POR: Vicenç Navarro *
El enjuiciamiento del juez Baltasar Garzón por parte del Tribunal Supremo de España (que en su seno tiene miembros que simpatizan con el golpe militar de 1936), en respuesta a la denuncia realizada por el partido fascista (La Falange) en protesta por el intento de tal juez de llevar a los tribunales a los responsables de los asesinatos realizados por la dictadura, muestra claramente varios hechos que no han sido suficientemente comentados en los medios de información y persuasión que gozan de mayor difusión del país. Uno es que la Transición de la dictadura a la democracia en España fue profundamente inmodélica, pues produjo una democracia muy limitada, en la que las fuerzas que dominaron el aparato del estado dictatorial continúan teniendo una gran influencia sobre el Estado español.
El segundo hecho que tal caso ha mostrado es que el espectro político español está profundamente sesgado a la derecha, mucho más que en la mayoría de países de la UE-15. Las derechas españolas corresponden, en el espectro político europeo, a la ultraderecha. En la Unión Europea, los partidos ultraderechistas han sido los únicos que han apoyado el enjuiciamiento de Garzón, tal como han hecho en España los dirigentes del PP. La gran mayoría de la derecha europea ha denunciado y condenado tal enjuiciamiento y los grandes rotativos conservadores y liberales europeos han denunciado esta bochornosa situación, mostrando con ello que el PP –que apoyó tal enjuiciamiento– es un partido de la ultraderecha europea de raíces franquistas, lo cual también explica su resistencia a condenar aquella dictadura por su nombre. Lo máximo que ha hecho el PP ha sido condenar genéricamente todas las dictaduras totalitarias (en las Cortes Generales, el 20-11-02), sin referirse concretamente a la dictadura franquista por su nombre (ver mi artículo “El PP, ¿un partido franquista?” en www.vnavarro.org).
El tercer hecho que el caso Garzón ha evidenciado es la enorme resistencia de los vencedores y de sus descendientes (biológicos y/o ideológicos) a admitir las enormes atrocidades cometidas por la dictadura y el impacto sumamente negativo que tal dictadura supuso para el desarrollo económico, político, social y cultural español. Esta resistencia de los vencedores y sus descendientes aparece en su persistente referencia a la equidistancia en las atrocidades realizadas por lo que llaman “los dos bandos” de la Guerra Civil. Este argumento, ampliamente reproducido por los vencedores y sus descendientes (que dominan la vida política, mediática y cultural española, sean del color político que sean), pone en la misma balanza a aquellos que lucharon por la democracia y a los que se opusieron a ella. La forma extrema de esta equidistancia aparece en los escritos de Juan José López Burniol y de Gregorio Marañón, que indican que los vencedores tenían tanta razón moral y política como los vencidos, pues ellos (los vencedores) eran buenas personas y también lucharon por sus ideales. Según este relativismo moral y político, no se podría condenar ni a Franco, ni a Hitler, ni a Mussolini, pues todos ellos en su vida personal eran “buenas personas” (seguían la moral convencional de su tiempo) y creían que lo que hacían era lo mejor para España, Alemania e Italia, respectivamente.
Tal equidistancia es, en realidad, más una justificación que una explicación de lo ocurrido en España, intentando ofuscar las responsabilidades habidas en aquel periodo. Poner a los curas y monjas asesinados por los republicanos en las misma categoría que los alcaldes, sindicalistas y miembros de las asociaciones republicanas es ignorar lo que cada uno representaba. Las monjas y los curas eran parte de una institución beligerante, la Iglesia, que había llamado al ejército a que se alzara en contra de un Gobierno enormemente popular y democráticamente elegido. Es comprensible que las clases populares odiaran a la Iglesia (hecho que nunca ha estimulado a la Iglesia a hacer una reflexión sobre por qué era tan odiada) y que unos extremistas quemaran iglesias y asesinaran a curas. Estos hechos deben denunciarse, pero tales desmanes –comprensibles, pero no justificables– no fueron políticas de Estado, como sí que lo fueron los asesinatos sistemáticos de los demócratas republicanos por parte de la dictadura. No sólo el número de muertos, mucho mayor en el lado democrático que en el fascista, sino la naturaleza de los muertos (no todos los muertos son iguales), distinguen a las fuerzas democráticas de los golpistas.
Los vencedores y sus descendientes nunca conocerán el enorme sufrimiento de los vencidos y sus descendientes. No fueron sólo los asesinatos, torturas y exilio, sino también la constante humillación durante 40 años en que el repetido insulto (se les definió como pertenecientes a una raza y/o cultura inferior) no se podía contestar ni siquiera en la intimidad familiar, pues los padres no osaban hablar de ello con sus hijos con el fin de protegerlos. De ahí que hablar de reconciliación como las bases de la Transición y de la actual democracia es idealizar acríticamente un proceso claramente inmodélico. ¿Cómo quieren que la hija de un alcalde republicano asesinado, cuyo cuerpo todavía no se ha encontrado, se reconcilie con un juez del Tribunal Supremo que apoya el golpe militar o con José Juan Toharia, que escribió en El País, nada menos que el 18 de julio (74 aniversario del día del golpe fascista), que los dos bandos eran “fundamentalistas fanáticos”, insultando a todos los que defendieron la democracia?
