Este trabajo histórico sobre la actitud de la Jerarquía Eclesiástica Española de La Cruzada, presumiblemente fue hecho por Javier de Landaburu para ilustrar lo que significó aquella postura tan beligerante y tan poco cristiana, de unos clérigos que enarbolaron la espada en lugar del evangelio. Decía así:
El pueblo vasco, que comprende las diócesis de Vitoria, de Pamplona y gran parte de la de Bayona, es considerado por cuantos lo han estudiado de cerca como uno de los más religiosos del Occidente de Europa. Sobre todo, es un pueblo donde un extenso núcleo de familias profesa la religión cristiana de modo consciente, libre de la rutina y de atisbos de misoneísmo. Por eso las inquietudes de orden religioso surgen allí espontáneamente y toman cuerpo con frecuencia en debates públicos, en la prensa periódica, en libros apologéticos y ascéticos. Y al contacto de las ideas y hechos contrarios al pensamiento religioso del pueblo, se levanta poderosa la reacción y se organiza luego la defensa. Este fenómeno que ha sido estudiado, mediante tests apropiados y estadísticas, por el Instituto Vasco de Investigaciones, aparece ostensible en todo al siglo 19 y en lo que va del siglo 20. No se trata, pues, de un pueblo que por cierta inercia heredada o por atavismo inconsciente profesa la religión, sino de una comunidad étnica que observa los preceptos de orden religioso con regularidad, que mantiene en vigencia el código moral inspirado en los dogmas cristianos y que hace brotar de su seno inmenso número de apóstoles del Evangelio, como puede verse por la rica estadística de las vocaciones eclesiásticas de nuestras diócesis. No se manifiesta el espíritu profundamente religioso del pueblo vasco solo por un fenómeno de resistencia a la irreligión que en olas sucesivas tiende a invadir su campo, sino también por un empuje espontáneo hacia la expansión de sus creencias y de su modo de vida cristiana. La enorme proporción de los fieles practicantes, los numerosos círculos de estudios religiosos que las asociaciones de jóvenes y de obreros habían establecido en el país vasco antes la última guerra civil, el gran número de vocaciones eclesiásticas y de misioneros vascos son, cuando menos, un indicio de la verdad de cuanto decimos. Así se comprende que, entre los vascos, las instituciones de asistencia social, de seguros de enfermedad, de accidentes, de vejez, los sindicatos cristianos de obreros y campesinos, y en general las asociaciones profesionales y otras que tendían a conservar la Justicia y el equilibrio social, tuviesen una fuerza que superaba mucho a la de entidades análogas de los países circunvecinos, como puede comprobarse por los anuarios estadísticos del movimiento social tanto en España como en Francia.
En un clima espiritual, donde el ideal religioso se hallaba tan a flor de la conciencia, donde la justicia es considerada como inseparable de la idea de Dios y el orden moral y jurídico imposibles sin religión, el pueblo es particularmente sensible a hechos y conductas que contradicen esta su actitud. De ahí la crisis extraordinariamente peligrosa por la que va pasando la población vasca sometida al Estado español desde que estalló en España la última guerra civil: No nos referimos a que sufre menoscabo precisamente la conciencia religiosa de los mejor dotados, pues éstos saben demasiado que sus motivos de credibilidad siguen teniendo igual valor hoy como antaño, sino a otro fenómeno que desde aquella fecha va ganando terreno entre las masas y buen número de sus élites: aludimos principalmente al profundo cambio que se va operando en todo el ámbito del país vasco en cuanto a su adhesión y obediencia a la autoridad del Romano Pontífice y de los demás jerarcas de la Iglesia Católica. ¿A qué se debe este cambio de actitud en un pueblo, antes tan adicto a la jerarquía eclesiástica?. Vamos a enumerar brevemente algunos hechos que nadie puede negar.
