Conocí a Ramón de Galarza en 1976. Su fama le precedía. Había editado un libro con nombre supuesto que respetaba sus iniciales. “Diario de un Gudari condenado a muerte”. Rafael de Garate era Ramón de Galarza, aunque todos le conocían como "Ruidos". Quizás porque era un hombre animado, ruidoso, simpático, organizador de cosas y muy orgulloso de haber sido un gudari, un vencido más, de una guerra que a toda aquella juventud le cayó encima como plomo líquido.
Ruidos era, como muchos, un superviviente. Había sobrevivido a una guerra atroz siendo miembro de un ejército con muy pocas armas. Había apoyado a un gobierno al que el ejecutivo central no le había enviado aviones mientras Mola bombardeaba con saña Bizkaia. Había sido engañado por una potencia invasora como Italia que había firmado con sus autoridades un pacto, el de Santoña, porque acordar nada con quienes se habían sublevado contra la legalidad republicana, un año antes, no ofrecía la menor garantía. Había sido condenado a muerte y había visto morir a sus compañeros. Había logrado que su condena no se ejecutara. Y había salido de la cárcel y se había enfrentado a una postguerra pobre, cutre, bajo aquel falangismo ramplón reinante bajo una dictadura totalitaria que perseguía de manera preferencial las señas de identidad del pueblo vasco, su lengua, sus costumbres, su genio civil, su modus vivendi. Y había visto con estupor como la Jerarquía Eclesiástica Española, tras la Carta Colectiva, no predicaba la caridad, la justicia y el amor, sino la retaliación y la persecución y a pesar de ello no había perdido la fe.
Pero Ramón, junto con muchos de aquellos vencidos había logrado superar todo esto y llegar vivo al 20 de noviembre de 1975 cuando el presidente del gobierno, Carlos Arias Navarro, decía gimiendo por televisión en blanco y negro aquello de:"Españoles, Franco ha muerto...". Y ese día supo que todo aquello que se había perseguido y ocultado volvería con fuerza inusitada y la memoria juvenil de un pueblo machacado, refrescaría lo que ellos habían hecho y les darían de nuevo la razón.
Pero como era hombre de acción y habiendo sido protagonista de una biografía vital tan intensa no quería que lo que había vivido él y su generación se olvidase y mientras le oía a Telesforo Monzón hablar de "los gudaris de ayer y de los gudaris de hoy" atribuyendo este título a los comandos de ETA, quiso dejar claro que el campo había que delimitarlo. Los gudaris de ayer eran ellos y lo fueron en virtud de una guerra de agresión desigual, con un ejército improvisado, tras una legalidad y un Lehendakari de 32 años llamado José Antonio de Aguirre y que aquella desproporción la habían pagado muy duramente con la muerte, los trabajos forzados, la tortura, el exilio y la derrota y que de aquella epopeya, nadie hablaba. Por eso Ramón quiso dejar constancia de aquel horror en un libro magnífico que habló del espanto de lo que habían vivido. Libro que, salvo el de Felipe Egiguren, se puede decir que es único sobre esta represión tratando de romper el muro de silencio decretado por cuarenta años de dictadura y la ignorancia de las nuevas generaciones a quienes sonaba todo aquello como "las batallitas del abuelo"."Si no rompemos el silencio moriremos en silencio" cantaba por esos días Raimon y Galarza no estaba dispuesto a que esto se cumpliese.
En ese contexto le conocí sabiendo que era una de esas referencias que andaba por el Casco Viejo y que organizaba encuentros anuales de antiguos gudaris y que había sido promotor de la organización municipal de Begoña donde yo me había afiliado ya que Begoña llevaba incorporada jurisdiccionalmente a la de Matiko, Junta Municipal histórica donde toda mi familia había estado afiliada en aquellos años de la República.
Pero lo malo de aquellos días era la urgencia política. Había que sacar al PNV de la clandestinidad, aprobar sus ponencias, reconstruir batzokis, recuperar el euskera y clasificar una historia falseada entre la que se contaba lo hecho en la guerra, en el exilio y en la clandestinidad, dar formación, marcar pautas y hacer política sin olvidarnos de la información y el recuerdo a lo silenciado por la dictadura. Y fue en ese año cuando comenzamos a sacar en la calle Iturribide la revista Euzkadi en una imprenta y no a ciclostil.
En aquel trabajo de recuperación, la editorial San Miguel reeditó el libro del entonces diputado José Antonio de Aguirre, "Entre la Libertad y la Revolución", libro que fue presentado en el Hotel Carlton, sede del gobierno vasco desde el 7 de octubre de 1936 hasta su caída el 19 de junio de 1937. Y allí estuvo Ramón Galarza, feliz de ver que la historia se movía y que por una noche, los vencidos volvían a la sede de la presidencia de aquel gobierno vasco que él había defendido con las armas.
