HENRIQUE BY MYSELF
Interesante semblanza de HCR por parte de Maruja Dagnino
No podría decir que Henrique Capriles Radonski es exactamente mi amigo, pero lo conozco desde que él era candidato a la Alcaldía de Baruta por primera vez y yo era reportera de El Universal.
Yo acababa de llegar de Porto Alegre, en ese momento gobernado por el partido de los trabajadores, y venía de publicar una página sobre presupuesto participativo y sobre cómo el Estado negociaba con los privados para beneficio colectivo. Sobre incentivos para mantener los inmuebles declarados patrimonio histórico y cultural, cómo el Gobierno, para impedir que se densificaran las zonas de interés cultural y se intervinieran los inmuebles para construir centros comerciales, etc, etc, compensaba a los propietarios con terrenos en otras zonas y a su vez estos empresarios se comprometían a construir servicios en el entorno. Eso que se llama urbanizar, pues.
El caso es que me invitaron a un programa de televisión a propósito de este reportaje, al que estaban invitados los candidatos más jóvenes a alcaldes: Ocariz, Capriles, Ojeda y López.
Al día siguiente Henrique Capriles, en su gira de medios, pasó por El Universal y lo entrevisté. Creo que el flaco tenía 28 y yo unos cuantos más. Yo estaba muy conmovida porque tuve la sensación de que me encontraba frente a una especie de milagro, en un país hambriento de sosiego, de sensatez, de gente que, sin sensiblerías, hablara con la mano en el corazón. Y este, que para colmo era guapo, tenía un brillo en la mirada. Desde ese momento me “enamoré”.
Terminó la entrevista, los acompañé hasta la puerta, a él y a su jefe de prensa, William Echeverría, y acto seguido bajé a almorzar a Subway, en plena Av. Urdaneta, y Oh, sorpresa, allí estaba Henrique almorzando modestamente un sandwich. Como era lógico, compartimos la mesa, me habló de su tío Fernando Chumaceiro en Maracaibo, hablamos de mi primo Pablo, y yo secretamente pensaba que si este tipo no estaba en una tasca de la Candelaria campaneando un güisqui, ya merecía mi respeto.
Después, bueno, era lógico que coincidiésemos, yo era periodista de la sección Caracas y él era mi fuente. Había, creo, una especie de encantamiento mutuo, de respeto, él apreciaba mi escritura, mi lenguaje, mi modo un tanto particular de acercarme a los hechos, y yo estaba totalmente postrada por los hechos.
No hablaba bien. Henrique, de hecho, hablaba muy mal, pero era sincero, los hechos hablaban por él, y ya sabemos que “hechos son palabras”. Entonces su equipo de prensa comenzó a ofrecerme los lomitos. Sabían que yo no le temía al trabajo, que adoraba las pautas nocturnas, que no me importaba ir a los lugares más lejanos si obtendría a cambio una buena historia. Lo mío era la crónica, el simple juego de relatar lo que veía, y seguramente el oficio me hizo aprender a ver lo que otros no ven.
Debe ser por eso que cuando la Alcaldía puso un nuevo sistema de alumbrado público Henrique me invitó a dar unas vueltas en su moto para que escribiera sobre eso. Cualquiera pensaría que es un tema tonto, pero si uno quiere una ciudad segura, lo primero que debe hacer es alumbrarla. Cuando en la Edad Media comenzaron a colgar faroles en las calles, la noche se prolongó, la gente se volvió un poco más feliz. Y el gobierno de Henrique logró hacer eso a través de un convenio con la empresa privada. Y lo vi, en ese recorrido por Baruta, sacar un grabador digital para tomar nota de las luces averiadas. Esa es su costumbre desde siempre, después lo supe. Anda tomando nota de todo lo que no funciona para reportarlo personalmente.
Años después le echaba a mi amigo Francisco el cuento de la moto y él, con ese desparpajo que o caracteriza me preguntó: “¿Y no le recostaste las tetas?”. Fue entonces cuando caí en cuenta de que debí hacerlo, porque eso es lo más cerca que he estado, físicamente, del flaco.
Mantuvimos siempre un hilo de comunicación abierto y expedito, igual que con Leopoldo, debo reconocer. Esa era tal vez una característica de esta nueva dirigencia política. Podía uno llamarlos a cualquier hora y, si no contestaban en lo inmediato, estaban siempre prestos a devolver la llamada. No sé Leopoldo, pero Henrique siguió siendo así.
Henrique era un tipo que no buscaba protagonismo, que tenía un equipo en el que confiaba, y hablaba siempre en nombre de ese equipo. Los vi, a él y a su equipo, presentar proyectos en Conavi en el programa de Habilitación Física y Social de Barrios en el marco de la Ley Política Habitacional, cuando estaba Josefina Baldó en la presidencia, y vi luego cómo después de haber sido aprobados, luego de que a ella la destituyeran del cargo, le retiraran el apoyo.
