Manuel Vicent, con su artículo titulado “No pongas tus sucias manos sobre Mozart” (publicado por la revista “Triunfo” el mes de marzo de 1980), obtuvo el Premio González-Ruano de Periodismo, en su sexta convocatoria.
El premio, creado y patrocinado por MAPFRE VIDA, está dotado con 500.000 ptas. y una escultura original de Venancio Blanco.
En aquella convocatoria, a la que se presentaron 188 autores, el Jurado ha estado compuesto por Manuel Halcón, Lorenzo López-Sancho, Salvador Jiménez, Antonio Mingote, Rafael de Penagos, Luis María Ansón (Premio 1977), Manuel Alcántara (Premio 1978), Juan Fernández-Layos y Marcial Loncán, que actuó como secretario.
Esta es la pequeña historia de una rebelión, el fa¬moso caso de un tipo de izquierdas que el viernes, día 14 de marzo de 1980 se deshizo del propio terror psicológico de que sus amigos le llamaran reaccionario y le arreó seco bofetón a su querida hija de quince años, la echó de casa y se liberó de una vez del trauma de la paternidad responsable. El episodio fue el final de un complicado proceso neurótico y se desencadenó por un disco de Mozart, por una bobada, como siempre sucede.
La chica estaba en la leonera de su alcoba con unos amigos melenudos y una música de Led Zeppellin hacía vibrar las paredes maestras del piso. El padre estaba en la sala sentado en un sillón bajo la lámpara de enaguillas leyendo un informe del partido cerca de los índices del paro. Aquella panda de jovenzuelos llena de harapos, pulgas y metales del rollo había entrado en su casa sin permiso, había pasado varias veces por delante de sus nances sin dignarse esbozar el más leve saludo, le había manoseado sus libros, le había vaciado la nevera, se había limpiado las botas camperas en la alfombra de la Alpujarra, había dejado un hedor cabrío a su paso. Ahora estaban en la habitación de su hija espatarrados como tocinos bajo los posters de “Che- Guevara oyendo a Led Zeppellin, a The Police o a The Knack, fumando porros y apurando la última cerveza. Aquella alcoba era una reserva en la que él, desde hacía un año, no se había atrevido a entrar. En aquel momento tenía la cabeza metida en el informe económico lleno de coordenadas catastróficas cuando su querida hija salió a la sala, se acerco a la estantería y pretendió llevarse a la madriguera la “Sinfonía número 40”, de Mozart. El padre, de izquierdas, saltó del sillón impulsado por un muelle y lanzó un grito estentóreo: ¡¡¡Mozart, no!!! ¡¡No pongas tus sucias manos sobre Mozart!! Y entonces se inició la escena final, en la que el padre se liberó de todos los traumas hasta alcanzar la propia libertad sobre el chantaje de sus hijos. Detrás había quedado un largo proceso de neurosis paterno-filial que acabó con una sonora bofetada.
El hombre tiene cuarenta y dos años y pertenece a la izquierda fina, quiero decir que es un progresista con dinero, un economista colocado, con una biblioteca selecta de dos mil volúmenes, pintura abstracta en las paredes, carnet del partido anterior a la legalización con la cotización al día, piso de doscientos metros por los altos de Chamartín. un año de cárcel y ciertas mataduras de la represión franquista, educado en el colegio del Pilar, un marxista de vía chilena, buenos modales, deportista de ducha fría diana y perfectamente alimentado ya desde el útero de su madre. Cuida mucho el envase, pero ama la libertad antes que nada. Tal vez su punto fuerte es la elegancia interior.
Este tipo nunca ha comprendido muy bien por qué la izquierda ha caído en la trampa de dejarse arrebatar ciertos valores; por qué un progresista debía vestirse de guarro, aunque sólo fuera para epatar; por qué la disciplina, la eficiencia, el método, el deporte y la limpieza eran aspiraciones asimiladas a la derecha; por qué el respeto social y la educación férrea no eran reivindicadas constantemente, por los de su ideología. Cosas así. En los momentos de duda él pensaba que esto eran residuos de su herencia burguesa, de modo que se dejó llevar por la onda, consciente de que hay que hilar muy fino para que tus camaradas no te llamen reaccionario. Ese siempre sería el peor insulto.
Cumplió todos los ritos. Se casó en una ermita de pueblo con traje de pana. Fue de viaje de novios a Ru¬mania. Tuvo tres hijos y los llevó a un colegio progre, los educó para que crecieran sin traumas, los metía con él en la bañera, los paseaba por la ruta del románico, se dejaba insultar por ellos y así las tres criaturas fueron creciendo a la sombra de unos padres comprensivos que no osaron jamás dar por zanjada una discusión sin antes mostrarles todas las salidas, opciones, contradicciones del problema para que fueran ellos quienes tomaran la decisión según su responsabilidad. Ponerles la mano encima hubiera sido un escándalo para su propia alma, contestar con una negativa sin más apelación le producía un desgarro en su sensibilidad progresista. Y el chantaje iba engordando como un tumor.
