Santiago Carrillo reflexiona en sus memorias sobre el derecho de la "nación catalana" a decidir su destino.
“En la época en que vivimos, quien piense retener por la fuerza, por la coacción, a Catalunya, quien crea que negar a Catalunya su calidad de nación, y como tal su derecho a decidir sus destinos, se equivoca de medio a medio". Quien hace unos meses, poco antes de que desencadenara el proceso soberanista impulsado por Artur Mas, se expresaba con esta contundencia sobre las aspiraciones de Catalunya no es un nacionalista encendido, sino Santiago Carrillo, uno de los grandes protagonistas de la transición democrática española.
El que fue líder del Partido Comunista entregó el original de sus memorias, que incluyen esta reflexión sobre el hecho catalán, apenas dos meses antes de fallecer, el pasado 18 de septiembre, a la edad de 97 años. La colaboración de sus familiares más directos ha permitido que “Mi testamento político” (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores) pueda ver la luz este mes de noviembre.
En el libro, Carrillo repasa casi un siglo de historia de España y del mundo. En uno de los apartados del libro titulado precisamente "Catalunya es una nación", demuestra un nivel de comprensión de la diferenciada realidad nacional, cultural y política catalana nada frecuente en la España actual. Parte de la constatación de que "los españoles conocemos mal la historia de Catalunya, como conocemos mal la historia de nuestro propio Estado". Y concluye que "hemos estado hablando muchos años del problema catalán cuando el verdadero problema eran las estructuras centralistas del Estado español, que ignoraban, testarudamente, el hecho nacional catalán".
Carrillo interpreta la poliédrica figura de Manuel Azaña. "Había llegado no sólo a comprender, sino a sentir como propias las razones del catalanismo", afir¬ma el político comunista recordando el discurso pronunciado por el que fue presidente de la República Española en 1930, en un encuentro entre intelectuales catalanes y castellanos en Barcelona. Un discurso que hoy firmaría, si lo hubiera, el socialista-federalista español más respetuoso con el derecho a decidir.
El que fue dirigente del PCE concluye su reflexión catalana con una grave sentencia: "La separación de Catalunya sería una mutilación dolorosa del Estado". Y advierte a quienes niegan el derecho a decidir y "alardean de un equívoco patriotismo" que "si trataran de dificultar un encaje cómodo y libremente aceptado por Catalunya, quien más tendría que perder en el empeño sería precisamente España, el Estado español".
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