José Ignacio Salazar Arechalde
Se analiza la vida de Santiago de Arana desde diversas perspectivas. Fue uno de los principales constructores navales en la ría de Bilbao a mediados del siglo XIX, estuvo al frente del gobierno local de la Anteiglesia de Abando durante unos años y participo, en una época, de la idea de anexión jurisdiccional con Bilbao. Estas facetas de hombre de empresa no se deben olvidar junto a la más conocida del carlista militante.
Palabras clave: Santiago Arana, Sabino Arana, empresario, Abando, Bilbao, carlista.
Santiago Aranaren bi munduak
Santiago de Aranaren bizitza hainbat ikuspegitatik aztertzen du egileak. Bilboko ibaiko itsasontzi-egile nagusiene-takoa izan zen XIX. mendearen erdialdean, Abandoko elizateko gobernua zuzendu zuen urteetan eta garai batean elizate hori Bilborekin batzearen aldeko agertu zen. Enpresa-gizona izateaz gain, ezagunagoa zen karlista militantearen alderdia.
Gako hitzak: Santiago Arana, enpresa-gizona, Sabino Arana, Abando, Bilbo. karlista.
Que sabemos de la vida y actividades del padre de Sabino Arana?. Constructor de barcos, defensor de la causa carlista y muy poco más. Desde la información que algunos archivos públicos locales nos aportan, como Alcalde que fue de la Anteiglesia de Abando o en sus relaciones con el Ayuntamiento de Bilbao, pretendemos perfilar mejor la biografía de una persona que tuvo que influir en la personalidad del fundador del Nacionalismo Vasco.
1. Casi un desconocido
Quien fue Santiago de Arana Ansotegui, es una pregunta que, en general, puede dejar más o menos indiferente a quien la escucha. Si la formulamos de manera distinta y preguntamos quien fue el padre de Sabino Arana, nuestro interlocutor probablemente mostrará una mayor atención. Y es que Don Santiago probablemente mostraría una cierta perplejidad si le indicásemos que su quehacer como armador de barcos en la ría muy pocos lo conocen y aun menos saben que fuera alcalde de Abando y personaje influyente en la Anteiglesia. Su rasgo biográfico más significativo, lejos estaba el de saberlo, es el de ser padre del padre del nacionalismo vasco: Sabino Arana.
Y bien, qué sabemos de sus orígenes, a qué se dedicó en su labor profesional, cuándo y cómo la inició, cuáles fueron sus relaciones con sus competidores, con las autoridades bilbaínas, como gestionó el Ayuntamiento de Abando, cuál fue su punto de vista en relación con un tema fundamental para Bilbao y Abando como fue el proceso de anexión de la Anteiglesia. Encontramos pocas respuestas, copiadas invariablemente de la misma fuente documental y, además, muy parcas.
Las escasas referencias a su vida proceden de unas notas que dejo escritas su hija Paulina y que utilizó Pedro Basaldua en su biografía de Sabino Arana. A ello se debe añadir algunos datos relativos a la construcción de buques que su otro hijo, Luis, poseía y que aprovechó el historiador bilbaíno Teófilo Guiard en su libro "La industria naval vizcaína". Esas son las fuentes documentales de las que se han valido quienes se han ocupado de nuestro personaje.
A partir de esos datos y solo de ellos, los diferentes autores que se han acercado al personaje -José María Areilza, Maximino García Venero, Stanley Payne, Javier Corcuera; Jon Juaristi- han analizado la vida de Santiago. Han interpretado su biografía con mimbres tan escasos que han precisado de la intuición, a veces tan traicionera, de su mayor o menor talento literario o del contexto económico o social. Pero aquí debe salir al paso la investigación histórica en busca de los datos tan útiles para precisar, matizar o, aun, modificar interpretaciones propias del ensayo.
Santiago fue, en efecto, uno de los principales constructores navales en la ría a mediados del siglo XIX y defensor de la causa carlista, hasta el punto de participar en el levantamiento de 1872, escondiendo al general Uribarri y aportando importantes cantidades en la compra de armas.
Empecemos por precisar la fecha de su nacimiento. Nació Santiago el 24 de mayo de 1823 en la Anteiglesia de Abando, siendo bautizado en su parroquia de San Vicente. Era el hijo mayor de Fernando Arana y Narcisa Ansotegui, siendo sus hermanos Andrés y Pilar, nacidos en 1826 y 1828 respectivamente. Andrés fue también dueño de astilleros e igualmente Alcalde de la República de Abando.
Casó en 1844 con Pascuala de Goiri, que aunque nacida en Bilbao pasó a residir a la anteiglesia con pocos años. Era su suegro Benito de Goiri, carpintero dedicado también a la construcción de buques del que sabemos ejecutaba esta actividad en 1830 en la orilla de la ría bilbaína, en Ripa.