Este buen padre de izquierdas ya había pasado porque sus hijos no se lavaran los dientes o ni siquiera se ducharan una vez a la semana, soportaba que le llamaran viejo con cierta naturalidad displicente, pasaba por alto aquella indumentaria zarrapastrosa del vaquero con remiendos, la pelambrera de profeta nihilista, el hecho de que se fumaran un porro en la pocilga de la alcoba y que no lograron aprobar el curso. Ante todo había que contar con la presión social, ya se sabe que la juventud no encuentra salida, la sociedad está muy deteriorada. Cada generación tiene sus ritos, sus mitos, sus formas de comportamiento y eso había que respetarlo. Imponer la voluntad a rajatabla no es más que una agresión. Después de todo, no es malo que toquen la guitarra o que oigan a Led Zeppellin.
Un buen día, el hijo mayor no volvió a casa por la noche. Había tenido un percance en el colegio y decidió huir a Ibiza. La Policía lo encontró en Valencia, cosa que sucede a menudo, cuando no se logra pasar el filtro del barco. Otra hija se fue a vivir con un rockero. Después de un tiempo, el buen padre de izquierdas logró reintegrarlos a las suaves ordenanzas del hogar, lleno de traumas, explicaciones, consideraciones, pláticas razonables, amabilidades y sesiones anti psiquiátricas con un diálogo siempre abierto. Que hagan lo que quieran, lo importante es que están en casa, que los angelitos no sufran, que desarrollen la personalidad, aunque sea tumbados en el catre todo el día.
Cada tarde, la alcoba de su hija se llenaba con una panda de amigos que traían una calaña bastante atroz. No era lo peor que pasaran por delante de sus narices y que no se dignaran saludarle, sino el olor a cabra que dejaban en la sala. Que se limpiaran las botas en la alfombra, que se abatieran sobre las estanterías y manosearan sus libros con las uñas sucias, que se le bebieran el whisky y que mearan sin tirar de la cadena. El viernes 14 de marzo de 1980 fue un día histórico para este amigo mío. Un tipo de izquierdas, padre de familia que se liberó de sus hijos. Y al mismo tiempo se sacu¬dió el terror de que alguien le pudiera llamar reaccionario. Él estaba estudiando un informe del partido acerca de los índices del paro. El sonido de Led Zeppellin hacía vibrar las paredes maestras del piso. Fue cuando su hija salió de la leonera con el pelo grasiento y los dedos amarillos de nicotina, cruzó la sala, se dirigió a la biblioteca con la pretensión de llevar a sus compinches, la “Sinfonía número 40” de Mozart. Mi amigo no sabe explicar bien qué dispositivo le hizo saltar. Otras veces también su hija le había llamado carroza. Pero en esta ocasión aquel hombre tan fino y progresista le arreó una bofetada, se lió a golpes contra todo dios y se deshizo el misterio. Echó de casa a patadas a aquella panda de golfos. Y hasta hoy. Mi amigo es un hombre de izquierdas ya liberado.
MANUEL VICENT
Un argumento inverosímil porque los hijos toman ejemplo de los padres, así que hay algo wue no cuadra.
No sería que ese padre eran de derechas, en realidad?
Publicado por: D M-L | 09/22/2012 en 10:55 a.m.
Ni de izquierdas ni de derechas... simple y llanamente PIJO...
Es otra manera de entender la emancipación del proletariado....
Me ha encantado!! Me la apunto para citar!!
Publicado por: ocasional | 09/22/2012 en 01:10 p.m.
Normalmente los hijos aue salen asímsuelen ser hijos de ricos, que normalmente son de derechas.
Ser una persona aseada es ser "pijo"? Yo, desde luego, me identifico ciertamente con le protagonista descrita por el narrador, y me parece que eso es ser una persona normal.
Para mí lo anormal es preferir lavar platos a mano en lugar de tener un lavavajillas o preferir andar con accesorios y enchufes en lugar de tener un iPad.
Publicado por: D M-L | 09/22/2012 en 03:55 p.m.
Los hijos de Felipe Gonzalez, Las hijas de Zapatero, Hugo Chàvez tiene hijos??? Socialistas o comunistas.... Un poco PIJOS sí que son [y si hay que ir en chándal -porque no vamos a llevar el BMW a la manifa progrecomprometida- de adidas para arriba, ....].
Lo del ipad lo entiendo por parte de un comunista... Ser obligado a consumir sus propias aplicaciones únicamente, un sistema cerrado... Muy comunista light o PIJo (qué mas da si de derechas o de izquierdas)... Un pijo es un pijo y la pela es la pela.
Publicado por: ocasional | 09/22/2012 en 07:20 p.m.
Un último comentario.... cómo recargas tu ipad??? Por ciencia infusa... incluso con una dock station necesitarías cable pero bueno...
Para el resto (no ipad) con uno basta... Y mira que qué mas dará... Que a tí te apetecía uno ... con un par de habanetes... Dí que sí leñe!! Que eso del comunismo puro y duro es muy cansado, sobretodo para los pijos....
