Comenté como la pasada semana le vi cerca de su Taberna del Alabardero en Madrid al cura Lezama, el cura de Amurrio. Quedamos en hablar. Lezama lleva el restaurant del Senado. Se come mil veces mejor que en el Congreso. Pero su Taberna no está solo en Madrid.
Es ya un punto de referencia gastronómica de alto nivel en Washington y merecía celebrar su exitosa trayectoria. La Taberna del Alabardero, a cinco minutos a pie de la Casa Blanca, festejó, con una cena de gala, su vigésimo aniversario. Asistieron el fundador y alma de la fundación Lezama, el sacerdote Luis de Lezama, acompañado por el embajador de España, Jorge Descallar, y el nuncio del Vaticano, el arzobispo Pietro Sambi, entre otras personalidades. No faltó el televisivo José Andrés, otro gran promotor de esta cocina en EE UU.
“Yo fui aquí un peregrino de ilusiones y un utópico”, explicó Lezama. El carismático cura restaurador ha creado, desde 1974, un pequeño imperio de restaurantes y escuelas de hostelería, nacido de su afán por ayudar a los chicos de la calle que acogía en Chinchón y Vallecas durante el tardofranquismo. El grupo emplea hoy a 600 personas. Hace un año abrió un restaurante en Seattle, lo que ha permitido al incansable Lezama un acuerdo con Microsoft para montar un centro pionero de investigación educativa en el colegio que ha abierto en Madrid.
Hace tres años, Lezama disminuyó su perfil empresarial y decidió dirigir una parroquia, la de Santa María La Blanca, en Monte-Carmelo (Madrid). Pero la fundación es un hijo al que siempre guiará. Su máxima para triunfar es simple "capital humano, capital humano y capital humano". Lo demostró en la fiesta al leer el nombre de todos los empleados del restaurante, hasta del auxiliar más humilde, y los hizo salir de la cocina a saludar.
La Taberna del Alabardero ha conquistado a los paladares más exigentes en los círculos del poder. Lezama respiró de alivio cuando un día, en los primeros años, vio a Henry Kissinger zamparse unos chipirones en su tinta, con la servilleta en el cuello para no mancharse. "Pensé que esto empezaba a funcionar, porque Kissinger no entra en cualquier sitio", comentó el cura. También Condoleezza Rice es buena clienta. Le encantan las tapas. El restaurante ha enviado una carta a Barack Obama invitándole a probar. No hay aún respuesta, pero Lezama es tenaz.
Comentarios