Con la derrota de sus ideales, el quebranto económico, la enfermedad y la muerte de su hijo mayor Juan, llegó su final el 2 de junio de 1883.
2. Constructor de barcos en Ripa
Su prestigio como constructor de barcos lo atestiguan los casi 100 barcos botados en sus astilleros durante los años 1848 a 1871. ¿Cuándo inició su actividad constructora?. ¿Heredó de su padre los astilleros de Ripa?. José María de Areilza en un ensayo esencialmente literario, así lo insinúa cuando escribe "El viejo astillero que poseía la familia a orillas del Nervión fue renovado y agrandado por su iniciativa como constructor y armador a la vez que era, de buques mercantes”. La vetustez del astillero la dan los años pero nada indica Areilza en concreto sobre esa posible instalación. Al contrario, los documentos, menos literarios que los artículos del Conde de Motrico, van en otra dirección. Además, sabemos que en el primer tercio de siglo se vivió en la ría una larga situación de languidez en la construcción naval debida a la libertad de compra de barcos en el extranjero desde 1818, ratificada en 1829 en el Código de Comercio.
Fueron la ley de 1 de noviembre de 1837 que prohibía la introducción de buques extranjeros y la implantación del derecho diferencial de bandera en 1841, los revulsivos que animaron una actividad clave para la ría bilbaína. Esta nueva situación fue aprovechada de forma inteligente por algunos industriales emprendedores. En el Archivo Histórico Municipal hemos hallado una solicitud de Arana de 22 de septiembre de 1847, inicios de su actividad, en la que pide en alquiler por 2 o 3 años, un terreno en el sitio llamado astilleros de Ripa, ocupado con anterioridad por el también constructor fallecido Antonio Achurra, al objeto de construir un buque, dice, de mayores dimensiones.
Aquí, con 24 años de edad, ya se presenta en el escrito como maestro constructor de buques mercantes, lo que parece indicar que, aun siendo en los inicios de su actividad, no es el primero de los buques que construye o bien ha intervenido en su ejecución, como lo viene a indicar un artículo en la revista Patria en el que se dice que para los 21 años abrió ya astillero. La autorización del uso de la campa era competencia tanto del Ayuntamiento bilbaíno, como de la Junta de Comercio, propietarios que la compraron a mediados del siglo XVIII a José Ordóñez Barraicua. Consiguió finalmente el terreno, no sin ciertas dificultades porque pese al beneplácito de las dos instituciones, otro constructor de barcos del lugar Manuel Cortabitarte, presentó demanda contra Arana por considerar que se ocupaba una parte de los terrenos que aquel también tenía en arriendo. La demanda suponía la suspensión de los trabajos de ejecución de la quilla del buque que construía Arana, con el consiguiente perjuicio para sus intereses.
Ayuntamiento y Junta discrepan de la actuación de Cortabitarte, le reconvienen para llegar a un acuerdo razonable y la Junta le despide, en un primer momento, del arriendo que Cortabitarte disfrutaba. Finalmente la cuestión quedó zanjada en una reunión en la que participaron todas las partes involucradas acuerdo plasmado en un plano elaborado por el arquitecto municipal Antonio Goicoechea.
El terreno de la campa de Ripa ocupaba una superficie aproximada de 13720 pies y formaba parte de un espacio industrial utilizado cuando menos desde los años treinta. El principal constructor en la zona era Manuel Cortabitarte arrendatario de unos 81000 pies, pero también existían otras actividades como la fundición de Leloup (3200 pies) y otros talleres como el de Pedro Guinea y Felipe Echegaray.
El primer año completo en Ripa construyó 5 barcos, a los que siguieron otros 5, 6, 7 y 10 los años posteriores. El auge constructor en el cauce fluvial no lo reflejan solo los fríos datos estadísticos que ofrecemos. Vecinos y foráneos, entre sorprendidos y satisfechos, plasman las novedades que sus ojos contemplan por vez primera.
"En los astilleros hay mucha animación y en toda la ría habrá unos doce barcos en construcción, pues ahora en cualquier rincón se construyen barcos. En Ripa hay seis, y en donde se hicieron los paquetes correos se están haciendo tres corbetas".
Esta carta de 1854 se complementa con otra fechada dos años más tarde.
"La construcción de barcos va también en aumento, pues ya todos los que se construyen son bergantines grandes y corbetas, y son ya muy pocos los quechemarines y goletas que se hacen en cualquier sitio. El día pasado se botó un quechemarín al agua desde encima del muelle, enfrente de la fundición de Abando, donde se ha formado una especie de astillero, y como al caer al agua tenía que saltar de una altura de dos varas, porque el agua no llegaba hasta el muelle, hubo mucha gente a ver y saltó muy bien"
No pueden ser más claras ni expresivas las palabras reflejadas en este epistolario recogido por Juan Carlos de Gortázar y que, sin duda, hacen referencia, entre otros a los astilleros de Santiago Arana y, probablemente, a los de su hermano Andrés.
