El pasado domingo 27 de marzo aparecía en Deia un artículo de Txema Montero titulado "Conversación entre las nubes: Arthur Koestler y Carlos Haya". En él hablaba de estos dos personajes y reproducía una curiosa conversación de los dos en pleno vuelo. El artículo me recordó un trabajo que hice con la figura de Marcel Junod, el médico suizo que en la guerra hizo de puente y negoció la salida de presos vascos, sobre todo mujeres y niños, de las cárceles de la Cruzada, entre otros de la familia de Irujo. Aquel trabajo lo publicó el departamento de Justicia del Gobierno Vasco regentado por Joseba Azkarraga.
No me resisto a reproducir el pasaje en el que Marcel Junod habla de Arthur Koestler y narra, de otra manera, lo que cuenta Txema Montero:
Y pensar que bastaba un pequeño milagro: cambiar de sitio a aquellos hombres, para que recuperasen la libertad y estuviesen a salvo…
En el vestíbulo del Hotel Inglés de Valencia, veía pasar a veces a una mujer muy hermosa, algo altanera, que rezumaba toda la nobleza de Sevilla.
—Muy guapa —había murmurado el mozo sin poder impedírselo—. Y me susurró:
—Es un rehén de alcurnia.
Así, me enteré de que se trataba de la mujer de un aviador franquista. No la habían detenido; le permitían alojarse en el hotel, pero estaba sometida a estrecha vigilancia por la policía. Su encanto y su belleza habían influido, sin lugar a dudas, en el trato preferencial que se le dispensaba.
En el Ministerio, el Sr. Giral me habló de ella. Acababa de recibir, por mediación de la Embajada Británica, una lista con veinte nombres de republicanos presos en Sevilla. El General Queipo de Llano los ofrecía a todos ellos generosamente a cambio de la mujer del aviador. El ministro sonrió astutamente:
—Queipo quiere seducirnos, pero yo no entro en el juego... Hagan ustedes una contrapropuesta. Un hombre nos interesa, uno solo. No es español, pero es un amigo de la República. Se llama Koestler.
—Koestler... No lo conozco.
—Es un periodista húngaro que Franco ha condenado a muerte por haber enviado artículos a un periódico inglés. Por favor, envíe usted un telegrama urgente a Ginebra, porque su vida está en peligro.
—En cuanto vuelva, llamaré por teléfono.
—Y, ¿cómo van los otros canjes?
—Ya ve usted que Salamanca se interesa por los aviadores. Nuestros delegados en la otra zona tienen muchas esperanzas. Le pido que tenga paciencia. Parece que se preparan largas listas de ofrecimientos y solicitudes.
—¿Y el italiano de la Cárcel Modelo?
El Ministro Giral conocía el caso por mí. Le había hablado a menudo de mis visitas a la cárcel. Y el ministro se enteraba de cosas sorprendentes por mediación de un extranjero. Se quedó estupefacto cuando le dije que, a veces, había corregido las listas oficiales de los presos en tal o cual cárcel.
—¿El italiano...? Su estado de ánimo no es muy bueno... Imagínese, señor ministro, hace dos meses que vive con la esperanza de ser canjeado y con el temor de que lo acribillen a balazos a la mañana siguiente. Voy a verlo todas las semanas para que no se desanime y tenga paciencia.
“Tenga paciencia”, “espere”, eran las palabras que repetía yo cien veces al día en los calabozos de los presos o en las oficinas de miembros del Gobierno. Tanta insistencia acaba por ser persuasiva. Y ya se había alcanzado un objetivo: aquellos hombres desesperanzados, aquellos condenados que aguardaban la muerte, ya no podían ser olvidados por la mano que los golpeaba. Nuestras listas hacían omnipresentes su sufrimiento y su espantosa ansiedad. Al igual que un llamamiento urgente, estaba allí su nombre, en el escritorio del presidente, en el escritorio del ministro. Y, frente a su nombre, figuraba el del prisionero contrario, que respondería, en adelante, por su muerte, hombre por hombre, cabeza por cabeza.
