MERCEDES Y VICENTE DE AMÉZAGA
Arantzazu Amézaga, a través de una de sus emotivas notas, nos informó (hablo a título personal) de la muerte de su madre, y al referirse a ella, saca a luz, una vez más, el temple de una de nuestras mujeres, modelo de abnegación, ejemplo de patriotismo.
Es un relato sincero, afectuoso, como es en general la vida de toda madre vasca. Pero en el caso concreto de Mercedes Iribarren de Amézaga, Arantza olvida… algunos puntos. Es muy usual que ello suceda, pero es que en este caso, en nosotros, es obligación aportar algunos detalles, para de esta forma tener una más completa historia de esa mujer que acababa de dejarnos.
Conocí al matrimonio Amézaga el 16 de abril de 1942, en el puerto de Buenos Aires, el mismo día que atracó en uno de sus muelles el transatlántico “Río de la Plata”, dando fin a su odisea que, iniciada el 15 de enero de 1941 en Marsella al embarcar en el “Alsina”, prosiguiendo por las cálidas arenas de África, para, atravesando el Atlántico en el “Quanza”, terminar en la capital de la República Argentina.
No fue Mercedes de las mujeres que más se hizo ver en Buenos Aires durante el año y medio que le tocó vivir: En Aberri Eguna, Iñaki Deuna, Mikel Deuna… Tenía una familia que criar, un hogar que sostener Lo contrario en el caso de su esposo Bingen. Estaban en todo. Como en algunos momentos de su vida me tocó estar muy cerca de él, le admiré desde los primeros días, tanto por su cultura, su erudición, su elegancia en el hablar y escribir, como por su sencillez y bonhomía, por su patriotismo sin límites.
Recuerdo un día, en Montevideo, en su casa de Francisco de Araucho. Con nosotros, el R.P. Pedro de Goikoetxea, los tres arreglando nuestro mundo. “Vosotros no valéis un pito”, nos dijo sonriendo el P. Goikoetxea. “Lo que sois lo debéis a vuestras respectivas esposas”. Y luego, dirigiéndose a Bingen, agregó: “¡Qué hubiera sido de tí si Mercedes no hubiera estado a tu lado en todo este peregrinar por el mundo”. Era la gran verdad. Bingen sonrió a su vez, y con voz muy apagada le dice: “Pero que no se entere…”.
Pasaron los años. Un día escribo una nota sobre Bingen. Mercedes, desde Alzuza, Nabarra, con fecha 11 de agosto de 1979, me escribe unas líneas. Me decía: “En estos momentos en que nuestra Patria, la juventud, aún no conoce a los hombres patriotas de nuestra generación que lo dieron todo y trabajaron día y noche por el retorno a la Patria y verla libre de todo yugo, muchos como mi marido, por desgracia, no lo han podido ver, pero han dejado una descendencia que podrá vivirla y seguir trabajando en ella para hacerla aun más grande”.
Lo dieron todo… trabajando día y noche… para verla libre de todo yugo. Y tú, Mercedes, entretanto, ¿qué?. Lo dicho por el P. Goikoetxea y que debe ser repetido una y mil veces… todo lo debéis a vuestras respectivas esposas. Es la gran verdad. Mil sinsabores, dos guerras, dos, tres, cuatro … exilios, toda una vida dura de hogar, la crianza de cinco hijos… y todavía sonriente para recibir al esposo.
La última vez que la vi, fue por Iñaki Deuna de 1955 en el Centro Vasco de Caracas. Ellos llegaban, yo estaba en vísperas de salir.
En Buenos Aires, con Joxe Mary de Lasarte, Tellagorri, Amézaga… cuántas veces hablamos del “Alsina”. Niceto Alcalá Zamora escribió “441 días: un viaje azaroso entre Francia y la Argentina”. Tella en su “París Abandonada” y todos ellos por aquí y por allá dejaron algo escrito. Pero no la historia de que se lamenta Arantza. Voy a ver si, en estas noches de nuestro invierno, recorro las páginas encuadernadas de la colección de “Euzko Deya” de Buenos Aires y con algunos datos que otros, me las arreglo para escribir algún artículo sobre aquella odisea, donde las mujeres como Mercedes fueron el verdadero sostén de todos odisea, donde las mujeres como Mercedes fueron el verdadero sostén de todo aquellos patriotas que hicieron de su vida una entrega total a la causa de Euzkadi. Uno de ellos fue Vicente de Amézaga, una de ellas Mercedes Iribarren de Amézaga, prototipo de la verdadera mujer patriota y vasca.
Mercedes, GOYAN BEGO. Eta zuri Arantza,biotzez, nire naigabe, zintzo-ena.
Andoni de Soraluze
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