Por: Mitxel Unzueta
En los estudios sobre los partidos políticos suele hablarse de la distinción entre lo que es su ideología y lo que son sus planteamientos, a la hora de hacer propuestas a las sociedades en las que se mueven. Puede parecer una distinción especulativa, pero no es así. Tiene su importancia.
De una forma sintética, suele definirse la ideología como el conjunto de sentimientos, creencias y aspiraciones compartidas, en torno a las cuales se articula y aglutina un colectivo político. Son imágenes de un estado de cosas deseado o deseable, surgidas de las vicisitudes de la historia. Porque es difícil que se realicen plenamente, siguen siendo ideales. Suele decirse que es bueno desear algo, incluso aunque sepas que está fuera de la realidad de un determinado momento. La historia da muchas vueltas y la ilusión y la esperanza son motores de la misma.
Por contra, las propuestas de acción, lo programas, generalmente electorales, quedan definidos por una relación entre ideología y las demandas que ofrece la realidad, apreciadas a través de la experiencia. Esta nos enseña que los ideales son realizables, pero, en parte. Hay una interacción constante entre lo que pienso, por qué lo pienso y lo que puedo, pero esa relación debe ser muy cuidadosamente establecida. Cuando se entrometen los hechos, es peligroso confundirlo todo.
Las ideologías permanecen, mientras que las propuestas y programas sufren las tensiones de una reconstrucción constante, por las exigencias de la realidad cambiante. No es que las ideologías sean eternas, pero su evolución responde a factores de otro orden, diferentes a las necesidades de cada día.
Con una visión elemental, puede pensarse que los programas tienen que ajustarse a la ideología, de forma que unas y otras se confundan. No es así; no lo es por la sencilla razón de que las ideologías de los partidos tienen afinidades con unos sectores sociales y no con otros. Vivimos en una sociedad enormemente compleja y variada y es imposible contentar a todos. Entre los que aceptan una ideología y los que la rechazan, en medio, quedan otros grupos que pueden dar o no su apoyo, en función de lo que se les proponga, y cómo se les hace la propuesta. Para ellos, la ideología pura no cuenta, o cuenta poco. Es en esta zona de la colectividad, donde la diferencia a que me refiero tiene su mayor importancia.
En teoría, esta diferenciación puede parecer sencilla. En la práctica no lo es ya que la frontera entre ideología y programa, dependen de las circunstancias cambiantes, de cada sociedad y de cada momento. El programa no puede desnaturalizar la ideología pero, a la vez, no puede vender toda la ideología, si al mismo tiempo, se quiere que resulte atractivo a sectores sociales más amplios que los que comparten la ideología. Es un equilibrio difícil. La intuición de los políticos y su capacidad para conectar con las demandas de los segmentos sociales, cuya adhesión se desea, manteniendo la cohesión del grupo, es lo que determina esa frontera.
Si aplicásemos estos criterios al actual abanico de partidos, un examen sencillo nos ofrecería el siguiente panorama.
Para la izquierda abertzale que ha venido apoyando a Batasuna, la diferencia carecería de trascendencia.
Su programa siempre ha sido el rechazo total del entramado institucional y social actual. Su pretensión es crear una realidad nueva, socialista e independiente, entendiendo ambas exigencias como un todo indisoluble. Como nada hay que salvar, ideología y programa se confunden.
Por razones diferentes, con el PP de Aznar sucede algo parecido. Aznar no fue un político de ideologías. Su legado ha sido un ultra-nacionalismo español y una visión autoritaria del poder, circunstancias que les han permitido convertir en ideología las propuestas de cada momento.
Por contra en su momento, el PSOE demostró su capacidad de diferenciación y adaptación. Cuando apareció en escena en la transición, lo hizo con un marcado carácter ideologización marxista. A medida que nos íbamos acercando a las elecciones generales 1982, viendo cómo se producía la descomposición de UCD (un conglomerado de ideologías, sin cohesión), comprendió que el poder estaba al alcance de su mano. En ese momento supo darse cuenta de que tenía que lucir a un segmento del centro, desilusionado con UCD, y que, para conseguirlo, había que superar un obstáculo: las barbas de Marx, que espantaban a mucha gente. Reunió el XXIX (1981) Congreso, y retiró el icono Marx, del altar de su ideología. Ganó las elecciones.
