Por: Peio Monteano (historiador y escritor)
El domingo pasado llegó a los kioskos “Dos destinos para un reino. Navarra de 1522 a 1529”, quinta entrega de la colección de DEIA y Pamiela. En este libro, Peio Monteano relata la última etapa de la Guerra de Navarra tras la hecatombe del legitimismo en 1522
Dos destinos para un reino. Navarra de 1522 a 1529 recoge principalmente dos capítulos de su obra La Guerra de Navarra (1512-1529). Crónica de la conquista española, editada por Pamiela en 2010, solo que corregidos y ampliados como consecuencia de los hallazgos documentales realizados en los dos últimos años. ¿Cuáles han sido esos hallazgos y en qué radica su importancia a la hora de apuntalar o desapuntalar la historia ya conocida?
Efectivamente, aunque el texto base es el mismo se han ampliado interesantes acontecimientos ocurridos en Navarra en la fase final de la conquista española. Una fase durante la que el epicentro militar se desplaza al otro lado de los Pirineos y que, dicho sea de paso, hasta mi anterior libro era muy mal conocida. ¿Por qué? Porque pensábamos que la documentación gala para esta época había desaparecido tras la Revolución Francesa. Las investigaciones que he realizado en los archivos de Pau, París y Baiona muestran que no es así y que es posible incorporar al relato de la Conquista de Navarra también la información francesa y bearnesa.
A partir de 1522, la Guerra de Navarra (tras la hecatombe del legitimismo en 1522 con la pérdida de la Navarra cantábrica, la desaparición de los más importantes líderes y la mayoritaria aceptación del Perdón de Hondarribia), se reduce a la lucha por Baja Navarra. ¿Cuáles fueron los principales hitos de este conflicto dentro del conflicto?
El principal, sin duda, la decisión del joven Enrique II de instaurar una Navarra independiente en pequeño en el extremo norte del reino. Otra fue la reactivación de la guerra hispano-francesa en el otoño de 1523, que trajo a Pamplona al mismísimo emperador Carlos V. No vino para ser coronado ni a jurar los fueros, vino a encabezar un enorme ejército que pretendía invadir Bearne y Francia desde el Pirineo vasco. La captura del rey Enrique II en los campos de Pavía y su cautiverio de casi un año, fue otro de esos hitos porque propició una nueva ocupación de Baja Navarra en 1525. Finalmente, la constatación por parte de los españoles de que era imposible mantenerse en este territorio forzó su definitivo abandono en otoño de 1527. Se consumaba así no solo la pérdida de la independencia, sino también la partición de Navarra en dos.
¿Por qué la mayor parte de la historiografía oficial da como últimos reyes de Navarra a Juan y Catalina y no a Enrique III, quien lo mantuvo como reino en cierto modo independiente de Francia?
Fundamentalmente se debe a que la historia se ha escrito desde la perspectiva de los Estados nación establecidos precisamente tras el desguace de la Navarra independiente, es decir, desde España y Francia. Por ello, consideran que los últimos reyes navarros fueron los últimos de sus monarcas en ostentar los títulos de Reyes de Navarra o Roy de Navarre. No obstante, hay que reconocer que los descendientes de Enrique II El Sangüesino nunca pisaron Navarra y progresivamente se fueron afrancesando y alejando geográfica y sentimentalmente de ella. Navarra les daba el título de reyes o reinas, pero objetivamente eran mucho más importantes sus señoríos franceses.
Las circunstancias internacionales jugaron un papel determinante en los dos destinos de Navarra. De haber sido menos favorables a España los conflictos militares en los que intervino, ¿hubiera sido posible la permanencia del reino en el contexto europeo?
La verdad es que la Historia no conoce la goma ni los experimentos tipo "qué hubiera pasado si". En el verano de 1521 todas las opciones estuvieron abiertas: la militar, la diplomática y la política. Si la mayor parte de Navarra está hoy integrada en España no es por que estuviera predestinada a formar parte de ella, como algunas voces interesadas sostienen. Fue fruto de una mera contingencia histórica. El final fue ese, pero pudo haber sido perfectamente otro. Ahora bien, ¿podía Navarra haber pervivido como estado independiente y/o neutral más allá del siglo XVI? Sinceramente, no lo sé. Atrapada entre dos poderosas monarquías que se iban a enfrentar por el dominio de Europa y que buscaban implantar fronteras naturales (ríos y cordilleras), no era fácil la pervivencia de una Navarra a la andorrana o a la suiza. Tarde o temprano habría caído en un ámbito de influencia. Lo cual no significa que necesariamente tuviera que desaparecer como Estado…
En el libro se da por finalizada en 1529 la trágica guerra que supuso la conquista de Navarra. A partir de esa fecha, ¿los Reyes de Navarra dejaron de reclamar los territorios conquistados?
En 1529 termina la Conquista en el terreno militar. Desde entonces las fronteras no solamente no se movieron sino que, salvo alguna pequeña incursión, tampoco se traspasaron. Otra cosa es que se acabara la cuestión navarra. Eso no. Los reyes destronados siempre reivindicaron su reino y Navarra fue durante al menos un siglo más una constante fuente de fricción en las relaciones internacionales. Nunca como entonces Navarra ha estado tan presente en las cancillerías europeas. Lo que ocurre es que, a partir de que los Labrit se convirtieran al Calvinismo, la religión terminó abriendo un foso entre ellos y la mayoría de los navarros. Finalmente, con la instauración en el trono español de los Borbones (descendientes de los Labrit) algunos pensaron incluso que Felipe V había restablecido la línea dinástica.
En Dos destinos para un reino también se documenta que el euskera era el idioma mayoritario en Navarra a principios del siglo XVI, ¿esto confirmaría, visto el retroceso posterior que sufrió, la dureza con que la monarquía española actuó para destruir uno de los pilares de la cultura e identidad del Reino?
Bueno, yo no comparto la visión de esa especie de etnocidio navarro tras la Conquista española. Es verdad que, según la información recogida en 1528, el euskera era la lengua, no ya mayoritaria, sino hegemónica en Navarra. Alrededor del 80% de los navarros vive en la parte del reino que hablaba vasco, hay bolsas de vasco hablantes en la Ribera e incluso las elites hablan euskera, aunque no lo escriban. Pero también es cierto que el euskera era igualmente fuerte -incluso más me atrevería a decir yo- un siglo después de la conquista española. Hay que tener en cuenta que España entonces se parecía más a la Unión Europea que a la España del XIX y que gran parte de los conquistadores (militares, políticos, administradores) eran nativos de los territorios vascos de Castilla. Navarra era más vasca culturalmente que Álava, por ejemplo. La conquista no la convirtió en castellano parlante y el euskera tuvo el mismo uso, prestigio y extensión antes y después de 1512. Desde mi punto de vista, no puede sostenerse que haya en los siglos XVI y XVII una política de represión del euskera. Esta comenzaría en el siglo XVIII con el centralismo borbónico y la Ilustración, que aceleraron la uniformización cultural y la educación. Porque la educación en la práctica se convirtió en castellanización. Y entonces sí comenzó el retroceso de la lengua vasca.
Comentarios