Por: Xabier Arzalluz
(1) Auto De Terminación
Siempre he creído que en "El País" las gracias las hacía Peridis, y que Pacho Unzueta se dedicaba a editorializar, anóni¬mamente, sobre temas vascos, especialmente si se trataba de sacudir al PNV.
De ahí mi sorpresa al ver un día al mentado Unzueta, junto con Jon Juaristi y el sedicente antropólogo Aranzadi (¡ningún parecido con el eminente D. Telesforo!) presentando un libro de su autoría bajo el título de "Auto -de- terminación". Un juego de palabras, fiel indicador de la frivolidad con la que, en sus respectivos artículos, zarandean, a cuenta de ETA a todo el nacionalismo vasco. Aunque inconscientemente, su dogmatismo les ha llevado a los términos mismos de la inquisición: "auto de fe" y de "terminación", tal vez en la hoguera.
Nunca he oído que judío converso ni morisco ni relapso llegara a ser Inquisidor o miembro del Santo Oficio.
Pero hoy no se para en esos detalles. Los principales inquisidores, perseguidores e incineradores de nacionalistas vascos, y no digamos de ETA, son antiguos nacionalistas o ex-miembros de la organización armada.
A Pacho Unzueta le conocí, hace muchos años, escondido de la Policía en un piso de la calle Somera de Bilbao, por pertenecer a ETA. Fue luego el ideólogo principal y fautor de la formación ETA VI, que pretendió la titularidad de las siglas y mantuvo sus comandos. Para él los de ETA eran simplemente pequeños-burgueses. No iba contra la lucha armada.
Juaristi, por su parte, junto con Onaindia, fue adoctrinado en la cárcel por Zalbide, en la no incompatibilidad entre nacionalismo y marxismo-leninismo. El poder suele reclutar con frecuencia gentes que formaron en las huestes del enemigo para batirle mejor.
Cambiar es de sabios, dice. Pero cambios aparte, ¿qué extraño furor acomete a algunos para arremeter contra lo que constituyó, en tiempos, razón de su vida? ¿Por qué ese afán iconoclasta, desmitificador de lo vasco y sólo de lo vasco, y no, por ejemplo, de lo español? ¿Es que "lo español" no arrastra consigo mil veces más mitos que "lo vasco"?
¿Cómo puede ser que estas personas puedan seguir considerándose a sí mismas como progres, cuando en no tantos años han pasado de lo nacional-armado, al nacional-bolchevismo armado, para quedarse en el bolchevismo desarmado, cayendo al final en la nada ideológica? ¿Cómo ante el estrepitoso derrumbe de todo lo que supuso su mundo de ideales desde el muro a Tiananmen, pasando por el Kremlin, siguen creyéndose los oráculos de los tiempos post-modernos, cuando lo propio hubiera sido que se encerraran en un archivo?.
Cuando veo, día a día, su obsesión, su fijación anti-PNV, sólo encuentro una explicación: que el viejo PNV, el burgués, el cristiano, el del desván de la abuela, el con los pies en el suelo, el asentado en la realidad de su pueblo es, ni más ni menos, el espejo del fracaso político e ideológico de estas gentes.
(2) El post-nacionalismo:
Lo repite Jáuregui, aunque lo inventó el que es, junto con Onaindía, su consejero áulico, el mentado Jon Juaristi.
Sin embargo, propias o prestadas, no son las ideologías el fuerte de Jáuregui.
El problema de Jáuregui son las elecciones autonómicas.
Cuando hace ocho años Benegas sacó 19 diputados y el PNV 17 (aunque con más votos que el PSOE) Onaindía estaba, en conexión con "la Bodeguiya", promoviendo el ostracismo del PNV y la puesta de largo del "Pacto del Progreso". No pudo ser. Benegas se fue a Madrid y Jáuregui se quedó de vicepresidente.
Vinieron las elecciones del 90 y Jáuregui sólo sacó 16 diputados, mientras que el PNV subía a 22. Aunque las culpas no eran de Jáuregui, por mucho que algunos de su partido se ensañaran con él.
Lo que sucedió fue que la victoria de Benegas se debió a que un buen número de votos de la derecha votó al PSOE, con campaña ad hoc del mismísimo ABC y del Correo Español, por la incertidumbre y el temor que suscitó en esos sectores la escisión del PNV y la radicalización de EA. Pasado el primer gobierno de coalición e impuesta en el País la serenidad de Ardanza, aquellos votos volvieron a su lugar natural. Este era el análisis de los técnicos del PSOE.
En todo caso, si Jáuregui se queda donde está o baja, se acabó su presencia política aquí.
Ya no estará con sus "caseritas" ni en la "tierra de sus dolores". Se irá a la "tierra de promisión". Ese es el trato.
Pero Jáuregui parece esforzarse en apartar de sí el lastre de la imagen del PSOE, que cuando no es Guerra es Filesa, y cuando no es Filesa es Roldan, con el hundimiento de la siderurgia y de los aceros en el próximo horizonte.
Por eso se le ve poco con su gente, y mucho con Onaindía, habla poco del paro, nada del socialismo y mucho del postnacionalismo. Teoriza con Juaristi sentando el principio de que “tras 14 años de funcionamiento, el Estatuto entra en una fase en la cual la identidad nacional y el sentimiento que origina se agotan como motor de reivindicación política”.