Pero el tiempo no había transcurrido en balde. Ya en el segundo Euzkadi me vino con una colaboración rindiendo tributo a uno de aquellos luchadores fallecido esos días. Se trataba de Agustín Egaña, el Txato Egaña. Contaba la historia de éste gudari que a pesar de haber sido condenado a muerte y salir de la cárcel en 1943, volvió a la lucha clandestina y a una cárcel en la que lo tuvieron encerrado hasta 1954, rechazando la especie de que aquella generación poco menos que había bajado los brazos, tirado la toalla y abandonado la lucha. El Txato Egaña desmentía la mentira y Ramón reivindicaba al luchador silencioso. Uno de tantos.
Poco después me vino a nuestra sede del Bizkai Buru Batzar en la calle Marqués del Puerto con la semblanza de una emakume, Leonor de Gorostidi, presidenta de las Emakumes de Matiko en tiempos republicanos y perseguida política. Hablaba de ella, de su sonrisa y de sus trabajos durante cuatro décadas, como la de otras tantas emakumes. Y como su visión de Euzkadi era la de un patriota, no quería se minusvalorara a nadie y pedía se destacara el trabajo de los alaveses quienes a pesar de haber sido invadidos y sojuzgados desde el inicio de la guerra, Ramón quería recordar la importancia que había tenido el batallón Araba y de cómo habían estado en el Santuario de Estibaliz con los que quedaban de aquella pica alavesa, recordando lo vivido.
Pero como he dicho, eran días boreales en los que la gente joven aprendía a cantar el Euzko Gudariak y el Himno Vasco y hasta a pronunciar la palabra maldita: "Euzkadi", perseguida durante cuarenta años y, es en ese contexto, quien suscribe esta reflexión junto con Txomin Saratxaga, los que pusimos en pie y organizamos el primer Alderdi Eguna de la historia en San Miguel de Aralar el 25 de setiembre de 1977. Digo esto porque en aquella primera magna concentración los gudaris, aquellos gudaris vencidos durante cuatro décadas, desfilaron con su cartel anunciador de los batallones supervivientes. Y aquello para aquellos sesentones, fue el punto final de oro de una larga lucha. Todo lo vivido había valido la pena. Allí estaban, rodeados de los suyos, ante una poderosa Euzkadi que se atisbaba en el horizonte cargada de esperanza.
Y Ramón me volvió a venir con un trabajo sobre aquella jornada a la que tituló "La Emoción de Aralar". Decía entre otras cosas:
“Cuando salíamos con nuestros estandartes con el nombre del batallón a aquella explanada yo no veía. Aquellos aplausos, aquellos gritos ¿eran para mí? ¿eran para nosotros?. Le tiré dos besos a Guada la ejemplar emakume de Matiko (que símbolo) me tapé la cara con las dos manos y lloré de emoción, como nunca en aquel momento tenía ganas de demostrar que si algún día dimos algo por Euzkadi, volveríamos a hacerlo y creo que mejor que antes. Con la sonrisa en los labios como cuando allá, en diciembre del 37, Ricardo Olabarrieta el de Basauri y José Azurmendi el donostiarra, en nombre de mucho más, en la tapia del Cementerio de Derio, cuando nos dijeron agur para siempre sonriendo gritaban "GORA EUZKADI AZKATUTA".
“Eso nosotros. Las miles de amatxus de los que murieron en el frente, fueron mutilados o fusilados, sus hermanos, sus aitonas, también lloraban de emoción y agradecían el riego de sangre vasca que hicieron los suyos por nuestra causa”.
Y siguió colaborando hablando y describiendo como habían volado la estatua de Mola en El Arenal y de cómo vivían en las cárceles, tratando de que aquellas viejas historias no se olvidasen y se las llevara el viento hasta que un mal día la revista Euzkadi se cerró, Ramón falleció, y la luz se apagó. Y en una carpeta quedaron sus colaboraciones y reflexiones esperando un libro que como éste algún día vea la luz. No era la historia de Ramón, sino la de una generación perseguida, vencida, aherrojada, silenciada y no reconocida. Ese es el trabajo pendiente. Habían vencido, pero el Monumento al Gudari, con ellos presentes, nunca se hizo.
Finalmente, en medio de la negritud de aquella noche tan cruel, sin atisbo alguno de esperanza, escanciando hasta las heces la persecución más salvaje, se abría muy de vez en cuando una pequeña ventana como era el saber que tal amigo no había sido fusilado, que otro había salido o que, en algún lugar del mundo, había una voz, como la del Lehendakari Aguirre que se acordaba de ellos. De hecho en 1941 se dirigió a ellos de esta manera:
MENSAJE A LOS PRESOS
A los que sufren persecución por la justicia. Agur. Año de 1941
Mis queridos compatriotas y amigos:
En vísperas de dejar Europa rumbo a América y después de un año cruel, lleno de incertidumbres, peligros y dolores, quiero enviaros estas líneas de afecto y de admiración profunda a vosotros, ejemplares compatriotas, que con vuestro sacrificio estáis preparando los caminos de la Patria.