El negocio iba, nunca mejor dicho, viento en popa y es precisamente a mediados de la década cuando Arana empieza a materializar sus ganancias. Fue en 1854 cuando adquiere el solar donde construye su casona de Albia como veremos más adelante. En 1858 comprará también un terreno junto a la ría en el barrio de Indauchu Olabeaga entre el almacén del Consulado la casa de Tiburcio Recacoechea y caminos sobre el muelle de una superficie de 10.144 pies. Tasado inicialmente en una cantidad de 12.680 reales fue adquirido en 25.440 reales después de diferentes pujas. Por la ubicación de estos terrenos se pueden tratar de los que ubicaron, al menos parcialmente, la empresa de Diques secos que constituyó en 1868 con su hijo Juan, Abaitua, Pradera, Coste, Vildosola y Urigüen y que es el antecedente directo de los afamados astilleros Euskalduna.
Según su hija Paulina tiempo antes del levantamiento carlista, dejo de construir buques, dato coincidente con la lista que ofrece Guiard en la que aparece como último barco construido en 1871 el Conchita. El periodo más fecundo como veremos, es la década de los años cincuenta, tiempo en que construyó más de la mitad de sus barcos y aunque el tamaño de los construidos posteriormente era mayor, se observa con claridad que los nuevos tiempos y la nueva tecnología, antes de la segunda guerra carlista, afectaron a los astilleros de la ría que seguía construyendo buques de madera.
Número de barco construidos por Santiago Arana :
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3.-En el gobierno local de Abando.
Fue Don Santiago una de las personalidades más influyentes en Abando a mediados del siglo XIX, tiempo en el que consiguió cargos de importancia en el gobierno de la Anteiglesia. Ello no quiere decir, como de alguna manera se insinúa, que la familia Arana ocupara a lo largo de todo el siglo, y aun en siglos anteriores, constantemente cargos en el Ayuntamiento. Jon Juaristi habla de hidalgüelos rurales encaramados desde hacía siglos en la cúspide de la sociedad aldeana añadiendo que el padre y el abuelo de Sabino Arana habían sido Alcaldes de Abando.
Sin embargo, de un análisis de los libros de acuerdos de Abando se extraen otro tipo de datos. Fernando de Arana, padre de Santiago no consta ejerciese nunca como Alcalde de la Anteiglesia y éste lo es desde el 2 de octubre de 1854 al 12 de marzo 1857, es decir, dos años y medio escasos. Con posteridad fue también concejal entre 1863 y 1866. Relacionado de alguna manera con el gobierno local, ejerció como mayordomo de la fábrica de la parroquia de San Vicente cuando menos en 1857,1858,1860,1861 y 1863. Fue asimismo apoderado de Abando en Juntas Generales en 1856.
En términos generales esa es la presencia de la familia de Santiago Arana en el gobierno local de Abando durante todo el siglo XIX. No parece excesivo bagaje para situarla, en lo más alto de la sociedad aldeana, concepto también inadecuado porque solo desde el desconocimiento, como veremos, se puede calificar a la sociedad de Abando de mediados de siglo XIX como de aldeana. Pero desde el punto de vista del ensayista que presenta a esta familia añorando viejas glorias en su casona de Albia, este es un escenario si no imprescindible cuando menos muy conveniente para poder describir la profunda caída familiar y el proceso de rabia y depresión que supuestamente acaeció en su seno.
Antes de analizar los aspectos más relevantes de su gestión, es preciso indicar las características más importantes de la Anteiglesia que tuvo que dirigir. Y es que Abando no era el típico municipio rural, de escasa población, dedicada con exclusividad a la actividad rural. Por el contrario, era, sin duda, la más urbana de las Anteiglesias vizcaínas. De los 8 barrios en que tradicionalmente se dividía su jurisdicción, al menos los de Bilbao la Vieja, Ripa Olabeaga y Zorroza poco diferían en su forma de vida de la que podía tener Bilbao. Colindancia física, hasta el punto de que el primero no dejaba de ser sino la continuación del arrabal de la Villa de igual nombre. Los otros 3, a orilla de la ría, ubicaban un número nada desdeñable de establecimientos fabriles como astilleros, fundiciones, carpinterías, almacenes...
Además, dos hechos de importancia reforzaron la vinculación de Abando con Bilbao. El primero fue la construcción en 1848 del nuevo puente que uniría el Arenal bilbaíno con Albia y Ripa y que en el fondo, formaba parte de un plan de comunicaciones más amplio porque unía el camino de Balmaseda que atravesaba de punta a punta todo el municipio de Abando. El otro, años más tarde, fue la instalación de la estación de tren que, casi de manera obligada, se realizó en la Anteiglesia y que supuso un cambio de fisonomía en una parte importante de su territorio.
