POR: JOSE MARÍA URKIA ETXABE *
La desaparición del doctor Barriola supuso una importante pérdida para la sociedad vasca. Por su talante humano y los testimonios de su labor científica, histórica y literaria ha sido un representante modélico del humanismo médico y figura destacada de la cultura vasca. El sacerdote que ofició sus exequias en la Basílica de Santa María, le definió, perfectamente, como caballero donostiarra y ahora nuestro mejor embajador ante San Pedro. Se sentía donostiarra por los cuatro costados, de varias generaciones por su lado paterno, y de muchas más, con antigüedad de siglos, por el materno. Fue tatarabuelo suyo D. Juan Fermín Irigoyen de Araeta, uno de los que se reunieron en Zubieta, en 1818. Este entronque en Zubieta será uno de sus mayores orgullos de donostiarra. Su padre, D. Juan Avelino Barriola, fue con¬cejal y diputado provincial, y a él y a su hermano Pablo debemos los donostiarras el que podamos beber el agua de Articutza. “Maestro de obra prima de la mejor escuela parisina”, calificó José de Arteche a Avelino Barriola y a su zapatería de la calle Garibay, cuando los veranos acudía a ella la reina María Cristina, a la que unía una amistad. El teatro euskaro debe mucho a Avelino que utilizando un euskera popular lograba interesar y conmover al público con sus comedias: “Meza Berria”, “Aldiz Aldiz”, “Zulo madarikatuak”, “Zori gaitzeko eguna” y el drama “Lagun txar bat”. A propuesta suya se fundó la Escuela de Lengua y declamación Euskaras.
Nació el Dr. Barriola el 15 de agosto de 1906, parece que el destino quiso corroborar con tan señalada fecha su amor por Donostia, su fervor por la Virgen del Coro, que veneraba siempre y en especial acudiendo a la Salve de la víspera. Con estas palabras suyas matizaba este donostiarrismo: “Confieso que nada creo tener de gascón, asentado al pie de Urgull, soy incapaz de participar en la tamborrada, aunque sienta cariño por ella, me dice muy poco el manido "Txoko", tan en boga de los menos enraizados en la población, y si bien bautizado en las "Koxkas" de San Vicente, en tiempos del inolvidable D. José Sotero Echeverría, no siento debilidad alguna por la Parte Vieja. Es, sin duda, sangre de várdulos la que corre por mis venas la que me hace ser donostiarra muy guipuzcoanista”. Estudió el bachillerato en los Marianistas, fue compañero suyo y amistad entrañable el filósofo Zubiri. No se desligó de esta orden, pues Madrid, mientras cursaba su licenciatura, acudía todos los do-mingos al recién inaugurado Colegio del Pilar, en Castellón. Conoció el esplendor del viejo San Carlos, teniendo como profesores a figuras como Recasens y Negrín. Se especializó en digestivo, incorporando la cirugía por la decisiva influencia que ejerció sobre él el Dr. Luis Urrutia, donostiarra también, y el Dr. Juan Madinaveitia, oñatiarra, clínico excepcional, maestro que ejercía en el Hospital General de Madrid. Fue compañero del Padre Arrupe. De este Madrid estudiantil recordaba los conciertos en el Monumental, los paseos por el Prado, la tertulia literaria con Liado, Vivanco, Duyos y Luis Moya. Perfecciona su especialidad primero en París y luego, tras contraer matrimonio, en Viena, al lado de Finsterer. Muy pocos tuvieron la dicha de conocer y vivir en aquella Viena romántica de los años treinta. En mayo de 1936 regresa y presenta su tesis: “Tratamiento quirúrgico del cáncer de recto”, valiosa aportación del momento que recoge lo más avanzado en técnicas quirúrgicas.