Más difícil de diagnosticar es el caso del PNV. No es posible resumir en unas líneas, su centenaria historia. Tengo la impresión de que no ha desarrollado debates suficientes que permitieran establecer los contornos de lo que es ideología y lo que es el programa de cada momento. Cuando se han producido, ha ocurrido en el nivel de los dirigentes; rara vez en las bases. Su posición de partido nacional vasco, frente al nacionalismo español, y la complejidad de la sociedad vasca, no han hecho fácil el trabajo. En general, ideología y programa, han solido aparecer muchas veces mezclados, lo que ha permitido que, desde la acera contraria, se hayan hecho muchas valoraciones injustas, y poco realistas. También ha dado origen a conocidas manifestaciones contradictorias, de algunos dirigentes.
Explicándolo de una forma didáctica, podríamos decir que la afirmación de que el pueblo vasco constituye una nación y como tiene el derecho a organizar su propio futuro, pertenece al nivel de la ideología.
Por contra, promover el desarrollo del Estatuto, o su reforma, o un pacto de Estado, vía Disposición Adicional Primera de a Constitución, adaptándose a la plurinacionalidad latente, son opciones que pueden servir para el desarrollo a la ideología, por responder mejor, en cada caso, a las demandas sociales mayoritarias, sin que ello pueda ser interpretado como renuncia o desnaturalización de la ideología. Ello no es obstáculo a que la ideología siga permaneciendo.
Al no haberse profundizado en esta distinción, con frecuencia se ha creído, al menos por algunos, que no hacer pronunciamientos extremos sobre independencia o soberanismo, o expresar un discurso estatutario, supone mantener posiciones poco nacionalistas, cuando, en realidad, lo único que supone es ser o no ser radical. La calidad del nacionalismo no se mide por parámetros de estridencia, sino por la excelencia en la forma de gestionar la articulación de la nación, acercándose y convenciendo a cuantos sea posible.
(Mi alusión a la radicalidad se refiere a la que algunos consideran debe practicarse como sistema, no a la que, a veces, las circunstancias de la vida imponen como una necesidad).
Aglutinar a una sociedad compleja requiere sacrificios ideológicos, que no tienen por qué ser renuncias. Todo depende de cómo se presenten las cosas. El propio Sabino de Arana fue consciente de esta realidad.
Hay que reconocer que hasta el presente, a pesar de lo dicho, ha sido posible la convivencia entre quienes priman la ideología, frente a quienes priman la praxis. Ha sido posible porque, para éstos, la idea de la independencia, no produce repugnancia y, a la vez, los primeros, nunca han hecho ascos a la autonomía. Esta situación ha estado aglutinada por la carga emocional acumulada durante tantos años de represión, pero éste no es el caso del futuro, si confiamos en que el sistema democrático sobreviva. En ese futuro deberá actuarse con otros estilos. El factor aglutinante habrá que situarlo en torno al atractivo del programa, respaldado por una ideología rica en valores.
Por lo que conozco del contenido del discurso de Urkullu, al ser investido al cargo que ocupa en el EBB, a juzgar por algunas manifestaciones, tengo la sensación de que, se ha tratado de diferenciar el plano de la ideología, del plano de la praxis. Si es así, es una buena noticia.
Sencillamente magistral. En Gernika oí una anécdota "txirene", de esas de "sabidurensia" que solía decir un aldeano viajado: QUIEN CON RUMBO NO SABE A DONDE VA. Así lleva navegando el nacionalismo vasco democrático..., EAJ-PNV, más de cuatro años; inmersos en una fatiga incomprensible, producto de una herencia envenenada. EAJ-PNV o es una partido integrado por gentes nobles,leales,sacrificadas..., o Think gaur Euskadi-2020 se convertirá en nuestro particular RIP.
