Acabo de llegar de Buenos Aires. Doce horas de avión y una conexión a Bilbao. Y ya, por fin, en casa. Con este tiempo triste y lluvioso que tanto se echa en falta cuando se anda por esos mundos de Dios.
El viernes pasado salí hacia Ezeiza. Me recibió en Buenos Aires el matrimonio Uriarte, una pareja de esas clásicas, de toda la vida, con sus grandes valores sobre todo lo habido y por haber y a flor de piel. El sábado estábamos en Mar del Plata, así como el domingo en su Semana Nacional Vasca. Noventa Centros Vasco y un entusiasmo que por aquí quisiéramos.