1.-.Estalló la guerra civil en España. La declararon quienes no tenían autoridad para ello, obligando a la fuerza a sumarse a su movimiento a todas las tropas que cayeron en su zona de influencia desde el primer momento. La inmensa mayoría del pueblo vasco, con sus autoridades a la cabeza, consideró criminal esta conducta y no se sumó a los insurgentes. El mismo obispo de Vitoria que, “mal informado" como él lo confeso, creyó justo sumarse a la rebelión, nos vino a decir después que la actitud de los vascos estaba conforme con la razón y con la justicia. Entre tanto, los demás obispos de España declararon con el Obispo de Tuy que “la mano Omnipotente de Dios había suscitado el alzamiento", y en consecuencia condenaron la resistencia que oponían los vascos a la rebelión. Y aquella Carta Colectiva firmada por la mayor parte de los Obispos españoles censuraba y condenaba la actitud de los vascos. Como la conducta de los Obispos españoles ha sido considerada después como expresión fiel de toda la Iglesia Católica, sin que ninguna voz bastante autorizada lo haya desmentido, de ahí ha surgido un primer conflicto entre el concepto que el vasco tiene de la justicia y por lo tanto de Dios, y el que ha mostrado tener la jerarquía eclesiástica.
2.- EI Arzobispo de Burgos, en su boletín oficial, publicó una Carta Pastoral en la que, aludiendo a los vascos, declaraba que éstos habían incurrido en excomunión al resistir a los rebeldes que fueron a someterlos. Esta declaración publicada por un obispo que tenía jurisdicción en el país vasco y que fue objeto de una protesta elevada ante la Santa Sede por el entonces obispo de Vitoria, no ha sido rectificada por el interesado ni por la Sede Apostólica, lo que ha contribuido a perfilar más marcadamente el conflicto entre el concepto vasco de la Justicia y el de las autoridades eclesiásticas.
3.- Los jerarcas de la Iglesia católica inspirados según decían en su religión, disimularon y aprobaron las matanzas de millares de ciudadanos no beligerantes (Vid. Carta Colectiva de los Obispos de España a los de todo el Mundo); los vascos, fundados en su concepto de Dios y de la justicia, condenaban tales hechos.
4.- Los Obispos españoles y con ellos los demás que aprobaron la citada Carta Colectiva y la conducta de los insurgentes en la guerra civil española, inspirados en su religión, disimularon y aprobaron, el inmenso latrocinio que era la expoliación de bienes de los adversarios políticos solo por el hecho de no haberse sumado a la rebelión o haber resistido a ella; el concepto vasco de la justicia y de Dios, no es compatible con tal actitud y aparece, desde entonces, en pugna con el de los Obispos de la Iglesia Católica.
5.- El Prelado que rigió los destinos de la diócesis vasca de Vitoria durante casi toda la guerra civil, publicó en su boletín oficial: "Diciendo España, digo la Iglesia. Amar España es amar lo que hay de mas grande y más sublime. Menospreciarla es menospreciar lo que hay de más sagrado. Amad a España, y amaréis a Dios”. Estas palabras, que son expresión clara del concepto de la patria como fin supremo, de la patria-dios, no fueron rectificados por ninguna autoridad de la Iglesia Católica, y crearon en la conciencia vasca a la que con ellas se trataba de forzar, un nuevo conflicto que ha dejado profundas huellas en el ambiente de nuestro pueblo.
6.- El señor Cura de la parroquia de Begoña, deseando poner a salvo las joyas de la basílica de Nuestra Señora de Begoña, ordenó que fuesen llevadas a Francia con todas las garantías de seguridad que exigía el caso. Hombres sin conciencia las robaron y las pusieran en manos de las autoridades rebeldes. Poco después este robo fue hecho público como acto de rescate legítimo; en cambio, la conducta del cura de Begoña y la de las autoridades vascas que le secundaron en su noble empeño, fue presentada como un incalificable robo sacrílego. Y para celebrar aquella hazaña de malhechores y para condenar la noble actitud del Cura de Begoña y de sus colaboradores, se reunieron las autoridades rebeldes, la eclesiástica y el Nuncio de Su Santidad en Begoña y allí celebraron un acto de "desagravio" ante la efigie de la Virgen. Ante esta infamia no se levantó ninguna voz autorizada de la Iglesia Católica. Aquella calumniosa comedia continúa todavía flotando en la conciencia de los vascos, acusando a los jerarcas de la Iglesia Católica.
