UNAS CONSIDERACIONES SOBRE SU REALIZACIÓN DRAMÁTICA
A Jelalde.
Por: Manuel de la Sota (1934)
Mientras tanto el Rey Don Enrique IV había llegado a Burgos con intención, según parece, de calmar los ánimos, “é como creyese la parte del Conde de Haro estoviese mas poderosa e desease aquella oviese vitoria, (permítasenos hacer resaltar que también al Rey se le veía la oreja, como vulgarmente se dice), detóvose más de quanto debiera, y entre tanto la batalla de los Condes se dio cerca de Monguía, ques muy cercana a la muy noble villa de Bermeo, donde la gente del Conde de Treviño a quien mucho ayudoles la aspereza de la tierra, sobró a la muchedumbre de la gente del Conde de Haro, donde muy ásperamente por ambas partes la batalla se peleó; pero a la fin como quiera quel Conde de Haro pelease animosamente como muy valiente caballero y esforzase mucho su gente, todavía ovo de ser desbaratado, é mucha della muerta, de la qual se afirma ser perdidos más de mil hombres, de los quales fueron bien trecientos de caballo, entre los quales fue muerto Alvaro de Cartagena, caballero mucho esforzado; y el Conde de Salinas, Don Diego, é Don Luis de Velasco primo del Conde de Haro con gran trabajo se pudieron salvar; y el Conde de Haro fuera allí muerto o preso, salvo porque fue bien guiado por algunos que la tierra sabían, é por muy ásperos é montuosos caminos con gran trabajo se pudo salvar”.
Con tamaña bravura destrozaron nuestros antepasados estos imperialistas designios de los hispanos y del traidor Conde de Haro, el cual -como dice Mosen Diego de Valera- “si creyera el consejo de su excelente padre, no viniera aquel rompimiento que vino con su primo, ni tomara por enemiga la nación de Vizcaya”.
Así, pues, de lo transcrito podrá inferir el lector, que no es preciso recurrir a los textos geniales de Arana-Goiri para demostrar que el origen de aquella guerra fue una violación del derecho nacional vasco, que terminó con una espantosa derrota de las huestes hispanas, y hasta en aquel entonces, las relaciones de los vascos con los monarcas castellanos era la misma que existía entre aquéllos y los reyes de otros países.
En Irugara
El primer acto de “Libe” transcurre en el huerto-jardín y contornos de la casería de Irugara -mansión campestre del Señor de Bilala -en las cercanías de Gernika, una tarde del mes de julio de 1470. Sabino, amigo enamemorado de los senderos montañosos de nuestra patria, debió de acariciar frecuentemente con sus ojos el escenario que nos describe, en sus excursiones de Sukarieta a Gernika. Y con su fecunda imaginación se trasladaría a aquellos años pretéritos, viendo con existencia real las embarcaciones veleras que arribaban en el puerto de Gernika, al pueblo de este nombre recostado en un próximo ribazo, con sus casas de mercaderes y sus blancos caseríos, con la iglesia de Santa María a medio edificar en un alto y la de San Juan Bautista abajo, y en último término, más elevada, la ermita jutadera de la Antigua, y cerca de ella, en medio del campo, un corpulento roble solitario. A la derecha el cónico alto de Koznoaga, y en la lejanía las cimas de Arrigoitia.
Matxino, fiel servidor
No hace falta poseer ingenio desacostumbrado para suponer que el Señor de Bilala tenía a su servicio un viejo mayordomo. Y aunque Sabino no menciona este personaje en su “Libe”, yo me ha permitido extraerlo de la paz de un cementerio aldeano, para conducirlo a la escena. Este es Longin de Igotz, con quien comienza y termina la obra, representación del humilde pueblo bizkaino, a quien llaman Matxino, por su carácter rebelde. Es viejo y fibroso, como tronco de vid, tiene ojos penetrantes y gesto inteligente; recio y leal se expresa, porque atesora un corazón que no deja de vibrar con los años. La plata que brota sobre su cráneo, es toda la riqueza que posee. Es el más viejo servidor del Señor de Bilala, mejor dicho, el amigo inconmovible que contesta y nunca pregunta, mejor dicho, el perro fiel que ladra poco y muerde cuando se necesita. En torno de los que ama merodea siempre, y hasta durmiendo en sueños vela. Encarnación del espíritu de la raza, parece eterno como ella, por eso, junto al cadáver inmolado de Libe, en vez de llorar, habla con acento viril a las generaciones futuras de la patria. Matxino no muere; una vez terminado el último acto de la obra, volverá a dormir a la paz de su cementetio aldeano, para volver a despertar tan pronto como cualquier poeta le llame.