Ese es el Abando de entreguerras en el que vivió, trabajó y también tuvo que gestionar durante un tiempo.
Como hemos dicho, Arana fue Alcalde durante dos años y medio. Y en su gestión, que se traduce en múltiples acuerdos desgranados de sus libros de actas, podemos deslindar actividades varias.
La coyuntura del momento, el temible cólera morbo, ofrece ejemplos de actuación que además de las religiosas (Te Deum), son de índole sanitaria. Las necesidades de camas para los enfermos, obligó al Ayuntamiento a pedir unas salas en el hospital militar denegadas por el Comandante. Se hizo, por tanto, necesario habilitar un hospital en la llamada casa Bayo con 12 camas para recoger a los más afectados, en especial los vecinos pobres del barrio de Bilbao la Vieja y a pagar a 3 médicos los servicios realizados en este barrio. Durante la primera mitad del año siguiente continuaron las acciones del gobierno local encabezado por Arana. Instalación de un hospital para pobres con 3 camas en Mena, suspensión de entierros públicos y adaptación de la ermita de Basurto para los enfermos.
A cuenta de la epidemia y del uso que el Ayuntamiento hizo como hospital del ex-convento de San 73 Francisco en la jurisdicción de Abando, se suscitó reclamación de la Anteiglesia con intervención del Gobernador Civil.
A fin de año rindió Arana la cuenta de gastos del hospital con un alcance a su favor de 6.029 reales que se acordó reintegrárselos porque, ¡Qué tiempos aquellos!, había satisfecho el Alcalde de su propio bolsillo. Por la carga de trabajo adicional del año derivada de la enfermedad también se aprobaron cantidades suplementarias que se abonaron al enterrador, médico, cirujano y secretario municipal.
La gestión ordinaria se dirige a la mejora de las infraestructuras, disciplina urbanística, ayudas a necesitados... Las dos obras públicas principales de este mandato fueron, sin duda, la construcción del nuevo cementerio y el remozamiento de La Campa de Albia con la colocación de 30 bancos. El primero, junto a la parroquia de San Vicente, tuvo una vida corta porque su ubicación central futura a Bilbao lo hicieron desaparecer. El segundo, sin embargo, representó el primer esbozo de creación de un espacio público de recreo y esparcimiento que todavía hoy se puede disfrutar.
La vida eclesiástica no es ajena al gobierno municipal en aquel tiempo. El pórtico de la Iglesia, desaparecido al final de la primera guerra Carlista, es ejecutado de nuevo bajo proyecto del arquitecto Hormaeche. También es en el mismo ayuntamiento donde se formó una comisión para adquirir un órgano. La adquisición fue casi una cuestión personal para Arana porque la compra del terreno a la fábrica de la Iglesia para construir su nueva casona en Albia por 20.000 reales, la condicionó a que el destino de esa cantidad fuera para su compra. Ya siendo alcalde, se acuerda pedir autorización a la Diputación y poco después se preocupa de sacar una plaza de sacerdote organista dotada con 3.300 reales anuales que recae en Anacleto Inchaurbe. La Anteiglesia tenía ya organista pero le faltaba el órgano. Y es que todavía a mediados de 1.856 se lamentaba Don Santiago de que las obras del órgano estaban totalmente abandonadas.
Aunque el nombramiento de curas beneficiados no competía a la Anteiglesia sino al patrono, es obvio que de manera más o menos oficiosa aquella lo conocía y trataba de influir en la selección. Así se refleja en el nombramiento de N. Illarramendi elegido por el Marqués de Vallehermoso, al que la corporación indica que en lo sucesivo pida informe al ayuntamiento antes de la elección. También ve insuficiente el número de curas del Cabildo en razón del numeroso vecindario y lo esparramado que se encuentra. Por eso pide que se incremente en tres, destinados a las ermitas de Basurto, Zorroza y San Adrián, gestión que se encomienda al mismo Arana y que se alarga sin resultado efectivo. Y es que ese incremento no gozaba de la unanimidad de todos los sacerdotes, tres se mostraban conformes y uno discrepaba. La decisión municipal en este caso no deja de tener tintes de una cierta zorrería aldeana. Se acuerda dirigirse al Obispado proponiendo que informen solo los tres primeros curas y, en su vista, decida el Primado.
Finalmente hay que mencionar que también es facultad municipal el nombramiento del mayordomo de la fábrica de la parroquia de San Vicente y de las numerosas cofradías eclesiásticas existentes.