7.- El concepto que los jerarcas de la Iglesia tienen de la Justicia y de su religión está de acuerdo con los encarcelamientos y destierros de centenares de sacerdotes vascos, condenados solo porque no fueron adictos a los partidas insurgentes antes de la guerra o porque no se creyeron obligados a rebelarse. Y no solo aprobaron tales condenas, sino además no atendieron las voces de los condenados que de su prisión y destierro pedían ser juzgados conforme al Derecho Canónico y por autoridades competentes. Todavía después de doce años que hace que empezaron tales condenas y tales reclamaciones, ninguna autoridad de la Iglesia Católica siente inquietudes por restituir el orden lesionado y hacer a quien Ia reclama. Y naturalmente esta conducta de los jerarcas eclesiásticos, esta falta de sensibilidad y de sed de justicia está en conflicto con la conciencia religiosa vasca.
8.- Muchos sacerdotes vascos fueron fusilados por los insurgentes sin previo proceso judicial, sin defensa ni protesta de parte de las autoridades eclesiásticas; a varios de ellos no se los ha concedido aún después de doce años tierra sagrada, están sepultados como animales en los campos. Los jerarcas de la Iglesia Católica que han conocido estos hechos, no solo no han condenado a las autoridades insurgentes que tales asesinatos, cometieron, (mientras que a los vascos declararon incursos en excomunión no solo no han protestado contra la muchedumbre de calumnias que los asesinos y sus partidarios proyectaron sobre la memoria de aquellos sacerdotes, sino que (como el Cardenal Gomá, en carta abierta a D. José Antonio de Aguirre) algunos de ellos, contribuyeron positivamente a la campaña calumniosa, no se ha dado cuenta de sus muertes en el boletín eclesiástico de su diócesis, ni se ha celebrado ningún oficio fúnebre en sufragio de sus almas en ninguna iglesia católica. Estos hechos han producido gran mella en Ia antigua adhesión del pueblo vasco a la jerarquía eclesiástica católica.
9.- Hace varios años una parte del clero vasco denunció estos y otros hechos ante los Jerarcas de la Iglesia Católica y elevó un largo escrito al romano Pontífice, pidiendo que tantos sacerdotes condenados sin ser oídos por las autoridades eclesiásticas de acuerdo con los insurgentes, fuesen oídos ante un tribunal competente conforme al derecho canónico. Todavía no han tenido contestación alguna. Esto ha inducido a muchos a pensar que en los jerarcas de la Iglesia Católica el celo por la justicia no produce inquietud alguna.
10.- Los jerarcas de la Iglesia Católica en España se han mostrado conformes con la “Ley de Responsabilidades políticas" en la que se declaran condenados a diversas penas, pérdidas de bienes, etc. millares y millares de ciudadanos por el solo hecho de haber pertenecido antes de la guerra a partidos contrarios a los insurgentes o por no haberse sumado a la rebelión. Bajo el peso de esa ley inicua gemían centenares de miles de ciudadanos, cuando el Romano Pontífice dirigió una alocución a España y al Caudillo que tal ley había promulgado, llamando engañados a quienes en las cárceles, en el destierro y los campos de concentración estaban reducidos a la miseria, sometidos a mil suertes de penalidades, afligidos por muertes de sus familiares y elogiaba sin reserva a Franco, artífice de tantas desdichas y maldades. Esto abrió una brecha profunda entre nuestro pueblo y la jerarquía católica.