Publicado por: RAFA AGIRRE | 08/05/2008 en 08:48 a.m.
Los partidos politicos tienen programa electoral ?
Yo creo que no.
Tengo a mis espaldas mas de 40 años, mas de 1 elecciones, y sinceramente no tienen programa electoral.
Habré pedido el programa a todos los partidos ( me he presentado en todos los partidos : PNV, EA, HB, PSE, PP,IU ) en mas de 4 elecciones y ninguno ha sido capaz de darmelo.
Publicado por: MINI YO | 08/07/2008 en 01:09 p.m.
Pobrecitos los políticos vascos...
Los mayores saltos a la empresa hechos por políticos vascos
El caso de Josu Jon Imaz no ha sido el primero de los saltos de políticos vascos al ámbito empresarial, ni será el último. Bien desde los puestos de lehendakari, diputado general, consejero o ministro muchos han dado el salto a prestigiosos puestos de la empresa privada. La duda permanente es si el cambio es por sus habilidades directivas o por su influencia en las administraciones públicas, algo especialmente relevantes en empresas con mucha contratación pública o dependientes de la regulación administrativa. Veamos el “Top 10″ de los saltos de lo público a lo empresarial:
1. José Antonio Ardanza pasó de lehendakari a presidente de Euskaltel.
2. Josu Jon Imaz seis meses después de dejar la presidencia del PNV ha sido nombrado presidente de Petronor.
3. José Luis Larrea: consejero de Hacienda en el Gobierno Vasco hasta 1995, pasó a dirigir Euskaltel y luego Ibermática.
4. Jon Azua, por dos veces: de diputado foral en Bizkaia y consejero del Gobierno Vasco pasó a dirigir la Bolsa de Bilbao y después de vicelehendakari pasó a Arthur Andersen y Bearing Point y luego por cuenta propia.
5. Jose Alberto Pradera tras ser diputado general de Bizkaia se convirtió en presidente de la Autopista Vasco Aragonesa. Además, es uno de los promotores de la empresa de correos Akropost.
6. Luis Atienza: consejero de Economía en el Gobierno Vasco y ministro de Agricultura, pasó a dirigir Red Eléctrica de España.
7. Alfonso Basagoiti dio el salto de diputado foral en Bizkaia y consejero de Hacienda en el Gobierno Vasco a ser adjunto al presidente del BBV y presidente de IBV y de Gamesa.
8. Javier Retegi pasó de consejero de Industria a rector de la Universidad de Mondragón.
9. Inaxio Oliveri realizó el mismo salto de consejero (esta vez de educación) a rector de la Mondragon Unibertsitatea.
10. Carlos Solchaga, tras una larga carrera como diputado y ministro, desde 1996 se dedica al asesoramiento y consultoría corporativa.
Y todo esto sin contar los muchos consejos de administraciones donde están ex cargos públicos de todo tipo: Ardanza (Tubacex), Juan María Atxutxa (Bahía Bizkaia Gas), Nicolás Redondo Terreros (Cementos Alfa y FCC), Federico Bergaretxe (Idom), Jaime Mayor Oreja (Eulen cuando dejó temporalmente la política), Juan Manuel Eguiagaray (EADS), José Antonio Maturana (Bruesa), Juan Ramón Guevara (Tubacex), Pradera (Thyssen e Idom), Solchaga (Inssec), etc.
No he incluido a otros ex-políticos que ahora están en la empresa porque empezaron como ejecutivos y su paso por la política fue temporal como es el caso de Pedro Luis Uriarte (Gobierno Vasco - BBVA) o Sabino Arrieta (Gobierno Vasco - Sidenor). Podría ser el caso de Solchaga, que antes de ser ministro trabajó en el Banco de Vizcaya.
Publicado por: Bienal | 08/07/2008 en 07:12 p.m.