe una y provoca mareo. Escucho en el telediario cositas sonrojantes como "anoche comprobamos que los rusos, a pesar de tener mucho orgullo, también lloran" o "ser español era un privilegio mediado por todos". Ana Blanco nos ofrece los históricos momentos en que los comentaristas de la fraternal RNE cantaron los goles de España. También exaltan la lucidez del centrista Rajoy al acertar con el resultado: "Rajoy está en racha. Suya es la victoria moral".
¿Ocurre algo más en este país, además del interminable orgasmo que nos ha regalado esa selección que representa grandiosamente los anhelos íntimos y la pasión de todos los españoles? Fruslerías que sólo merecen que se les dedique un minuto. Como la justa e intrascendente subida del recibo de la luz. El fútbol se lo ha puesto a huevo a los que manejan el tinglado. ¿Qué importa la crisis cuando se ha demostrado que "podemos"? ¿Podemos qué?, pregunto. Bendita sea la impotencia.
Sinceramente, yo casi quería que metiera gol los alemanes. Pero la verdad fue una pena, les ví agotados...el gol casi diría que lo deseaba porque ya oír los comentaristas de la tele algunos comentarios me daban cierto asquito, solo les falto decir que eran la armada invencible del futbol...
Por lo demás terminado el partido cambié a toda pastilla de cadena, porque francamente no me sentía identificada con su alegría...
Publicado por: beloke | 06/30/2008 en 10:57 a.m.
jo...todavia queda algun español con sentido comun, la pena es que es mayor de 40.
Publicado por: alvaro | 06/30/2008 en 11:53 a.m.
Coincidimos, Beloke, en los deseos futboleros. No soy gran apasionado del fútbol, pero me gusta y alguna vez voy (iba) a verlo en directo.
Ayer tenía, como es comprensible, un sentimiento totalmente opuesto al tuyo, deseaba fervientemente el triunfo de la Selección de España. Los locutores me suelen molestar todos, incluidos alguno de alguna emisora bilbaína (recuerda mi etapa laboral en la CAV) ya que en lo bueno y en lo malo, todos nos diferenciamos muy poco y eran y siguen siendo igual de insoportables los unos y otros, lo entiendas o no.
El ombligo lo tenemos todos en el mismo sitio y además no hay nada patrimonio de los pueblos, países, regiones, religiones, sexos etc... Y sí hay patrimonio de algo, es exclusivamente en las PERSONAS CONCRETAS independientemente de todo lo anterior expuesto.
Me parece estupendo que no te identifiques con la Selección Española, y estéis al lado de los opresores de Chechenia o de los kurdos o en tu caso de los alemanes de turno. No deja de ser un gran progreso nacionalista esos sentimientos rusos-turcos o antiespañolismo sin más. Yo me quedo con mi "Muxsho Betis" y las banderas de España y Andalucía o de Castilla y L. que combinan perfectamente y con la emoción del gol del español Torres.
Al final aunque en las antípodas, pensamos y tenemos parecidos sentimientos
Saludos.
Publicado por: Kimo | 06/30/2008 en 01:13 p.m.
Aquí tenemos el ejemplo de lo que he hablado en muchas ocasiones: un señor del Estado Español que habla así de la selección o de cualquier cosa que considere una bobada, sin miedo: un apátrida en toda regla, de los que abundan más de lo que parece. Hasta Wyoming iba con Portugal. Y de esta gente hay mucha. Ya me gustaría a mí ver lo mismo en el País Vasco. Un señor que diga en voz alta que está harto de tanta banderita, de tanta apología de la patria y tanta historia; o que jugara la selección euskalduna y se la repanpinflara.
Publicado por: juan | 07/02/2008 en 09:58 a.m.