Koestler por la hermosa sevillana
¿Koestler a cambio de la hermosa sevillana?
Sí, Salamanca estuvo de acuerdo.
Continuaron las negociaciones sobre la realización del canje. Koestler estaba en la Línea, en la frontera con Gibraltar, pero los franquistas no lo dejarían pasar a territorio británico hasta que la mujer del aviador no estuviese a bordo de un buque inglés.
Yo opinaba que correspondía a Leech, Ministro de Gran Bretaña en Valencia, el honor de acompañar a la noble sevillana hasta el portalón del buque Hunter. La radio comunicó la noticia a Gibraltar. El pequeño periodista húngaro que Franco iba a fusilar salió en libertad.
Destinos cruzados: Arthur Koestler se dirigiría hacia el éxito. A partir de entonces, sus libros lo hicieron famoso. La hermosa sevillana, por su parte, ocho días después, llevaría luto: su marido cayó de un avión en llamas en el frente de Madrid...
Y el juego continuaba: se canjeaban las vidas, lista por lista, individualmente o en grupos.
Habían pasado seis meses desde mi visita al Presidente Largo Caballero. Semprebene, que seguía vivo, fue incluido finalmente en una lista aceptada por ambos bandos. Junto a él se canjearon otros italianos y algunos alemanes.
Una clara mañana de verano, el Dr. Martí, jefe de la Delegación del CICR (Cruz Roja Internacional) en Valencia, los acompañó en un coche de la policía hasta el puerto, donde esperaba una lancha británica. Se reunieron algunos curiosos.
— Rápido —se les dijo a los prisioneros—.Y, sobre todo, no hagan ruido
Subieron rápido a bordo. Martí quedó sólo en el muelle, rodeado de la muchedumbre que iba en aumento. Motor. La lancha se alejaba.
-Ah!. ¡Los cohinos!.
Apretados en la lancha, los italianos habían comenzado a cantar a voz en grito Giovinezza.
Los españoles se volvieron hacia Martí, indignados, amenazadores.
No sabían que, del otro lado, los marinos del Komsomol cruzaban, en ese preciso momento, la frontera francesa.
He aquí el testimonio de Marcel Junod que completa la historia del domingo de Txema Montero.
Magnífico. Ya di cuenta en el egeregio Blog de Erkoreka de aquel artículo de Txema Montero, recomendándolo.
Sólo le faltó decir al abogado tomatero lo que de nuevo no se senala en este post de este grato Blog. Me refiero a la circunstancia de que Koestler escribió en alemán, era húngaro de una época en que Budapest era una ciudad de la monarquía doble austro-húngara, pero de cultura alemana, como los suabos de Hungría incluso en la actualidad. Por anadidura era judío.
Yo vivo en el barrio judío que se levantó en Budapest antes de la segunda guerra mundial, en la calle Poszony (Poszony es el nombre húngaro de Bratislava, actual capital de Eslovaquia), y él quizás era de la zona de la calle Dóhany (calle del Tabaco), donde nación T. Erzl, al fundador del sionismo.
Espere, senador, voy a buscarlo en Internet quizás...
................ Sí, aquí está, justo lo que adiviné; nació en la calle Szív, pequena bocacalle de Dohany, detrás de la gran sinagoga:
http://beszelo.c3.hu/cikkek/arthur-koestler-szobranak-avatasa
(al principio del segundo párrafo)
Koestler era un genio, hay que decirlo.
Publicado por: Donatien Martinez-Labegerie | 04/01/2011 en 02:48 p.m.
Arthur Koestler j se hizo famoso a costa de un secuestro. Le sirvió para hacerse famoso y vivir bien en Inglaterra. Perdió sus raíces por el camino o que?.
CJota.
Publicado por: Christian Johansen | 04/02/2011 en 12:07 a.m.
Nuevamente intereses y conveniencias
Publicado por: Horacio Olguín Juárez | 09/02/2019 en 04:13 a.m.