El dilatado y brillante ejercicio profesional del Dr. Barriola, asentado permanentemente en San Sebastián, rechazando ofertas de otros puestos médicos y docentes en otras localidades, por permanecer fiel a su ciudad, se inició como médico en el Hospital Civil de San Antonio Abad; fue director de la Clínica de las Mercedes y ubicó su consulta en la calle Garibay, 20, clausurándola hacia 1986. Muchos de sus enfermos nos podrían hablar de su bien hacer, humanidad y gran profesionalidad.
Pocos campos de la cultura han sido ajenos al Dr. Barriola. Recordar la profusión de libros, artículos, conferencias y prólogos, pronunciados y publicados. Algunos como “El enigma de la muerte de Napoleón” (1950), está muy ligado a su aspecto e inquietudes profesionales; trata en él de la última enfermedad y muerte del emperador. La medicina popular en el País Vasco fue tema muy querido por él y dio título a un libro suyo ya clásico, que ha sido obra de consulta obligada y punto de partida de muchos jóvenes investigadores. La historiografía médica vasca tiene en él a su iniciador y valedor, su entrañable amistad con Luis Granjel, quien le animaba a seguir escribiendo por ser una memoria histórica única, ha permitido que de su pluma hayan salido títulos como “Médicos guipuzcoanos de la generación el 98”, “La medicina donostiarra al comienzo del siglo XIX”, “El cólera de 1834 en San Sebastián”, “El curandero Petriquillo”, “Las aguas de Cestona y los caballeritos de Azcoitia”, “Algunas peculiaridades de la sangre vasca”, “Algunos médicos notables de la Bascongada”, “La convalidación de títulos extranjeros y el Colegio de Médicos de Guipúzcoa”, “Nueva lectura del Perú Abarca”, “Crónica de mi vida y entorno”, etc.
Especialmente testimonial y personal es su obra “19 condenados a muerte”, en donde relata sus vivencias, a modo de un diario, durante los tres años en que estuvo en la cárcel, en la última contienda civil.
Faceta muy querida por el Dr. Barriola fue su vinculación a la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, ocupando los cargos de director y vicepresidente de la Comisión de Gipuzkoa. Hombre de gran prestigio en el seno de la Bascongada, promotor e impulsor, junto con Juan Antonio Garmendia, amistad entrañable suya y de la familia, de los “Extractos”, con la colaboración de la entonces Caja de Ahorros Municipal de San Sebastián. Es ya un clásico su libro “Los amigos del país y la medicina”, en el que estudia el momento más brillante del pasado médico vasco. Su última actuación institucional en el seno de la Bascongada fue el pasado 29 de junio, con ocasión de la presentación y homenaje a Luis Granjel, con su libro “Una vida de historiador”. Su última publicación, “Viejos recuerdos”, verá la luz en el Boletín de la RSBAP, 1998-1, de aparición inminente.
Asimismo, hay que recordar otro frente de sus preocupaciones, que le llevaron a contribuir de forma conspicua, como miembro de la Comisión Ejecutiva del Patronato Pro Estudios Superiores Oficiales de Gipuzkoa, que durante los años 1963 a 1979 trataron de dotar a nuestra provincia de centros universitarios. Todo lo acontecido está recogido minuciosamente en su libro: “Cuestiones guipuzcoanas para una Universidad oficial en el País Vasco, 1963-1979”, La UPV/EHU le concedió la medalla de oro.
Su talla intelectual ha hecho que perteneciese a instituciones como la Academia de la Lengua Vasca, la Academia Errante, Eusko Ikaskuntza, Sociedad Vasca de Historia de la Medicina, de la que fue su presidente de honor. Durante quince años ocupó la presidencia del Colegio Médico de Gipuzkoa, que en 1999 celebra su centenario.
Para terminar, dos de sus grandes amores: la música: “El arte que me ha producido placer, alivio, emoción...” y el euskera, que quería con pasión. Se nos ha ido un caballero, un señor, conciliador, liberal de talante y gran amigo.
Mila ezker, Iñaki. Goian bego
(*) Presidente de la Sociedad Vasca de Historia de la medicina. Secretario de la RSBAP. Gipuzkoa