Publicado por: ocasional | 09/22/2012 en 08:40 p.m.
Queridos amigos,
Ocasional no tiene lavavajillas. Eso de ser obligada a usar Finish (antes Calgón) en lugar de poder usar Mistol, Superproper, Ajax y no sé cuántas marcas más de lavaplatos manuales, con las consiguientes marcas Vileda, Níkel y no sé cuántas más de estropajos, con las consiguientes marcas de guantes, amén de gastar 9 litros por lavado en lugar de los 30 que se consume del Consorcio para que facture más dinero, es de ser pijo y de ser comunistón. Como con el iPad.
Publicado por: Donatien Martinez-Labegerie | 09/23/2012 en 01:47 p.m.
Se carga con un cable muy discreto que proporciona unas 10 horas de autonomía.
Todo lo demás, imprimir incluso, es por wifi o en la nube.
Vamos, Ocasional, no seas carca. Pásate al iPad, al lavavajilas y al bidé.
La limpieza, la eficiencia, no es de izquierdas ni de derechas, y lo barato es caro.
Publicado por: Donatien Martinez-Labegerie | 09/23/2012 en 01:50 p.m.
Hombre, Felipe Gnzålez de izquierdas... JE, JE, JE. Y Zetaparo, claro.
muy de derqchas tienes que ser para ver a esos dos como izquierdistas. No me extraña que Mintegi y yo seamos para ti trotskystas, ahora lo comprendo.
Publicado por: Donatien Martinez-Labegerie | 09/23/2012 en 01:51 p.m.
Vamos a ver!!! Que yo no soy comunista!!! Que el Comunista-consumista y pijo eres tú... (de todas formas te diré que no uso lavavajillas -el aparato- ... Pero bueno ... lo hago por una cuestión ecológica... si hay mucha faena entonces sí y sin problema).
Y no es que a mí me parezcais marxistas leninistas... comunistas.... O no. En realidad solo me pareceís simples panfleteros que regalaís oídos con buenas palabras pero que a la hora de la verdad o no haceís nada, o os compraís un ipad, o poneís a falta de una dos banderas españolas, o imponeís el puerta a puerta frente a la oposición de la mayor parte de la población.... O elegis o destituís representantes a dedocracia..
Publicado por: ocasional | 09/23/2012 en 09:11 p.m.
Alucinado me dejas. Ahora comprendo tu pasión por lo cutre y lo barato, aue te sale mas caro de lo que tu imaginas, a ti y a los demas!
No quieres tener tlavavajillas!
Lo ves? Acabas de retratarte, Ocasional. Lo ecológico es el lavavajillas, no el lavado a mano, como es sabido universalmente.
Te lo vuelvo a repetir: 9 litros de consumo de agua de un ciclo de lavado frente a los 30 que usas para la misma cantidad de vajilla con si optas por el lavado manual.
No, no ere comunista. Eres partidaria de la política estatista de planficación central, con grandes obras de infrestructura a cargo del estado, del dinero público, no de la iniciativa privada, pero tú en realidad eres de centro-liberal. JE, JE.
Publicado por: Donatien Martinez-Labegerie | 09/24/2012 en 11:46 a.m.
Ja! Ja! Ahora entiendo lo del puerta a puerta... ya veo vustra visión del ecologismo... sin más!! Variable omitada por Donatien, el omnisciente, consumo eléctrico... Pero allá!!
Si a estar a favor de tomar medidas para fomentar el empleo digno, mejorar infraestructuras y comunicaciones, intentar que todo el dinero posible para infraestructuras se quede aquí (ya que tenemos que pagar el cupo; en vez de despreciarlas y que se vayan a, por ejemplo, Santander... Como otros)... Llámame como quieras...
Lo que tengo claro y cada vez me parece peor, es tener gente que ir va a trabajar pero no hace nada... Es una auténtica falta de respeto en los tiempos que corren...
Y supongo que querer que la mayor cantidad posible de la población forme parte de la clase media es completamente opuesto a los anhelos de Bildu ... que prefiere una economía intervenida, nada competitiva, el autoconsumo y al final todos iguales... pero en la mas absoluta de las miserias... Modelo Bildu vs Modelo PNV...
Votad!! Pero que nadie se queje después.... como les está pasando en su Reino.
Publicado por: ocasional | 09/24/2012 en 01:40 p.m.
Ser o no ser pijo no tiene nada que ver con el problema de fondo que el articulo plantea.Es un problema de educación. Con frecuencia nos olvidamos de que educar es una responsabilidad. SUPONE PONER LIMITES A LOS DESEOS DE LOS HIJOS, limites que se van ampliando a medida que los hijos crecen y maduran y son capaces de respetar a la vez que cada vez son mas respetados. Pero poner limites supone ejercer una autoridad que, por suave y razonada que sea, repugna a algunos. El padre del artículo parece que respetó mucho a sus hijos, pero nunca pensó en pedir el respeto al que él también tenía derecho.
Publicado por: Mª teresa Lamas | 11/03/2020 en 12:03 p.m.