La situación de dos municipios colindantes como Abando y Bilbao con problemas e intereses comunes, no puede menos de generar relaciones a veces conflictivas, a veces de colaboración. En los años que Arana fue Alcalde se dieron ambas circunstancias. Cuestión candente fue el uso del Convento de San Francisco como hospital para coléricos, a lo que se opuso Abando con firmeza y que el propio Ayuntamiento de la Villa consideraba enervaba al vecindario de la Anteiglesia que, en este caso, adoptó una posición inflexible. Aquí no hubo posibilidad de acuerdo.
Otras cuestiones también polémicas tuvieron mejor final. Así, la construcción del nuevo puente colgante de alambres obligaba a ocupar un espacio público de Abando. A la inicial oposición de ésta a la que no se había consultado, siguió un proceso de negociación y un acuerdo final. Algo similar sucedió con el camino que saliendo de los aledaños del Puente de Isabel II se dirigía al barrio de Ripa
La imagen de municipios enfrentados, eco de la eterna querella histórica entre la Vizcaya originaria, la Tierra Llana, y las Villas de nueva creación, sin negarla, hay que matizarla. Hay conflictos, hay desencuentros pero también hay arreglos y hay transacciones en donde, de nuevo, el pragmatismo, tanto de Abando como de Bilbao sale a relucir.
Lo cierto es que en época de Don Santiago como alcalde de Abando y ya posteriormente, los acuerdos y actuaciones de la anteiglesia recuerdan mucho más a los de una villa urbana como Bilbao que a los de los municipios rurales vizcaínos. Un ejemplo muy claro lo podemos ver en la instalación del ferrocarril. La novedad técnica, lejos de ser considerada una modernidad intolerable en la bucólica planicie abandotarra, es algo necesaria para el futuro de los pueblos, se trata ni más ni menos que de
"un gran proyecto, uno de los medios más importantes que viene directamente en utilidad y provecho del vecindario... desde está pronto a subvenir para los gastos de su construcción en proporción con los demás ayuntamientos... aunque tiene escasos recursos, es muy útil para todos los pueblos en general la ejecución del ferrocarril tan deseado... hará sacrificios porque un sacrificio tan deseado tenga efectos".
Si en su negocio particular Arana no tiene ninguna prevención hacia el futuro, a la cabeza del ayuntamiento se muestra casi entusiasmado con la instalación ferroviaria. No es extraño por tanto que años después fuese nombrado representante municipal junto a José María Ortiz de la Riva en la cuestión del establecimiento de contribuciones especiales relacionadas con la subvención del ferrocarril.
Las cuestiones políticas de carácter general que trascendían las cuestiones meramente locales, también llegaban a la sala del consistorio. La ley de desamortización civil y eclesiástica de 1 de mayo de 1855, se consideraba que vulneraba la de 25 de octubre de 1839 y de allí la rotunda oposición que mostraba el Señorío a través de la Diputación y las Juntas Generales. El asunto llegó a los municipios que, por conducto de ayuntamientos y alcaldes, tenían una importante misión en su ejecución. Así, cualquier solicitud de compra de bienes públicos debía suspenderse en su tramitación porque no se podía enajenar hasta que la ley quedase sin efecto. Además, los alcaldes debían entregar una relación de los bienes incluidos en la ley bajo amenaza de multa, lo que provocó la dimisión del ayuntamiento de Abando y posteriormente la de su alcalde, Santiago de Arana, obligado a presentarse al gobernador civil, dimisión que duró pocas semanas. Todavía el 6 de junio, presto a expirar el plazo de entrega de relación de bienes objeto de la ley, se responde por el ayuntamiento de forma diplomática y un tanto retórica que no se mandará relación alguna.
4. La cuestión de la anexión jurisdiccional
La anexión de Abando por Bilbao fue asunto de vital importancia para el futuro de la villa. Suscitó, en general, fuertes discrepancias entre los municipios implicados y fue origen de interminables querellas. La actitud anexionista de la Villa, era contestada por la Anteiglesia con una firme oposición prácticamente desde que se inició el proceso en 1821. Sin embargo, esa realidad hay que matizarla cuando menos en momentos concretos del largo proceso, momentos algunos de ellos precisamente protagonizado por Santiago de Arana.