Didaka, el aventurero
Sabino puso en el escenario el gesto vagamares de unas embarcaciones veleras. Atento a su insinuación me he permitido crear el tipo de marino vasco joven, y como tal aventurero. Ágil y resuelto irrumpirá en escena Didaka de Erezoñar. Veintidós años llenos de fuerza, irreflexión y alegría. La aventura le atrae como un imán misterioso, y le llaman Uin porque siente en el alma la hermandad de las olas del mar. Viste de marino, y de lejos se adivina que su fuerte no es lo presunción, carencia que no se nota, pues de pies a cabeza se halla acicalado con la distinción de su raza. Marcha ebrio de misterio “hacia tierras que nadie conoce... cielos que los hombres no vieron... mares de colores distintos...”. Pero el destino un día le devolverá a su patria, para morir en el campo de batalla, como la ola más loca en la playa.
Sanoriñe o el amor puro
Una pequeña crueldad cometió Sabino -¡Ata Sabin!- con Libe. No le deparó una amiga de corazón, en quien confiar sus alegrías e inquietudes. Y como bien sé yo que nuestro Sabin no se enfadaría porque crease este pequeño consuelo para su protagonista, he osado inventar el personaje de Sanoriñe de Ereñozar, dulce e inmutable, que se presenta en escena con el espíritu dolorido, pues es hermana de Didaka el aventurero. Veinte años, algunas penas en el alma pues, y esa aureola enigmática que la virginidad imprime en los seres. Es muy bonita, por lo tanto su corazón seguramente podría contarnos algo que nos revelase el ritmo de su vida. Pero no, me temo que Sanorine hasta la muerte continuará siendo un precioso enigma que sonríe. Y cuando al caer el telón del último acto, queda sola la pobre Sanorine, huérfana de todo lo que más quería, no podré menos que rogarlo me perdone por haberla traído sin su permiso a este mundo de dolores.
Otros dos aventureros
En este primer acto hacen también su fugaz aparición Iban de Natxitua, Izkiñuso y Bindemel de Ea, Ologaro, personajes que tampoco se hallan en el original de Sabino. Son compañeros de Didaka, por lo cual no creo que será preciso declarar, que parecen hechos con el mismo molde que éste. En el transcurso de la obra, pasarán por las mismas vicisitudes que su amigo inseparable.
Libe
Después de que Didaka ha partido, Matxino y Sanoriñe han callado tristemente, mientras viene volando desde la lejanía la canción esperanzada de los marinos. Se ha abierto la pequeña puerta de la casería de Irugara, y en su dintel ha hecho aparición la figura de Libe de Bilala. A pesar de su corta edad, no tiene más de 18 años, se halla en la plenitud de su feminidad, y en la fértil primavera de su vida, brotan frondosos las pasiones y los sentimientos. Libe es toda amor, amor grande y generoso, aire que roba de la felicidad a la pesadumbre, marcando el rumbo bonancible o cruel de su existencia. Ama a un hombre, a pesar de ella, comprendiendo ser ese su amor enemigo, que una fatalidad sobrenatural le impone. Ama a su patria como un deber sagrado e ineludible, que no se atrevería a discutirlo, como nunca osaría indagar las causas de su acendrado amor a Dios. La incompatibilidad de aquellos dos amores, es la que traza la historia de la pasión y muerte de Libe de Bilala. Este personaje maravilloso, centro vivificador de toda la obra, es creación exclusiva de Sabino, y gloria imperecedera de su talento privilegiado.
Tres apoderados
En el original de Sabino, el acto primero principia con un soliloquio de Libe, entrecortado por las conversaciones de tres grupos de apoderados que vuelven de las Juntas de Gernika. Esta escena, que conservaría teatralidad al ser transformada “Libe” en ópera, la perdería presentada como obra dramática, y con objeto de obviar este inconveniente, y de conservar al mismo tiempo el propósito de Sabino, he creado los caracteres de Todul de Botiolatz, apoderado de la República de Fruniz; Silban de Armotxeri, apoderado de la de Forua, y Domeka de Gaztiburu, de la de Kortezubi, cuyas palabras reflejan la idea de Sabino.