Por cierto, no se ha hecho todavía la novela o película antifascista perfecta, pues estas tendrían que mostrar que los fascistas eran muy buenas personas (iban a la iglesia, no robaban, les gustaba la música clásica y amaban a sus familias) que, cuando creían que iban a perder sus privilegios, apoyaban a otras que asesinaban, robaban, torturaban y hacían enormes barbaridades para continuar manteniendo sus privilegios. Y ellos, “las buenas personas”, lo sabían. De ahí la enorme necesidad de poder justificar su comportamiento diciendo que los otros también lo hacían.
*Vicenç Navarro es Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra
Garzón tiene lo que se merece. Puso en duda la Ley de la Madre Naturaleza, y los mandamientos básicos también llamado Decálogo, que nos explica y nos insta a respetar unas normas básicas de conviencia.
Garzón se aventuró a diferenciar a los muertos, unos mejores y otros peores. Los buenos muertos y a los que se debe recordar y respetar: sus amigos comunistas o otros rojos, y los malos muertos, la otra mitad más uno de los habitantes de España, también llamados los nacionalistas.
Es una vergüenza que en el siglo XXI existan personas capaces de diferenciar la "calidad"! y bondad de los muertos. Es un asco. Todo muerto se merece el mayor de los respetos, ser llorado y honrado por los suyos.
Y quién sea de la opinión de Garzón, que se vayan a la Haya a vivir del cuento.
PD: fijaos si garzón era odiado, que tanto el PP, PSOE (Felipe Gon), como incluso los etarras le tenían en el punto de mira. garzón era NON-GRATO allí por donde andaba. Se lo ha currado!
Christian Jota.
Publicado por: Christian Johansen | 07/29/2010 en 11:31 a.m.
C.J. provocas menos que Ssra Montiel enseñando muslo.
Hazte un hoemnaje y piérdete txotxolo.
Publicado por: MEMORION | 07/29/2010 en 02:29 p.m.
Estimado Senador, D. Ignacio:
Por casualidad, sin quererlo desde luego, he entrado a participar, como lo he hecho en su Blog.Únicamente buscaba su verdadera posición, sus deseos,referente a la posibilidad de que la selección de fútbol española ganará o no aquella competición contra Holanda.
Me di de bruces con los radicales y sus presupuestos, atentos y refugiados ahora, no tanto en la calle como en su blog y en otros, supongo. Radicales confieso que hace ya tiempo no veía, especialmente en San Sebastian, donde ir de tapas, o pasear por el Bolulevar podía llegar a ser cuanto menos incómodo. Tomar un pintxo y un vino del año en Bartolo Etxea, por ejemplo, podía acabar de forma peculiar.
Bien, casi sin darme cuenta, me hallé provocando a estos muchachos, cayendo en su pobre lenguaje de pintada y no, lo dejo Senador, veo que la intolerenacia, fantasmas del pasado, surgen (porque están aún vivos) en el pebetero de quienes no quieren apagar la llama del odio que no se racionaliza muy bien.
Me despido pues de tan erizada tertulia, mientras tomo mi última alt en el winter garten del Rhin Park, contemplo pasar monótonamente las gabarras por el río, como siempre, invariables, lentas, transportando mil cosas diferentes, unas en una dirección y otras en otra.Como la propia vida.
Agur Jaunak.
Víctor Díaz
DÜsseldorf (RFA)
Publicado por: Víctor Diaz | 07/29/2010 en 05:37 p.m.
Tiene Ud. razón Sr Vicens...
Los "buenos" de antes en realidad son malos, malisimos y los "malos" de antes son buenos, buenesimos. Así de sencillo.
Su escrito es todo un aséptico y documentado ejercicio académico como corresponde a un Catedrático que se precie...
Publicado por: Antxon Gaztelu | 07/30/2010 en 08:43 p.m.
Sr. Vincenç Navarro.
En este tema sobre Garzón, yo distinguiría como mínimo dos cuestiones, una el fondo del tema o sea las victimas de la guerra civil y otra, la forma de actuar de este juez.
Si el juez Garzón, no actuaba conforme a derecho en los actos judiciales relacionados con las muertes, fosas, etc. está bien que le pidan responsabilidades por no acatar la ley.
Otra cosa es la rehabilitación de las víctimas, familiares y demás, que deben de ser rehabilitados,compensados y lo que sea necesario.-
Publicado por: Juan Rua | 07/31/2010 en 03:30 p.m.