Por: JOSEP MASSOT
El periodista y ensayista Adam Michnik trató la figura de Walter Benjamín desde una perspectiva polaca en la segunda y última sesión de la confe¬rencia dedicada al pensador alemán. "Benjamín fue una víctima trágica de su época, como intelectual, como judío, como alemán y, en general, como europeo de izquierdas", señaló Michnik, para quien el filósofo utilizó la melancolía como defensa ante la barbarie.
Los intelectuales polacos saben mucho de exilio y tragedia. De Chopin a Gombrowicz y Milosz. Y mantienen fresca la experiencia de haber vivido bajo los dos sistemas totalitarios, el nazismo y el estalinismo. Desde esta experiencia, el periodista afirmó: "Benjamín no entendió ni la esencia terrible del nazismo ni el secreto de la barbarie comunista". "La fuerza del nazismo -dijo-residía en la razón utópica de purificación total y totalitaria para hacer un mundo puro imposible. Benjamín creía que la verdad estaba en los extremos, en la fuerza de la debilidad en contraste con Gottfried Benn, que la situaba en la debilidad de la fuerza.
" Tampoco -prosiguió Michnik-entendió Benjamín nada de Rusia, "algo muy típico de los intelectuales alemanes que, como Hanna Arendt, situaban Rusia como frontera oriental de Alemania"; con olvido, pues, de Europa del Este. La época hizo que cualquier elección no fuera ni clara ni justa, sino siempre trágica, o Hitler o Stalin. Tras el pacto de Munich de 1938, llegó el pacto Stalin-Ribbentrop un año después, que dejó estupefactos tanto a nazis como a comunistas. "Benjamín -afirmó Michnik- fue un testigo inocente porque murió."
El ensayista polaco llevó el análisis a la actualidad. "La globalización convive con el estallido de los particularismos, y Europa del Este conoce la consecuencia de los extremos. Si la verdad está en los extremos, ¿qué veremos en esta globalización que no tiene rostro humano?" Para ilustrar su moraleja, Michnik contó un chiste polaco. En un cuartel del Ejército belga, el coronel alinea a sus tropas, colocando a los valones a la izquierda y a los flamencos a la derecha, cuando un único soldado que había quedado desubicado, le pregunta: "¿Y dónde se ponen los belgas?". "El soldado -remata el chiste con moralina- se llamaba Javinovic y me gustaría creer que era un lector cosmopolita de Benjamín. Nuestro hermano."
Konstantin Akinsha, vicepresidente de la comisión que asesora al presidente de Estados Unidos en cuestiones de patrimonio del holocausto, mostró los errores cometidos por Benjamín en su visión de la URSS. El filósofo viajó a Moscú, la ciudad de moda entre los literatos europeos de izquierda, tras los pasos de Asja Lacis, con quien pronto se descubrió compartiendo un triángulo sentimental con Wilhem Reich, su rival y cicerone por los bulevares de la capital del primer Estado proletario.
Akinsha, a partir de los dos textos que Benjamín escribió sobre su viaje, considera al pensador alemán, que ni entendía ni sabía hablar ruso, como un nuevo Zelig; es decir, el intelectual corto de vista que se las arregla para aparecer en el centro de los acontecimientos, según Akinsha, Benjamín se dejó manipular por sus guías, se equivocó en sus apreciaciones y se mostró como un intelectual ajeno a la realidad que le rodeaba.
La mejor intervención de la mañana, en un congreso que ha aportado muy escasas contribuciones al conocimiento de la obra de Benjamín, fue la de Willem van Reijen, catedrático de Filosofía de la Universidad de Utrecht. Reijen trató ampliamente el concepto de "aura", corrigiendo las erróneas lecturas que suelen hacerse del famoso texto benjaminiano. El aura era aquel halo que aparecía en los viejos retratos ovalados de principios de siglo, burgueses de mirada inevitablemente petrificada, debido a la técnica de la época. El aura -en la que Benjamín vio veneración del éxito de la clase ascendente- se perdió en 1895, con un nuevo avance de la técnica fotográfica. La fotografía urdía una continuidad desde la luz más brillante hasta la sombra más oscura, rota por el cine, otra experiencia del tiempo, de recepción masiva, pero también propuso "respirar el aura", salvar la distancia entre sujeto y mundo por medio de la analogía mimética, sin el ejercicio de poder, de veneración, que emanaba el aura de aquellas fotos, sustituida por una imagen dialéctica.
E pcato Stalin-Ribbentrop dejó helados a unosa y otros, incluídos militantes de ambos lados. A sucedido algo parecido en el PNV tras el actual pacto presupuestario de legislatura Urkullu-Besugoiti?
Me temo que no.
Publicado por: Donatien Martinez~Labegerie | 01/28/2013 en 09:24 a.m.