Y no contento con ello, grita desde el decorado (post los nacionalistas) del Arriaga que el nacionalismo se halla vacío. “Hablan de independencia y no la quieren”
-“¡Jáuregui -le contesté ante los jóvenes de EGI en Sopuerta- suprime el artículo octavo de la Constitución y hablaremos de independencia"!.
Pero nadie comentó nada. Eligieron lo de "somos de aquí-no son de aquí” para la campaña.
(3) La manipulación.
Del artículo octavo había hablado Anasagasti el pasado enero, y yo mismo a finales de diciembre. Por no hablar sino de tiempos muy recientes.
Pero en estas cosas lo determinante no es el qué sino el cuándo. Y a algunos les convenía por razones electorales, y por tapar otras cuestiones, sacar el hacha de guerra y machacar al vasco.
Como en el Aberri Eguna siempre hay algún tema que poder enfocar desde el punto de vista español, se escogió este tema. Del PNV naturalmente, que es el enemigo electoral. Los gritos de HB o los grititos de Colom no interesaban.
Luego resultó que mi discurso puso la bomba en el coche del agente de la Guardia Civil muerto en atentado al día siguiente. ¡Y allí fue Troya! El que resultara que la bomba estaba colocada días antes, no es motivo para que los medios rectifiquen.
¿Qué más cabe decir que el lector no sepa?. Ayer mismo, un "entretenedor" de Antena 3 sacaba las cámaras a la calle y preguntaba por Sevilla y Zaragoza: -“Arzalluz ha dicho que España es un cuento”. ¿Qué le parece a Vd.? ¡Se puede imaginar el lector lo que pensaba el español de a pie! ¡El que Arzalluz no hubiera dicho nada de eso, es, como en el caso de la bomba, un detalle sin importancia!.
(4) Conclusiones
Primera: Una repetida experiencia demuestra que, tratándose del nacionalismo vasco en general y del PNV muy en particular, determinados medios de comunicación, públicos y privados, son como una ladera de montaña cargada de nieve. Basta que alguien lance la piedra y el alud rodará de forma avasalladora. Esto es, pues, lo que nos espera en cuanto suscitemos un tema fuerte o que no guste o en cuanto alguien con poder esté interesado en "desacreditar al vasco".
El que se extrañe cuando sucedan estas cosas es un ingenuo. Y el que se asuste un timorato.
Quien, desde el poder, pretenda frenar el alud porque "es demasiado", no parece medir la sensación que, una vez más, corre por estos pagos, el "¡no hay nada que hacer!". Con la gravedad que ello tiene.
Segunda: No hay manera de tener un debate presentable sobre determinados contenidos constitucionales u otros para-constitucionales que constituyen tabú.
De ahí el que nadie ose plantear una reforma de la Constitución. Porque tal reforma, aunque fuera puntual, suscitaría entre otros, el problema del artículo octavo. Y sería digno de oírse lo que pudieran decir hoy los socialistas respecto a éste y otros puntos.
Tercera: Cuando el PNV se ve víctima de una provocación calculada, sabe en principio, que a las provocaciones no se contesta.
Pero cuando la provocación ronda su descrédito o comienza a alterar el equilibrio de las gentes nacionalistas, se considera en el deber de levantar la voz. Sobre todo cuando, por debajo, se está tratando, pactando o ayudando a otros radicalismos, con el solo objeto de minar al PNV.
Dicho esto el PNV vuelve a su discurso habitual, considerando que ni el artículo octavo, ni la independencia son hoy temas urgentes.
Su discurso habitual es, justamente, el que nuestros oponentes no desean, es decir, la marginación, el paro, la situación industrial, la margen izquierda, Altos Hornos, los aceros, la construcción naval... un campo en el que en Euzkadi los socialistas han cerrado, cerrado y cerrado, aportando como labor positiva el achatarramiento y desmantelamiento de las instalaciones abandonadas a través de su Consejería de Urbanismo, pero sin ninguna alternativa industrial.
Cuarta: El Sr. Jáuregui tiene derecho a ser Lehendakari de este país. Igual que el Sr. Mosquera o el Sr. Mayor. Pero tenga el valor de recalcar que representa al PSOE, con sus grandezas y sus miserias.
Y no olvide que también se dijo desde su partido que “se puede morir de éxito” y que “habían modernizado a España”. Y no olvide que en esta tierra pululan "los caseritos” que viven a gusto en la tierra de sus amores: no sea que le suceda lo del aldeano de la canción que “tiró la piedra, tiró, tiró la piedra y no la encontró...”
Deia, 10 de abril de 1994
Pero cuando la provocación ronda su descrédito o comienza a alterar el equilibrio de las gentes nacionalistas, se considera en el deber de levantar la voz. Sobre todo cuando, por debajo, se está tratando, pactando o ayudando a otros radicalismos, con el solo objeto de minar al PNV.
Buahhh!! Tremendo todo el artículo!! PArece actual pese a sus casi 20 años.
Publicado por: ocasional | 01/29/2013 en 11:29 a.m.
Juaristi por aquel entonces en el PSOE.
Ahora con Aznar en FAES y en la fascista Denaes, componiendo letras al horrible himno espanol !!!!
Lo de estos conversos es de traca !.... Han vivido bien, pero su dignidad es cero.
Publicado por: takolo3 | 01/29/2013 en 02:22 p.m.