He escrito en euskera a nuestro Lendakari Ziaurritz expresando en una carta mis ideas, sentimientos y planes ajustados al momento actual. El retiro forzado, el aislamiento y la soledad me han hecho pensar mucho las cosas. Jaungoikoa ha querido estar cerca nuestro en todo momento y ha fortificado el corazón de los patriotas, llenándolos de fe y de esperanza, superando calamidades y haciéndoles indomables ante el dolor y la desgracia.
No he querido escribiros en diversas ocasiones en las que se me invitaba porque sois para mí tanto que sólo en ocasiones en que pudiera deciros algo transcendental quería hacerlo. Hoy, vísperas de abandonar Europa, quiero al saludaros expresaros mi fe vivísima en el porvenir de la Patria si al sacrificio de los patriotas añadimos la unión de todos los vascos en torno a la libertad de Euzkadi. Esta idea es mi obsesión. Un año ausente activamente de las labores que el pueblo me encomendó meditando en la soledad en medio de la persecución los métodos y medios adecuados para la salud de la patria, todos me han parecido pequeños y mezquinos al lado de esta idea fundamental. Si no llegamos a consagrar la unidad de los vascos en orden a la libertad nacional, si un espíritu de honda fraternidad no sacude todas nuestras entrañas y el fuego de un sentimiento patrióticamente generoso no es capaz de presidir toda nuestra situación, nuestra obra se resentirá y, al fin, será nula. No podemos consentir que nuestro magnífico sacrificio sea nulo. Y no lo será.
Llevo grabada en el alma la responsabilidad de estos momentos, la oportunidad providencial que de día en día se acerca de restaurar a nuestro pueblo en su libertad. La medida y cuantía de esta libertad está en relación con los acontecimientos internacionales que presenciamos. Mi fe en el triunfo aliado es cada día más firme. Una estancia prolongada en tierras adversarias me lo han hecho comprender con claridad. Pero no bastan las circunstancias si no son bien trabajadas. Y a ello voy con más fe que nunca, con más ánimo y coraje que nunca. En primer lugar a unir a todos, a constituir el bloque de corazones decididos y de voluntades dispuestas a la lucha por la libertad. El campo de América es inmenso. Prepararlo y lanzarlo a la lucha por la libertad nacional vasca es empresa que merece toda clase de sacrificios y de tenacidad en el esfuerzo. Una labor inteligente y pertinaz en el campo diplomático debe completar el esfuerzo del conjunto vasco. Vuestra bandera de sacrificio heroico está en alto. Nuestro pueblo ha comprendido que merece la pena de luchar y sufrir por ella.
Desde esa atalaya de dolor y de gloria lanzad, os suplico, a nuestros compatriotas que viven en Euzkadi vuestros deseos y órdenes, que vivan todos unidos en el ideal patriótico, que cultiven nuestras características nacionales, que preparen el pecho a la lucha y el corazón a la esperanza y que crean con firmeza y actúen sin descanso.
Entre todos lograremos la libertad. Puede ser que no esté tan lejana como algunos piensan. Puede ser que los acontecimientos se precipiten y Dios quiera que la hora de la llamada nos encuentre prevenidos por haber sabido mantener en pie nuestra nación y haber sabido preparar su día. Vosotros con vuestro ejemplo y nosotros con la acción hemos de conseguirlo. Firmeza y ánimo que Jaungoikoa está con nosotros. A todos un abrazo de quien os admira y en nombre de Euzkadi os agradece. En JEL.
Firmado: José A. de Aguirre
Las tropas sublevadas alineaban en el País Vasco un total de 38.000 hombres, 250 piezas de artillería, 60 tanquetas y 150 aviones además del apoyo naval.
Por su lado, las fuerzas vascas y republicanas estaban agrupadas en el Eusko Gudarostea agrupaban 40.000 hombres, 146 piezas de artillería, 36 tanques y 70 aviones.
Es obvio que el poder aereo estaba en manos franquistas pero no es cierto que la República no mando aviones a defender el frente norte.
Publicado por: alfred | 08/19/2011 en 02:46 a.m.
Alfred,
Hay que llamar a las cosas por su nombre. Desde el cielo no se distinguian que poblaciones eran Fachas y cuales republicanas. La Republica no inicio la tactica de bombardear poblaciones civiles indefensas por el aire. Esa infamia se la debe el mundo entero a la España facha de 1937, que permitio a Hitler hacer pruebas por primera vez en la historia en Gernika durante mas de 3 horas de bombardeo.
Publicado por: Txilinasti | 08/22/2011 en 01:32 p.m.
Txilinasti,
nada que objetar el uso del poder arereo por parte de los franquistas fué absolutamente deplorable y condenable.
Pero quería resaltar que la República intentó -en lo que pudo- fortalecer la posición del Ejército del Norte con tropas y medios.
Publicado por: alfred | 08/24/2011 en 11:40 a.m.
Mi osaba Antonio Landajuela tambien forma parte del libro fue teniente del batallon de la Sal estuvo condenado a muerte pero se libro
Publicado por: Txus | 01/05/2013 en 07:20 p.m.