Armaindegi
Como era tradición, organizada por la junta EAJ de Laburdi y rodeando a su hija Aintzane nos reunimos en 1988 en la iglesia de Nôtre Dame de Paix en Donibane en una misa en memoria de nuestro primer lehendakari y a María, su esposa que nos acompañó el pasado año.
Tanto en la misa como en el responso ante la tumba de ambos, el oficiante recordó el ejemplo cívico y religioso que recibimos de ellos dos. A la serie de santos y de beatificados que Euskal Erria ha dado a la Iglesia, les siguen -dijo el sacerdote- esa serie de personas ejemplares cuya vida ha sido un testimonio constante de virtudes en el cumplimiento del deber. Y en verdad que José Antonio Agirre fue tal prototipo, por su hombría, su dedicación a la causa de su pueblo, y por su generosidad de espíritu.
Cuando ahora vemos que el salario familiar lo tiene que sufragar el erario nacional, admira recordar que ya en los veintitantos Agirre lo tenía establecido por sí en su industria familiar de "Chocolates Bilbaínos". No se contentaba con desenmascarar a la oligarquía bizkaína que confundía lo religioso con el llamado orden contra la injusticia social, sino que daba ejemplo patente de su cristianismo social.
Para quien primeramente había sido presidente de las Juventudes de Acción Católica de Bizkaia es fácil imaginar su problema de conciencia cuando, con todo el elenco de EAJ se decidió oponerse por las armas a la sublevación e invasión franquista, respaldada como Cruzada por el Episcopado español, e incluso, en un principio por el Obispo de la Diócesis, que rectificó después con aquella pastoral "No más sangre.". No dejó de ratificarse solemnemente en sus creencias religiosas y de dedicación al Pueblo Vasco en aquel emocionante acto ante la Virgen de Begoña poco antes de jurar como lehendakari en Gernika. ¿Es que en realidad no fue el pionero de una interpretación más cristiana del catolicismo que la del Cardenal Gomá, aliado franquista? ¿Acaso sus tesis no fueron más tarde refrendadas por el II Concilio Vaticano y que hoy llega hasta admitirse la primacía de lo social para dar paso a lo espiritual?. Sin embargo el porqué del silencio del Vaticano fue lo que más atormentó en su puesto a nuestro lehendakari confiado siempre en que la Iglesia surgiera como mediadora de la paz y los derechos del hombre.
De su generosidad de espíritu no hace falta resaltar, al dirigir un gobierno de tal diversidad de mentalidades y de ideologías, sobre todo en su primera época, pero ganados todos al común denominador de quien recibían un ejemplo tan vivo.
A este respecto cabe relatar lo sucedido en Paris en los cincuenta, cuando D. Salvador de Madariaga y su revista "Ibérica" patrocinaba la alternativa europeísta contra el franquismo, y tanto Irujo como Landaburu le seguían entusiasmados cual miembros del Consejo Federal Español del Movimiento Europeo. La junta de EAJ presidida por Errasti fundador de Juventud Vasca de Bilbao, les llamó la atención haciendo ver que el PNV no podía comprometerse con una organización política española ni siquiera en la construcción europea. De las advertencias se pasó a las discusiones y a las amenazas de sanciones contra los citados, a los que seguían algunos de la Junta. Agirre supo de la posible escisión y un día al informarse con nosotros, después de hacernos ver que no le correspondía intervenir, añadió para unos y otros: "Mirad, cuando verdaderamente hace falta, se puede ser Erasmos pero nunca Luteros".
La Junta se rehizo a una con la creación por Ajuriaguerra en Bilbao del Consejo Vasco por la Federación Europea.
!Ah aquel dicho de Agirre que bien nos vendría ahora para solucionar la división en la casa del padre..,!
Salir de Donibane sin visitar a Don Alberto era impensable. Acababa de celebrar la Misa en su aposento, ayudado por su hermana Carmen. Se había emocionado mucho por ser el 62 aniversario de la celebración de su primera misa en Roma, al graduarse en el Colegio español donde era rector Mgr. Merry del Val y Zulaica de madre donostiarra y de la que había aprendido euskera.
Merry del Val nombrado después Cardenal, le presentó al Papa Pío XI, quien comenzaba su actuación pontificia pública después de una larga reclusión intramuros cuando el Gobierno italiano tomó una decisión perjudicial para la Santa sede. "Pío XI me abrazó deseándome santidad y valentía".
En verdad que así lo hizo don Alberto. De haber escurrido el bulto, y siendo ya canónigo en diócesis española en 1935 hubiera llegado fácilmente a Obispo. Prefirió estar presente en el drama de su país, en ese dilema tan crucial: el ser invadido y aceptar la sumisión y la persecución de su personalidad colectiva, en razón al respaldo del Episcopado o resistir sin abandonar los sentimientos religiosos y hacer por sus derechos una lucha defensiva limpia.
Me preguntó por don José Miguel, por Don Iñaki Azpiazu (G.B) y por tantos otros, unos ya idos, como su hermano Txomin con quien mantuvo aquella posición de ser Erasmos sin jamás ser Luteros.
Bendito Donibane receptáculo de tantos apóstoles de nuestros ideales, en especial de nuestro José Antonio y a unos centenares de metros en donde reposa: Don Alberto, en cierto modo su asesor espiritual.
Comentarios