"Un régimen político que pretenda encarnar la plenitud y la utopía termina siendo un régimen opresivo. No hay excepción a eso, ni la va a haber".
Luis Ugalde (País Vasco, 1939) tiene entre sus manos el trabajo que hoy presentará para su incorporación en la Academia de Ciencias Políticas y Sociales. "Lo he pensado toda mi vida", dice, mientras pasa páginas, y habla de un capítulo y de otro.
"Conservo un breve texto que escribí en 1968 para unos trabajadores en Frankfurt, que se titula Dialéctica, Utopía y Realidad. En él digo que si usted tiene sólo utopía, eso es ilusionismo; pero sí usted sólo tiene realidad, usted no va a cambiar nada".
El año de 1968 fue de cambios. Los estudiantes estremecían los cimientos de la sociedad francesa en aquel mayo. El Concilio Vaticano II concluía y le daba un vuelco a la Iglesia Católica. Ugalde estudiaba Teología en la ciudad alemana. "Participé en manifestaciones con obreros españoles, había alrededor de 16.000 en Frankfurt, que aspiraban el regreso de las libertades a su país", recuerda. Francisco Franco, el general que mandaba con un puño férreo desde hacía 3 décadas, acababa de declarar el estado de excepción. Ugalde leía a Ernst Bloch y El principio esperanza, a Paul Tillich y también a Marx. Su tesis de hoy se gestó en aquellos días azarosos.
"El que se opone a un régimen que dice “yo soy la encarnación de la utopía, aquí está el hombre nuevo y la tierra nueva” es un malvado.
Y liquidar ese obstáculo termina siendo legitimado.La Revolución Francesa llevó a 20.000 personas a la guillotina porque ése era el precio que había que pagar para que la humanidad fuera feliz".
–¿Hay alguna conexión con el pensamiento de la Iglesia?
–La utopía está en todos los pueblos y en las tradiciones religiosas. En un capítulo que llamo "La utopía bíblica y los movimientos religiosos milenaristas" abordo esa relación tangencial. El milenarismo fue algo muy interesante en la Edad Media. Ahora bien, una cosa es decir que el mundo se puede perfeccionar y otra cosa es que al engranaje de este mundo le ajusto un par de tuercas y nace el hombre nuevo. La Iglesia nunca ha aceptado eso.
–¿Ni siquiera en sus etapas más oscuras?
–Los movimientos milenaristas decían, efectivamente, que venía el reino del Espíritu Santo y a partir de ahí todos serían buenos. ¿Qué es lo que dice Marx? Que ha descubierto un virus que tiene el hombre y que, si se le quita, será sano para el futuro. Y ese virus es la propiedad privada. Surge la perfección y la gente que nazca de ahora en adelante no puede criticar lo que tiene porque la perfección no es criticable.
–Ni alcanzable...
–La respuesta cristiana es que no es alcanzable. El Evangelio dice que tenemos que mejorar la Tierra, pero la plenitud está en el amor de Dios, que va más allá de los 70 u 80 años que usted va a vivir.
–¿El fracaso de las teorías milenaristas no significa el fin de las utopías?
–Yo defiendo que la utopía es algo importantísimo en la condición humana, antes, hoy y mañana.
–¿Es búsqueda permanente?
–Sí, Bloch dice que la tierra prometida no existe, ni va a existir, pero es como un aliento interior, la búsqueda de la plenitud. Y eso es así, es como una linterna muy aguda para ver en cualquier régimen las limitaciones y los elementos de negación humana que hay.
–¿Cómo se hace para que ese sueño utópico no derive en pesadilla? –Yo hablo de utopía política.
El político tiene que hablar de lo posible. Y de cómo transformar lo real para que lo ideal se haga posible en cierto grado.
–Con frecuencia lo posible resulta muy poco satisfactorio. –Sí, es cierto, pero lo posible es cambiable. ¿Qué es lo que nos dice Cuba? Que no se puede mejorar (o eso decían) porque yo soy la encarnación de la utopía, esta es la etapa final, es el absoluto.
–Los regímenes socialistas son contradictorios: cuando están fuera del poder impulsan el cambio y luego lo execran, lo destierran.
–Ésa es la tragedia más grande. Ahora que soy gobierno, que soy la plenitud, de idealista me transformo en represor.
–Porque se llegó adonde había que llegar.
–Y además una cosa es pensar el poder cuando no se tiene y otra muy distinta pensar desde el poder. Y el poder, cuando alguien lo tiene, no es ese alguien quien domina al poder, sino que el poder domina a ese alguien. El poder no es manso.
–Por eso se habla de unas leyes no escritas del poder...
–Hay que defenderse de ese dominio del poder y justamente los avances de la política democrática van en esa dirección. El demócrata no se confía en lo bueno y paternal que es Stalin, y que, por tanto, nos va a ir muy bien. Por muy buenas intenciones que tenga, si el poder es absoluto va a oprimir. Ése es un dogma de fe.
–¿Y cómo se hace para que nadie vuelva a tener el poder absoluto?
–Esa es la teoría de la soberanía. Hay una distribución del poder, no en el papel sino en la realidad, en la que hay que negociar. La sociedad se vuelve así más equilibrada.
–La tentación del poder absoluto parece muy real estos días...
–En el preámbulo de la propuesta derrotada el 2D se prometía la felicidad. Y ningún régimen puede prometer eso, porque la felicidad es distinta para cada quien y entran en juego valores religiosos, culturales, psicológicos. –Y además se aludía abiertamente a la terminología religiosa.
–Se hablaba de redención, salvación. Lo realmente grave es que se señale que por fin va a haber unos cambios en los cuales el hombre y sus aspiraciones se encuentran porque, y cito el preámbulo, "la revolución bolivariana asume la consigna de reafirmar la esperanza y la solidaridad como estrategia política para contribuir a la construcción del reino de Dios en la Tierra". Y ese sueño, el del Paraíso en la Tierra, no es viable de ninguna manera.
–Orwell vio anticipadamente los peligros de esas "concreciones utópicas".
–Orwell decía: "Si te empeñas en eso, terminas una granja", y los que pertenecen a ella tienen que acatar, no pueden inventar, ni crecer, ni criticar.
–Pero eso está condenado al fracaso.
–Hay que leer la historia. Hitler prometió un reino, el Tercer Reich, que iba a durar un milenio. Me sorprende que grupos cristianos no tengan a estas alturas un poco más de claridad y se vinculen con personajes providencialistas y con una fe que opera como fe religiosa.
Este hombre tiene un pensamiento de una extraordinaria profundidad, Iñaki. No me extraña que lo hayas traído a colación
Publicado por: Txema Oleaga | 07/09/2008 en 12:07 a.m.