Don Juan Carlos ha cumplido 35 años en el trono y, aunque con menor intensidad que en otras ocasiones, las laudatorias han vuelto a bruñir con Aladdin su regia armadura. La tradición exige que, coincidiendo con el aniversario, se glorifique especialmente el pilotaje de la dictadura a la democracia de quien fue designado a dedo por el dictador. Su papel en la Transición, según se nos dice, justificaría que él y sus herederos sigan ciñendo la corona, que al fin y al cabo da al país un toque retro muy elegante. De ahí que aceptemos, sin más, pulpo como animal de compañía, cuando lo normal sería constatar que si el rey optó por la democracia fue porque no tenía otro camino. ¿Acaso alguien podía imaginarse en 1975 una restauración del absolutismo?.