Corría el año 1935. Calvo Sotelo era el líder de la derecha en aquel bienio negro de la República. El presidente del gobierno español se apellidaba Chapaprieta y el antinacionalismo vasco era similar al actual de tal forma que en el frontón Urumea de San Sebastián, José Calvo Sotelo pronunció su conocida frase: "prefiero más una España roja, que una España rota". A la semana, el PNV organizó en el mismo lugar un mitin para contrarrestar aquella barbaridad. Y allí hablaron los dirigentes nacionalistas de la época. ¿Y qué pasó?. Muy sencillo. Existía una ley de Defensa de la República y Calvo Sotelo solicitó la ilegalización del PNV. El debate tuvo lugar en diciembre. Perdió por poco, pero la señal estaba dada. Al año, en plena guerra y en Burgos, la derecha, con el apoyo del ejército sublevado, ilegalizó al PNV y a todos los partidos republicanos que, paradójicamente, eran los que apoyaban la legalidad legítimamente constituida.
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