Diego, o el caballero del amor
Antes de presentar a este personaje quisiera hacer una observación. Se ha hablado mucho del odio que profesaba Sabino a los maketos. Al crear este personaje podía haberlo exteriorizado, denigrándolo a su gusto, ya que la ocasión se le presentaba bien propicia. Mas Sabino no lo hizo así, antes por el contrario, con un exceso de delicadeza, nos lo presenta como un dechado de caballerosidad. A mi juicio, el tal Don Diego no es más que uno de tantos aristócratas castellanos, y por lo tanto, desviándome un poco de la trayectoria de Sabino, me he atrevido a resaltar algunos de los defectos de este personaje histórico. He aquí cómo lo presento. Don Diego de Sarmiento y otra tronada de retumbantes apellidos castellanos, Conde de Salinas y título de un sinfín de miserables villorrios, aparece andando despreocupadamente, ya que su empaque señorial no lo pone en uso, hasta que presume que pueda haber en su derredor, ojos que le admiren. Con los treinta años de Don Diego, un hombre de mediano sentido, podría haber realizado treinta cosas útiles por lo menos; pero Don Diego considera, a pesar de no ser tonto, que su gran mérito en este mundo, es el haber nacido aristócrata castellano, para satisfacción de propios y extraños. Si no fuese lo que hoy en día llamamos un señorito, no hubiera pasado desapercibido entre los mortales, ya que el muchacho nació avispado; mas la prosapia de su linaje y su constante evocar las hazañas que acometieron sus antepasados -Don Diego es de los que no descienden de aquel Adán vulgarote que fue nuestro padre común- no le permiten ocuparse de los menesteres de este planeta. Es simpático, adulador, falso con distinción, y posee un “aquello” atrayente; en una palabra, es el prototipo de galán, que hace saltar de gozo el corazón de las mujeres, en un principio. Después... con la ayuda de Dios, todo puede aguantarse en esta vida.
Un escudero
Como no creo que haya existido un caballero sin escudero, y atento a un refrán español que dice “el escudero de Guadalajara, de lo que promete a la noche nada hay a la mañana”, me he permitido crear el tipo de Chirrichote (palabra con que se designa en la Mancha a necios y presumidos) para acompañamiento del citado Conde castellano, y breve esparcimiento de los espectadores. Los escuderos que nos presenta la literatura española han sido en todo tiempo unos consumados granujas, y nuestro Chirrichote, por lo tanto, no había de ser una excepción. Y como al que esto escribe no le gusta hablar mal de la gente, va a pasar por alto la enumeración de las demás cualidades del escudero.
El Señor de Bilala; todo un señor
Otro de los personajes ideados por Sabino, con rasgos certeros y humanos, es éste Fortun Gontzal de Mungia, Señor de Bilala, a quien, como dice su fiel Matxino, “señor le hacen sus buenas obras y no las de sus mayores”. Recio, alto y membrudo, a Bilala no le pesan sobre los hombros los sesenta años que ha cumplido. Patriota sin flaquezas, es un magnífico exponente de la raza vasca, de indomable voluntad y conducta inflexible. Es una honrosa excepción, en medio de aquella horda de nobles bizkainos, linajudos bandidos que ensangrentaron con sus banderías el suelo patrio, y sacrificaron la independencia de Euzkadi, a su orgullo y ambición.
Andima o el caudillo
Andima de Abendaño -otro de los personajes originales de Sabino- es uno de esos hombres que ha nacido con vocación de caudillo. Y debería saber esta importante cualidad de su psicología, pues se mueve silvestremente desorientado por la vida a causa de no conocerla, disfrazando su impetuoso temperamento hacia fines, cuya posesión le sume en desengaño. Hasta en tanto que un buen día, el alma le ascienda al oído y le declare: “Andima, has nacido caudillo”, éste, a pesar de su noble corazón y de su clara inteligencia, seguirá haciendo cosas de novillo montaraz. Y por si esto fuera poco, Andima se halla enamorado y menospreciado por ella. Caso que en verdad nos asombra, ya que Andima es el más acabado ejemplar de masculinidad que pisa la escena en este drama. Se nos olvidaba decir -detalle de capital importancia- que se halla en los 22 años de su edad. Por todo lo expuesto, nadie se extrañará al ver irrumpir vertiginosamente en el escenario al joven Señor de la Torre de Ugarte de Muxika.
Amigos
A Andima, lo mismo que a Libe, nos présenta Sabino huérfanos de alguna amistad. Para salvar esta laguna he lanzado a escena en pos de Andima, a Narkis de Gizaburuaga y Kuireka de Martiartu. Así como en amor el 2 es el tipo ideal -pasando de este número se inicia la tragedia- en lides de amistad el número 3 es el más recomendable.
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