Por eso la visión de Arana como jaunchu rural que aborrece Bilbao y que rumia con sus hijos Sabino y Luís en su casa de Albia la malhadada anexión, no deja de ser un tanto simple y preconcebida. Y es que en 1858, Don Santiago contacta con el Ayuntamiento o, por mejor decir, éste con aquel, para indagar y, en su caso, proponer una posible unión de los dos municipios. En 1857 el Ayuntamiento de Bilbao retoma el viejo ideal de extensión jurisdiccional a costa del de Abando. Desde 1821 muchas fueron las gestiones pero también los olvidos, en orden a lograr ese fin. Y es que en 1857, como había sucedido en 1834, los ediles bilbaínos deben de empezar a buscar el expediente administrativo porque, al parecer, nadie sabía dónde se encontraba. Los concejales, no sin cierta perplejidad, exponían en una sesión plenaria que debía hallarse en el Ministerio de Gobernación según noticias que les había suministrado el Conde de Balmaseda y Ramón Echevarría. En cualquier caso, es el regidor Manuel Berge quien expone el trascendental asunto al resto de corporativos en el entendimiento de que bajo determinadas condiciones (agregación total, eliminación de peajes en los puentes y extensión de beneficencia y educación) la mayor parte del vecindario aceptaría la anexión.
La intervención de Arana se producirá con ocasión de la petición realizada al concejal Gabriel María Orbegozo de un terreno en Ripa que ocupaba Manuel Cortabitarte, quien cesaba en su actividad de construcción de barcos. El concejal vio la oportunidad de recurrir a Santiago "teniendo que el dicho Arana puede ser una de las personas más influyentes en el buen resultado de la unión jurisdiccional del pueblo de Abando al de Bilbao insinuando el señor Orbegozo a dicha persona que esperaba que contribuyese a dicho fin e indicase también con que otras personas debía contarse para el objeto indicado".
A tal efecto se constituyó una comisión compuesta por tres concejales y al poco tiempo Orbegozo comunica al Ayuntamiento que "Santiago Arana ha quedado de acuerdo en meditar e indicar las personas con quienes crea debe tocarse el asunto de la nueva jurisdicción". El 1 de febrero de 1858 el mismo concejal da cuenta de las gestiones indicando que seguía "Don Santiago Arana trabajando en sentido de preparar la opinión pública del vecindario de Abando para la unión voluntaria de dicha jurisdicción a la de Bilbao, lo que parece se presenta en muy buen estado pero todavía se continua gestionando hasta que se considere llegado el momento oportuno en que debe verse de intentarlo".
Parece claro que Arana asume el encargo de trabajar por la unidad jurisdiccional y su persona de contacto es el concejal Orbegozo. Ante la pregunta del Gobernador sobre la existencia de un expediente de extensión jurisdiccional, vuelve Arana a salir a la palestra aunque aquí sin citarle expresamente. En efecto, indicaba el Ayuntamiento al Gobernador que
" recientemente y como la agregación que más importa era la de Abando, había alguna persona que trataba de procurar que viniese la idea del vecindario de la misma Anteiglesia a cuyo objeto trabajaba, por creer que esto era lo conveniente y más breve"
A fin de año, Orbegozo da cuenta al Ayuntamiento de las gestiones:
" ha conferenciado con Don Santiago Arana en orden al parecer de los vecinos de Abando sobre el asunto ampliación jurisdiccional de Bilbao, que según la opinión de aquel en los barrios de Bilbao la Vieja, Ripa y Olabeaga parece que la opinión del vecindario en lo general podrá hallarse algo propicia a la idea de unidad, pero que no cree lo mismo con respecto a los habitantes de la parte alta de dicha anteiglesia: que cree por lo tanto, que por ahora debía estar a la expectativa para observar que personas son las que pueden influir, y estar a la mira, mediante que y también se halla próxima la designación de Alcalde y Teniente para el próximo bienio, que podría contribuir mucho en uno u otro sentido. El Excmo. Ayuntamiento quedó enterado y en la idea de la conveniencia de que una elección para dichos cargos de personas que miren con favorable predisposición el pensamiento de la unidad de dicho pueblo a Bilbao sería muy acertada, encargó a los señores Garitagoitia y Zorrozua procuren ver si pueden influir, para que se consiga"...."
Hasta aquí los datos hallados en el libro de Acuerdos. Es interesante resaltar que de los poco mas de 5000 vecinos que tenía la Anteiglesia en 1860, son los barrios más urbanos y más cercanos al mundo de la Villa los que verían con mejores ojos una unión con Bilbao. Ripa, donde se encontraban los astilleros de Arana, Olabeaga, barrio fabril y Bilbao la Vieja, en el fondo prolongación de la Villa, podían estar más cerca de la unión jurisdiccional, pero no dejaban de ser una minoría en el conjunto de Abando, un apoyo insuficiente para conseguir la ansiada unión que propugnaban los bilbaínos.
Las gestiones de Arana y Orbegozo, como es sabido, no dieron resultado alguno si bien queda cabe preguntarse cuál hubiese sido la trayectoria vital de Santiago y, por ende, la de sus hijos Sabino y Luís si la anexión se hubiese llevado a cabo en esta época y ésta hubiese sido propiciada y alentada por Santiago de Arana.