11. -EI Gobierno de Franco suprimió la libertad de asociarse a los obreros para defender sus derechos profesionales. Los jerarcas de la iglesia Católica no solo no protestan contra tal conducta, sino al contrario, declaran con el Arzobispo de Toledo que la Iglesia nunca tuvo en España tanta libertad como ahora. Esto ha revelado a muchos que los atropellos contra la justicia no significan ninguna merma para la libertad de la Iglesia: que donde sufre la justicia no sufre la Iglesia. En el concepto vasco de la religión, donde sufre la justicia sufre Dios, sufre la religión.
12.- Franco arrebató los últimos restos de la autonomía vasca; suprimió las escuelas vascas, la prensa vasca, las instituciones culturales vascas; no permite la publicación de obras, revistas ni periódicos o diarios en lengua vasca; Franco ha deshecho pues el pueblo vasco como tal pueblo, ha cometido en los vascos un criminal etnocidio. Los jerarcas de la Iglesia española han aprobado este crimen y han secundado y secundan al tirano en esta obra de destrucción de nuestro pueblo. Los vascos que opusieron resistencia a esta destrucción han sido declarados enemigos de la cruzada por los jerarcas españoles y han sido objeto de la calificación de engañados por el Romano Pontífice en su ya citada alocución. En cambio, ante la conciencia religiosa del vasco la supresión de un pueblo, el etnocidio, no es compatible con su concepto de religión.
13.- La Iglesia Católica persigue a los sacerdotes vascos, principalmente a los que se han distinguido por su amor a las esencias vascas, los ha calumniado (el Cardenal Gomá, el Arzobispo de Burgos, Monseñor Laucirica) declarando que se han metido en política; no permite la enseñanza de la lengua vasca ni de ninguna disciplina que se refiera al pueblo vasco (psicología de la comunidad vasca, sociología vasca, historia religiosa vasca) en los seminarios situados ni permite los ejercicios de predicación y de catequesis en lengua vasca; en el país vasco; envía a las diócesis vascas prelados que ignoran la lengua de los vascos, prelados conforme a la voluntad del conquistador y tirano del pueblo vasco. Estos hechos son incompatibles con el concepto que el vasco tiene de la religión, y por religión el vasco se va alejando de la Iglesia Católica.
Jo
Que malos y tontos estos curas...
Con lo bien que vivían en la II Republica, gozando de libertad religiosa y de culto y sin que les matasen, expulsasen o quemasen sus Iglesias ¿verdad?
Lo que no entiendo, Senador, es que hicieron Uds hasta 1977 siendo un partido confesional...
Supongo que será parte de la coherencia de quienes condenan a voz en grito la censura y, a su vez, la practican "sotto voce"... ¿no?
Publicado por: Antxon Gaztelu | 03/20/2011 en 09:12 a.m.
Malos y tontos no lo sé, pero que algunos de ellos, se vengaron y ayudaron a cometer injusticias graves contra inocentes y el pueblo en su conjunto, sin duda alguna.-
Publicado por: Juan Rua | 03/20/2011 en 11:32 a.m.
Antxon,
Los que apoyamos al PNV lo hacemos por Vascos. Y lo de la religion, es nuestro punto menos vulnerable. Y esta carta escrita a 12 años del levantamiento ilegal de Franco ayuda a entender por que el PNV es mas vasco que cristiano: la iglesia española nos excomulgo a los vascos por haber luchado en contra de Franco. "Yippi!"
Este es un buen momento para parafrasear a Hatuey, el ultimo jefe indio de los Indios Siboney de Cuba. En Santiago de cuba fui a visitar el lugar donde fue quemado en la hoguera, condenado por herege, por la Santa Inquisicion Española. Alli hay una placa que dice que antes de morir el gran inquisidor le ofrecio a Hatuey salvar su alma si besaba la efigie de cristo. Hatuey le respondio que no queria volver a ver un Español nunca jamas y que preferia condenarse.
Pues eso: si todos los fachas han ido al cielo, por favor a mi como vasca, que me dejen excomulgada.
Publicado por: txilinasti | 03/20/2011 en 07:53 p.m.
Txilinasti
Excusatio non petita...
Publicado por: Antxon Gaztelu | 03/20/2011 en 08:50 p.m.
