Fue en diciembre de 2003. Se reunía en la sala Mariana Pineda la Comisión de secretos oficiales. Presidida por Luisa Fernanda Rudi, los portavoces escuchábamos el rosario de excusas del ministro de Defensa, Federico Trillo, sobre la muerte de siete agentes del CNI en Irak. Junto a él estaba el director del centro, Jorge Dezcallar, descendiente del almirante Mazarredo. Cuando me tocó intervenir le interpelé en relación a varias cuestiones y, al final, y mirándole fijamente le hice una "inocente" pregunta: «¿Espía el Centro Nacional de Inteligencia a partidos democráticos y a dirigentes de esos partidos democráticos?» Carraspeó y, poniéndose muy digno, me contestó: «Vivimos en un estado de derecho y los partidos democráticos no son objeto de seguimiento informativo. En caso contrario eso sería un delito».