Dejemos la especulación y volvamos al serio y a veces, para algunos, aburrido documento. Y es que Bilbao siguió luchando por su ampliación territorial al tiempo que la Anteiglesia defendía con uñas y dientes su integridad territorial. Pero Abando no se limitó a adoptar una posición meramente defensiva. En efecto, en 1860 a la vista de la presión bilbaína, la Anteiglesia decide formar un expediente administrativo al que denomina "proyecto de plano de nueva población", tratando en suma de asumir un papel director en la que se adivina inevitable trasformación de Abando como población netamente urbana, ante el imparable crecimiento de la población de la Villa.
Precisamente para llevar a cabo ese proyecto y en razón de "la importancia y gravedad del asunto", nombra una comisión formada por cinco miembros de la corporación y cinco vecinos entre los que figura Santiago de Arana. Constituida la Junta del proyecto de nueva población propone al Ayuntamiento, en el breve tiempo de un mes, el levantamiento de un plano que comprenda las calles que se deben formar en las zonas más pobladas, industriosas y mejor comunicadas con la ría. Se trata especialmente de Ripa, carretera de Isabel II, estación, camino de la iglesia y casa consistorial. Acepta el Ayuntamiento la propuesta y autorizan al ingeniero Félix Uhagon y al arquitecto Pedro Belaunzaran la confección del proyecto y en el plazo de 2 meses escaso se presenta ante la corporación para elevarlo a aprobación del gobierno de SM. Al mismo tiempo empezaba a tomar medidas económicas para su futura ejecución creando una cuenta con 200.000 reales para pago de intereses del préstamo que se debía contratar. De los datos expuestos del segundo semestre de 1860 se desprende con claridad que Abando no se duerme en los laureles, ni vive en la modorra campesina de una anteiglesia rural. Se defiende y ataca con las armas con que cuenta. Y en esa línea aparece Arana como miembro significativo de la Comisión.
El primer mes del año 1861 aportará noticias interesantes que conviene tratar con cierta atención. El día 16 se reúne concejo general de vecinos acordándose de forma rotunda que no se ceda ni un palmo de terreno a Bilbao porque es contrafuero. Decenas de firmas insertas en el libro de actas, avalan el acuerdo, entre las que podemos ver la de Andrés Arana pero no la de su hermano Santiago. El 18 se ratifica el acuerdo y de nuevo se repite la firma de Andrés y la ausencia de Santiago.
El 19 se reúne el Ayuntamiento, esta vez con los mayores contribuyentes, y empieza por realizar una serie de consideraciones, un tanto retóricas, sobre el acatamiento que siempre había observado el vecindario de Abando a las órdenes emanadas por el Gobierno. Añade que siempre ha estado dispuesto a realizar sacrificios, siempre que fuesen compatibles con su existencia política, para concluir, y aquí está la gran diferencia con lo acordado en fechas anteriores, que se prestaría a ceder el terreno desde su punto de Ripa al término de Rotachuela dejando la Iglesia y la Perla a la izquierda...
Se remite el acuerdo al gobernador para que lo haga llegar al Gobierno presidido por el Duque de Tetuán de quien, se dice, confían en su imparcialidad. Hay que resaltar que esta decisión no fue tontada por unanimidad y aquí encontramos una situación que para algunos resulta paradójica. Efectivamente, esta postura plena de pragmatismo, contó con el voto favorable de 26 asistentes, entre otros el de Santiago Arana. Cinco, en posición más dogmática, votaron en contra, entre ellos su hermano Andrés y se ratificaron en el acuerdo de 16 de enero de no ceder ni un palmo de terreno a Bilbao.
En relación con este tema Jon Juaristi ha expuesto que "Las relaciones entre los Arana debieron deteriorarse a comienzos de los setenta" para añadir, después de citar la anexión por Bilbao de parte de Abando que "Quizás en esta anexión haya que buscar una causa de las divergencias políticas de los Arana". Sin entrar en que las discrepancias entre los hermanos existían ya a fines de los años cincuenta y éstas no se basaban en cuestiones ideológicas, los datos que hemos entresacados de los Libros de Acuerdos, muestran justamente lo contrario de lo que deduce Juaristi.
Santiago Arana, cuyo pragmatismo en el asunto de la anexión se ha visto reflejado en su actividad desde 1858, busca con la mayoría de los contribuyentes principales mantener la existencia política de Abando, compatible con el crecimiento jurisdiccional de Bilbao. Andrés, intransigente, pretende mantener una posición numantina y no ceder ni un palmo de territorio.
El carlista Santiago acepta la anexión con condiciones, el liberal gubernamental Andrés la rechaza. Vemos en este caso como el dato documental, fruto de la investigación histórica, se enfrenta al cliché, aparentemente más lógico, acaso expuesto con galanura, pero que no se ajusta a la realidad.
