Salía el miércoles del Senado. El calor achicharraba las calles. En la puerta de Bailén se paraba un “haiga”, uno de esos coches llamativos. De su interior bajaba Rodolfo Martín Villa, el ex ministro de la Gobernación de 1977 y hombre clave de la UCD de Suárez.
Leonés de 75 años, se define como “mesetario” en oposición a los “periféricos”. Estudió ingeniería industrial y en 1962 estrenó su larga lista de cargos en la administración del régimen franquista como Jefe Nacional del falangista Sindicato Español Universitario (SEU). En 1974 fue nombrado gobernador civil de Barcelona y en el primer gobierno de Juan Carlos fue ministro de Relaciones Sindicales. De 1976 a 1979 ostentó la cartera de Gobernación como así se llamaba entonces al ministro de la porra.
Yo tuve relación con él en el Congreso siendo Martín Villa diputado del PP antes de que ocupara cargos importantes en Endesa y en Sogecable. Por eso cuando me vio me dijo: “¿Cómo va Euzkadi Sur?”. Hablé un poco con él y como había leído que se había declarado “federalista” le pregunté si era verdad y si todavía no lo habían expulsado del PP. Se rió y me dijo que el federalismo es igualitario y como a él no le gusta la confederabilidad pues se declara federalista.
Eso fue el miércoles. El lunes había estado en la capital catalana como ponente en “Tribuna de Barcelona” como protagonista directo de aquellos años.
Tras recordar que el peor pecado es “la omisión”, Martin Villa defendió la versión tecnócrata del franquismo de los años 60, al que calificó de “Estado de derecho…administrativo”. “A la muerte de Franco, todo era moderno en España menos el régimen político”, añadió. En esa misma línea, destacó el papel de los “moderados” durante la transición. “Gobernar es mandar, pero también ceder”, aseguró, lo que le llevó a definir el periodo entre la muerte del dictador y las primeras elecciones democráticas como “un proceso de reforma condicionado por los partidarios de la ruptura”. “En un país donde la certeza política nos ha llevado históricamente a matarnos, la bendita inexactitud de la transición nos ayudó a entendernos”, evocó.
Martin Villa tuvo palabras de elogio para el primer Gobierno de la monarquía, presidido por Arias Navarro, que, pese a “no ser democrático” ni tener “la autoridad moral” de un gabinete surgido de las urnas, hizo un trabajo de “reconstrucción”. “Logramos en menos de 200 días lo que no se había conseguido en España en los 200 años precedentes”, afirmó. A la UCD la dibujó como “una empresa para la transición, más que un partido político”, y explicó que el “problema militar” y el de la organización territorial del Estado fueron las dos principales asignaturas pendientes del legado del franquismo. Especialmente la última de ellas, “que ahí sigue”.
Fue entonces cuando sorprendió a más de un presente en la sala al postularse por el federalismo, con la consiguiente “reforma profunda” del Senado y de la Constitución. Una sorpresa que duró poco, tras matizar que no se refería al discurso de “España se rompe”, sino a todo lo contrario. “El café para todos”, es decir, la tendencia a la igualdad al distribuir competencias y restar servicios, es inevitable. Para ello son necesarios más elementos multilaterales de cooperación entre el Estado y las autonomías”, sentenció. “Otra cosa es que haya sentimientos en Catalunya, distintos a los de territorios vecinos, pero eso no equivale a autonomías con menos capacidades para gestionar”.
Llegados a ese punto, Martín Villa se permitió un ejercicio de interpretación de la memoria histórica de lo que pudo haber sido y no fue, y dijo que, sin “la desgracia de la guerra civil”, en “todas las regiones de España hubieran empezado procesos de autonomía durante la Segunda República”. Para despejar cualquier duda sobre el rol que tendría el Gobierno central en ese modelo federal, el conferenciante mencionó como único error de su último período como ministro, antes de la victoria del PSOE en 1982, el de la “atropellada” transferencia a las comunidades de las competencias en educación.
Dicho lo cual, cerró su intervención apelando al famoso espíritu reconciliador de la transición con una frase acuñada por ese mismo Gobierno socialista en 1986, en memoria a los combatientes de la guerra. “Que nunca más el fantasma del odio recorra el territorio español”.
A Rodolfo Martin Villa no le fue nada mal bajo la dictadura, ni en la transición, ni en la democracia. Es un tipo de persona que flota en todos los pozos pero que ilustra bien como fue la muy dudosa transición política de la que ellos tanto se jactan. La actual situación que se vive, en parte, nace de decisiones de aquellos miembros de la UCD y del PSOE que no se atrevieron a reconocer la singularidad vasca, catalana y gallega. Y así nos va. Aunque a él, francamente le ha ido muy bien. Pero, él, como se ve, sigue en su erre que erre de la España homogénea con la capital en Madrid, el rey en La Zarzuela, y el de presidente de Sogecable. Nada nuevo.
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