Sí. Una iglesia que fue incapaz, entre otras cosas, de denunciar hechos como el bombardeo Gernika y catalogar la guerra civil como la más santa de las guerras, equiparandola a una cruzada.
En otro orden de cosas y en otro contexto distinto, hay temas históricos que se repiten. Pongo como ejemplo los nombramientos de los últimos obispos vascos, que reflejan un alejamiento de la realidad pastoral vasca.
haritz
Publicado por: haritz | 03/21/2011 en 09:28 a.m.
El tema Gaztelu, no somos nosotros los vascos sino los curas fascistas. ¿Está Vd. de acuerdo con la actitud del clero español de apoyo total a Franco ? ¿sí o no?
Yo veo en Euskadi las iglesias vacías y al PNV fuerte.
Y veo también que la iglesia española actial está en la extrema derecha y en la caverna más profunda.
Y me importa un bledo.
Publicado por: MINTXISKO | 03/21/2011 en 09:44 a.m.
Parece que esten todos despidiendo a alguien.
!Que foto mas vergonzante!
Publicado por: Juan Rua | 03/22/2011 en 11:43 a.m.
Hombre, esto de que nadie pueda negar estos hechos, no sé, si no me lo permite pues nada, pero a mí me gustaría negar por ejemplo el punto primero, por engañoso, por retorcido y sobre todo por falso. El resto no los voy a leer porque me apena su apostasía, que una vez más se fundamenta en convertir lo accidental en esencia.
Que la inmensa mayoría del pueblo vasco, con sus autoridades a la cabeza, considerase criminal esta conducta y no se sumase a los insurgentes, es falso de pe a pa.
Por desgracia para muchos vascos, otros tantos vascos se sumaron al golpe. De vascos alaveses y navarros ni hablamos. De vascos por España ni te cuento. Y de jeltzales que anduvieron un mes pensándoselo, pues eso, que no lo tenían claro. Ese mes y las boinas rojas hay gente que piensa que fueron decisivos para el devenir de la Guerra en el norte de España. El obispo de Vitoria, como tantos otros vascos y españoles, primero se sumó y luego se dio cuenta de lo que aquello era, igual que Unamuno, que también era vasco. Olaechea, fue de los que no cambió de rumbo, y además de firmar la carta conjunta, bautizó por primera vez a la Guerra Civil con el nombre de Cruzada. Sí, Marcelino Olaechea Loizaga, obispo de Pamplona. Junto a Olaechea otros obispos españoles firmaron la carta, después de ocho mil religiosos muertos y tropecientos saqueos, quemas de iglesias, profanaciones en nombre de la libertad, etcétera. En su carta también escribieron cosas como estas:
“Al estallar la guerra hemos lamentado el doloroso hecho, más que nadie, porque ella es siempre un mal gravísimo, que muchas veces no compensan bienes problemáticos, porque nuestra misión es de reconciliación y de paz: "Et in terra pax". Desde sus comienzos hemos tenido las manos levantados al cielo para que cese.”
“Que la Iglesia, a pesar de su espíritu de paz, y de no haber querido la guerra ni haber colaborado en ella, no podía ser indiferente en la lucha: se lo impedía su doctrina y su espíritu el sentido de conservación y la experiencia de Rusia.”
Como siempre de su boca, lo circunstancial se convierte en sustancia. Resulta que de estos hechos penosos ha surgido un primer conflicto entre el concepto que el vasco tiene de la justicia y por lo tanto de Dios, y el que ha mostrado tener la jerarquía eclesiástica. Efectivamente, hay muchos cristianos vascos que se alejan cada vez más de la jerarquía de la iglesia vasca, porque tienen ese mismo sentimiento: su justicia y la de Dios no son la misma. Entendemos el sentido profundo de la fe y de la existencia de la Iglesia como algo universal.
Una vez más escribe con autoridad en nombre de lo vasco y de los vascos. Olaechea también lo hizo.
Publicado por: Bakea eta egia | 03/22/2011 en 05:50 p.m.