5. Entre el pragmatismo y el carlismo
Fue Arana un empresario emprendedor que supo aprovechar una coyuntura económica favorable para introducirse en una actividad -la construcción naval- que contaba con una larga tradición en el País Vasco pero que solo en los años cuarenta del siglo XIX empezó a resurgir en las riberas de la ría bilbaína. En este ámbito no dudo en negociar con el Ayuntamiento de Bilbao, con la Junta de Comercio, con otros navieros. Y en ello no tuvo reparo alguno de tipo ideológico. Hemos visto sus relaciones con el regidor liberal Gabriel Orbegozo. También las tiene y necesariamente buenas con empresarios que no son precisamente carlistas con los que constituyó la empresa de Diques secos en 1868.
Hemos de citar especialmente a Ezequiel Urigüen que no solo fue un socio en esa empresa sino que tuvo con él una profunda amistad. Así lo reflejan las notas de su hija Paulina cuando describe la visita que les hicieron los señores Urigüen en 1872 de los que dice eran "muy amigos de mi padre, aunque muy liberales y socios en el Dique".
La relación de amistad se fortalece en los intereses materiales porque juntos los vemos pleitear contra el ayuntamiento de Bilbao a cuenta del cegamiento de la isla de Uribitarte y los perjuicios que en su opinión les acarreaba. Cabe señalar que esta polémica suscitó la oposición férrea a esta pretensión de los armadores del concejal Félix de Unamuno, padre de Don Miguel, auténtico adalid en pro de la desaparición de la pequeña isla.
Siguió la relación años más tarde, con ocasión de la urbanización del ensanche en esa zona y la apertura de la calle Ibáñez de Bilbao y otras colindantes. En 1878 ambos pretenden que se les expropie terrenos de su propiedad bajo ciertas condiciones para la apertura de la calle Ibáñez de Bilbao y una perpendicular que se dirigía a los muelles. Tras desestimar la pretensión negociaron con el Ayuntamiento una especie de convenio urbanístico.
Fue un hombre de su tiempo, hecho en buena parte a sí mismo, en una época de relativa paz y estabilidad. La primera guerra carlista la vivió siendo un niño. Las tres décadas que la siguieron se han considerado con cierta exageración un oasis foral., En cualquier caso aprovechó ese tiempo tranquilo y con el pragmatismo y esfuerzo de los hombres de empresa forjó una serie de astilleros que le aportaron un importante patrimonio. No lo heredó sino que fue básicamente fruto de su labor.
Ese pragmatismo desapareció en las circunstancias bélicas de la segunda guerra carlista que nos son conocidas, casi exclusivamente, por las notas de Paulina Arana y que hemos citado anteriormente. Existe algún otro dato más o menos indirecto en las noticias de prensa que hemos podido encontrar. El 8 y el 24 de julio de 1875 aparecen en el Noticiero Bilbaíno sendas noticias que hablan de él. En la primera se le cita con ocasión de las Juntas Generales de Gernika y se da a entender que, ante la negativa de aceptar uno de los puestos de Diputado General su amigo Novia de Salcedo, lo ocupo Arana. Desconocemos actuación concreta de éste en la Diputación Carlista conformada en este tiempo. La segunda, en donde se insinúa que se encontraba en Deusto en las vísperas del 2 de mayo de 1874 con una espada, famosa al decir del Noticiero, para dedicársela al Marqués de Valdespina, desconocemos su verosimilitud. En cualquier caso sí parece existía una cierta relación con altas autoridades del Carlismo.
Los negocios, los astilleros, sus buenas relaciones con el Bilbao urbano, es el mundo del pragmatismo, el que sobre todo aparece reflejado en la documentación que hemos manejado.
Por otro lado su carlismo, su religiosidad, ocuparon también muchas de las preocupaciones de la vida de Santiago. Todo ello finalmente con sensibles pérdidas. Fue el mundo de las ideas carlistas, de las relaciones con instituciones religiosas, su vida más íntima, familiar.
Ambos mundos, el pragmático y el idealista estuvieron presentes en su vida. Presentar a Santiago de Arana solo en uno de ellos es desconocer y, por tanto, desfigurar su trayectoria. Acaso la paradoja vital de nuestro personaje queda reflejada en las palabras de su amigo liberal Ezequiel Urigüen que se lamentaba ante Pascuala de Goiri, iniciada la guerra civil, como podía haberse comprometido Santiago tanto en una causa como la carlista. Urigüen en aquel momento no terminaba de entender como el pragmático constructor de barcos, el hombre de negocios había sido derrotado por el idealismo del carlista hasta el punto de sacrificar buena parte de su patrimonio.
Bibliografía y fuentes
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Libros de Acuerdos del Ayuntamiento. Signaturas. 0292, 0293, 0294.
Archivo Municipal de Abando
Libros de Acuerdos de 1771 a 1873
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