Cada vez más el gobierno central de desdibujaba ante nuestros ojos, en tanto dejaba colgados a barrios enteros que dependían de ese financiamiento para salir de la pobreza, de la marginalidad urbana y social. Visité montones de barrios con ellos, con Henrique y Adriana D’Elia, su gerente de planificación urbana para ese momento, y en las lluvias que arrasaron con cerros de Baruta, poco después del deslave, vi a Henrique pasar dos días seguidos en Ojo de Agua con su impermeable amarillo.
Ufffffff. Vaya que era guapo, con su barba de dos días y bajo la lluvia.
EL HELICOIDE
Con sus palabras torpes pero sinceras, Henrique ocupó un lugar especial siempre en mi corazón.
En 2002 vino la acusación de que había violentado la embajada de Cuba. Y, honestamente, no me interesa si fue cierto o no (por alguna razón siempre ha salido bien librado de ese asunto) pero no veo a Henrique, un tipo tan respetuoso de la ley, metiéndose en un rollo innecesario como ese.
Entonces vino el Helicoide. Un día me dice William Niño: “Maru, ¿no has ido a ver a Henrique?”. A mí, que siempre he sido tan respetuosa de los espacios de la gente, no se me había ocurrido. Entonces me armé de valor y me “apersoné” en esos días en los que desde el barrio lanzaban piedras a las visitas de Henrique.
Allí estaba su novia, Érika, una niña tan linda como un ángel, enamorada, fiel, haciendo la misma cola bajo el mismo sol.
Nos hicieron pasar a todos, más o menos de 8 en 8, hasta una pequeña salita contigua a la celda, una celda sin ventanas. Y él estaba allí, tan hermoso, con su espíritu inquebrantable. Uno llegaba allí con el ánimo por el suelo, haciendo de tripas corazón y tratando de mostrar su mejor cara, pero Henrique nos daba una lección de aplomo.
La verdad, yo no quería irme, esa energía que había en la pequeña sala de El Helicoide era, a pesar de la circunstancia, hermosa, pero había gente afuera esperando para entrar y había que ser gentil. Salí de allí con el corazón arrugadito, en ese momento sin saber si volvería a verlo, porque ustedes y yo sabemos que en esos lugares cualquier cosa puede pasar. Pero él era una inspiración de coraje, él sabía, tal vez por esa fe en Dios que jamás lo ha traicionado, que le esperaban mejores momentos. Esa convicción de “quien no la debe no la teme” lo acompaña siempre.
Yo creo muy profundamente que es cierto eso de que Dios protege al inocente. Lo he sentido en mi vida personal. Me he salvado de muchas cosas gracias a mi ingenuidad, y el flaco pertenece a la estirpe de personas que tienen el alma blanca y un espíritu férreo. Una fuerza de voluntad impresionante. No es ciego, ni es tonto (es político), pero es puro, limpio.
Pero esos meses privado de libertad lo engrandecieron, lo hicieron más sabio, más ecuánime y más introspectivo. Más maduro. Probablemente los efectos no los vimos inmediatamente, pero los vimos.
DE ALCALDE A GOBERNADOR
Estaba yo hecha pedazos, trabajando en una corporación de unos mafiosos chavistas que habían hecho dinero con negocios sucios con el gobierno. Llegué allí sin saber, para trabajar en una Fundación. Pero al cabo de unos meses me di cuenta de que esa Fundación se utilizaba para hacer pasar gastos como donaciones.
A eso se unía mi desazón frente al país, me había convertido yo en una nihilista que solo alimentaba mi resentimiento contra el régimen, hasta que una mañana abrí los ojos y le escribí a Adriana D’Elia para pedirle trabajo.
Una semana después estaba ingresando al equipo de Miranda con una alta responsabilidad. Llegué con un hueco en el estómago, llena de ira, atormentada por el abuso de poder, la autocracia y la brutalidad del Gobierno Nacional. Sin futuro, sin perspectivas, hasta que comencé a ver con mis propios ojos lo que estaba pasando allí adentro, en Miranda.
Me encontré con un gobierno que impulsó la primera Ley Transparencia para garantizar el libre acceso a la información y los procesos administrativos a la ciudadanía. Me encontré con una gestión de inclusión, en la que el respeto a las ideas y militancias individuales no era un simple discurso. Me encontré con una gestión que hace una verdadera inversión social, no como una limosna ni como chantaje político, sino orientada a sacar a la gente de la pobreza. Me encontré con un equipo brillante, con ideas novedosas, que sabe gerenciar ante la adversidad. Me encontré con una fuerza y una vocación de futuro. ¿Nos quitan los ambulatorios? Se los entregamos a los Consejos Comunales y creamos nuestra propia red. Para eso sabemos liderar. Y así vamos construyendo donde los otros destruyen. Pero vamos construyendo con la mirada puesta en el horizonte. No como estrategia para ganar las presidenciales sino porque realmente sabemos que ese es camino. Lo demás sería una consecuencia lógica.
Me encontré con una gente incorruptible. Me encontré con un hombre cuya fuerza no está en la violencia sino en la templanza. Me encontré con un Henrique adulto, sabio, y con una gestión impecable.
