En septiembre, el PNV celebra el “Día del Partido”, el “Alderdi Eguna”. Y ¿qué es el Partido Nacionalista Vasco?.
Pocos partidos hay aquí que tengan una historia tan larga como éste, y pocos o ninguno que hayan sido más fuertemente combatidos, más ferozmente perseguidos y más sañudamente calumniados.
Fundado por Sabino de Arana en 1895, será de todos los partidos que actúan en nuestro país, con excepción del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), el más antiguo y en Europa, el más antiguo de los de tendencia demócrata-cristiana. Cuando se fundó el PNV el único partido de esa tendencia en Europa era, creemos el “Centrum” alemán. Dom Luigi Sturzo fundó la Democrazia Cristiana de Italia un cuarto de siglo más tarde. A esa tendencia alude la primera palabra del lema del PNV, “Jaungoikoa eta Lege Zarra” (Dios y la Vieja Ley) que considera al hombre, ser trascendente, como su centro y objeto. La segunda parte propone como objetivo del PNV la reintegración foral. Y aquí está el origen de muchos ataques al PNV. Todo lo que se le achaca de ambigüedades está en la mente de sus acusadores, y no en los ideales del Partido. El ideal político sintetizado por “Lagi-Zarra”, es la vuelta al régimen tradicional del País Vasco, y lo que está lleno de ambigüedades es el concepto (o falta de concepto) que los acusadores del PNV tienen del régimen foral. Muchos confunden el régimen foral con los fueros, o sea con la leyes aprobadas por nuestras Cortes o Juntas Generales para concretar por escrito las costumbres, o mejor, leyes consuetudinarias de nuestras regiones. Otros muchos creen que los fueros son privilegios que los reyes de Castilla habían concedido a unas provincias de España. Son éstos los que ahora mismo hablan de “privilegios intolerables”. Desde luego, hay que decir que los que de tal manera opinan, tienen una triste idea de lo que es ser ciudadano constitucional español, de ser súbdito del Gobierno de Madrid, puesto que el no serlo les parece un “privilegio” exorbitante. Son los mismos que llevan siglo y medio “castigando a unas provincias rebeldes” concediéndoles el alto honor de ser “españolas como las demás”, cosa que, al parecer, consideran la más fuerte sanción que se pueda imponer a un país. Y, ¿qué delito habían cometido Navarra y “las provincias” para merecer tan terrible castigo?. Sencillamente, el querer seguir manteniendo su sistema político tradicional: un Rey, fuera el de Navarra primero o -el de Castilla después; que era el jefe de las Fuerzas Armadas y juez supremo; unas asambleas regionales que legislaban para las respectivas regiones y nombraban los administradores y gobernantes, llamadas Cortes en Navarra y Juntas Generales en “las Provincias”. La novedad vino como consecuencia de la Revolución Francesa. El ideal jacobino del unitarismo estatal penetró en España y sigue dominando las mentes de muchísimos españoles. Querían que los pueblos que reconocían a un mismo rey obedecieran a un mismo Gobierno, a un mismo Parlamento y unas mismas leyes. Esta fue la novedad que el País Vasco no quiso aceptar y que aún rechazan las mentes de sus hijos más conscientes. Carlos I de España era Carlos V de Alemania, pero ni España ha sido nunca Alemania, ni Alemania ha sido España. Fernando VIl de Castilla era Fernando III de Navarra, pero Navarra no era castellana, como Castilla no era Navarra. Esa distinción tan clara y tan sencilla es la doctrina fuerista del PNV, como ha sido la de tantísimos fueristas vascos; y es esa distinción la que no cabe en las mentes jacobinizadas de tantísimos “españolistas” de aquí y de otras partes. El régimen foral les parece incompatible con la unidad española. Antes de afirmar eso, ¿por qué no piensan que hasta mediados del pasado siglo era ese el régimen que aquí existía?. ¿Por qué no piensan que su afirmación de incompatibilidad del Fuero con la “unidad española” equivale a la negación de la existencia de la “España una” a lo largo de la historia?. La ambigüedad y la contradicción no están en la doctrina ni en la actuación del PNV que celebra un aniversario más de su larga andadura, el 114, sino en las mentes jacobinizadas de sus enemigos.
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