Entonces dejé de ver negro y me convertí en un ser feliz y lleno de esperanza. Recuperé mi confianza en el país, supe que allí había un proyecto, al menos un cimiento, que el proyecto vendría después, pero que sería el definitivo, el que nos sacaría de este foso que nos habíamos ganado a pulso como país, como sociedad de insensibles e insensatos, de indolentes ante el sufrimiento ajeno.
Hoy puedo decir sin ningún temor a equivocarme o a sonar como cualquier fanática, que Henrique no es el candidato de la Unidad. Henrique es el hombre que ha inspirado a la Unidad, porque su discurso trasciende a eso que se llama Oposición.
¿Cuántas veces no fue mal visto su discurso porque no era antichavista?. ¿Cuántas veces no se le tildó “guabinoso”?. Es que nadie entendía entonces que no te puedes ganar a la gente si la insultas, si te ríes de sus ideas, si te burlas de sus creencias, y la verdad es que más de medio país creía en Chávez. No puedes clamar por la democracia ni no aceptas sus reglas por completo.
En Miranda jamás hemos visto, bajo el gobierno de Henrique, negar un crédito a alguien porque pertenezca a determinado partido, ni a ninguna comunidad. En las entregas de certificados de construcción van las personas con sus franelas rojas a recibir su aporte, pero las elección es transparente. Hay un baremo. En Miranda no se pierde dinero ni se malgasta.
Tuve que dejar mi cargo en Miranda por problemas personales, pero allí estoy, le sigo la pista todos los días. Hace ya 12 años que conozco a Henrique Capriles Radonski y a Adriana D’Elia, su mano derecha, la dama de hierro de Miranda, sobre cuyos hombros recae la gestión. A Adriana D’Elia la he visto pagar de su bolsillo a sus asesores personales. La vi vender su casa en La Trinidad, comprarse un apartamento de dos habitaciones y el carro más barato del mercado.
El día de las elecciones primarias le escribí a Adriana bien temprano, en la mañana, le dije que estábamos ante un día histórico, y ella me dijo: “hoy comienza una nueva manera de hacer política en este país”. Y esa es la verdad. Una política que respeta a los partidos, pero no son los partidos los que gobiernan de acuerdo a sus intereses. Una política anticlientelar. Una política limpia, justa, ética, con reglas claras.
Henrique ha devenido más sabio con el tiempo, y ha aprendido a expresarse en cámara con la misma soltura y cercanía que lo hizo siempre en vivo, frente a la gente. Su rueda de prensa un día después de ganar las primarias, dejó sin argumentos a más de uno.
Probablemente él no lo sepa, pero es una de las personas más importantes en mi vida. A Henrique jamás lo he escuchado levantar la voz ni hablar mal de nadie, ni decir malas palabras, ni juzgar a nadie. Jamás lo vi perder la compostura. No es un tipo cariñoso, es más bien un poco parco, austero en la expresión de sus emociones, pero todo lo que dice, al menos 90% de lo que dice, seguro es verdad.
TAN SENCILLO COMO ÉL
Henrique es un tipo totalmente desapegado a las cosas materiales. No se le ve de galán por allí mostrando rolex ni mont blanc, ni trajes armani, de hecho el fashion no es su fuerte. Como únicos accesorios lleva un escapulario de la Virgen del Valle colgado del cuello unas cabullitas en la muñeca. Y, como se la pasa por esos barrios subiendo escaleras, sus zapatos son guerreros. Una chemise y un jean, y a veces sudadera suelen ser su atuendo único. Eso, y una sonrisa plena. Nunca tiene prisa, se toma el tiempo necesario para todo.
Henrique es tan auténtico que cuando juega basket en sus recorridos por los barrios, se molesta si pierde.
Dicen que el poder corrompe. No es lo mismo administrar un estado que un país. Yo todos los días le pido a Dios que Henrique no cambie nunca, al menos no para mal, porque este país se merece finalmente a alguien como él. Creo que ya pagamos por nuestros pecados.
¡Ah! Y por si alguien alberga alguna duda, aunque me parece sinceramente irrelevante, le encantan las mujeres.
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OLASO
"Solomillo.-
El carnicero irundarra Javier Zabaleta, al quien Contador atribuyó el motivo de su positivo, compareció ayer y contestó directamente al ciclista: «Yo también sé lo que es estar año y medio con el mismo tema». Contador lo acusó, mancilló su buen nombre y la honorabilidad de los baserritarras del país. Sea por vía judicial o no, aquel ataque merece una respuesta. Y Javier Zabaleta, todo el apoyo."
El que le ha brindado nuestra Diputación Foral de Gipuzkoa, en cuya magnífica sede del centro de la magnífica ciudad de San Sebastián el honorable carnicero ha podido expresarse para hacernos saber la verdad ante tanta propaganda rojigualda de Contador, Esperanza Aguirre, Marca, FatxABC, el rey español, Rajoy, etcétera, etcétera, etcétera.
Meterse con lo del comer contra Euskadi... Hace falta ser imbécil.
Publicado por: Donatien Martinez-Labegerie | 02/29/2012 en 11:59 a.m.
Meterse con con esukadi, vasco Donatien Martínez, con la gran cantidad de imbéciles que hay, es muy fácil.
Publicado por: plus | 02/29/2012 en 04:46 p.m.