El acontecimiento literario español de 1890 fue, sin duda alguna, la publicación, en Bilbao, de la famosa novela del jesuita padre Coloma, que a la sazón residía en la Universidad de Deusto. Desde enero de aquel año se inició tal publicación en las páginas de la revista piadosa “El mensajero del corazón de Jesús”, que redactaban los jesuitas escritores de la residencia de la calle Ayala, estando dirigida por uno de ellos. Dicha revista, pese a su aparente modestia tipográfica, tenía una amplísima difusión por toda España y América y llegaba a millares de familias de toda condición social e ideológica. Desde la iniciación de la novela del padre Coloma, esta revista se hizo celebérrima y las entregas mensuales de la misma fueron esperadas con ansiedad, expectación y escándalo porque ninguna otra novela del 800, a excepción de “La Regenta”, de “Clarín”, había armado tal revuelo, que fue mayor en el caso de Coloma por tratarse de un religioso, el autor.
El juicio de Julián Marías sobre la novela Pequeñeces, del padre Coloma, es uno de los más certeros al respecto y dice así: «Es una novela satírica, una pintura viva, animada, entretenida, melodramática y efectista de la alta sociedad madrileña, en los años que precedieron a la restauración. El personaje principal, Currita Albornoz, y las damas de la aristocracia, aparecen con exagerada acumulación de vicios; con pinceladas desmesuradas y desaciertos que puso de relieve, con gracia, Valera, en su carta 'Currita Albornoz al P. Luis Coloma'; crítica irónica, divertida y jovial -en el fondo, dura y grave- de la novela. Esta fue interpretada como de clave y se buscó la identificación de sus desaforados personajes, con lo cual, los propósitos de edificación de su autor quedaron en realidad malparados. Su viveza dramática y amenidad de lectura han asegurado largo éxito a esta novela».
En 1972 se contaban ya 20 ediciones de Pequeñeces, dentro y fuera de las obras completas del P. Coloma. En 1975 salió la notable edición crítica de Rubén Benítez, con una segunda edición en 1977, de la que es ya difícil encontrar ejemplares. Además de la publicación por entregas, hecha en Bilbao, en 1890, por la revista El Mensajero, desde enero de tal año hasta marzo del siguiente; pronto se sacó una segunda edición, en dos volúmenes, el mismo año 90, así como una tercera, en 1891, continuándose después editando, en Bilbao, por la misma revista. En 1927 la Editorial Vasca, de Bilbao, hizo la 14a edición, pasando luego a la serie de obras completas, en 19 tomos, hecha en Madrid después de la guerra civil, en 1942, hasta la magnífica de 1960, preparada por el P. Hornedo, jesuita, que lleva una excelente introducción.
Pequeñeces está traducida al francés, desde 1895; al holandés, desde 1896 y al alemán, desde el mismo año, que sepamos; lo cual prueba la gran difusión nacional e internacional de la misma, siempre discutida y sobre la que hay una abundante bibliografía de análisis y estudios críticos, desde su aparición hasta hoy.
El autor en 1890
En 1890 el P. Luis Coloma contaba 39 años puesto que había nacido en la gaditana ciudad de Jerez de la Frontera el 9 de enero de 1851, hijo de un médico homeópata de tal localidad. Tuvo varios hermanos, entre los cuales hubo otro jesuita, llamado Gonzalo Coloma, también poeta y escritor, el cual era ocho años más joven que Luis, y como él, también pasó varios años en la Universidad de Deusto. Los dos hermanos cursaron la carrera de Leyes, antes de entrar en la Compañía de Jesús, pero, en el caso de Luis, debemos advertir que estuvo preparándose, desde los doce años, para ingresar en la Escuela Naval de San Fernando. La carrera de Derecho la hizo en la Universidad de Sevilla y, en esta ciudad, se despertó su vocación literaria, bajo el estimulo de la anciana escritora Cecilia Bóhl de Faber, Fernán Caballero (1796-1877).
Coloma trató también a Gertrudis Gómez de Avellaneda y a otros escritores de su tiempo, colaborando en la prensa sevillana. En sus años universitarios estuvo además, Coloma, enredado en aventuras e intrigas políticas de la clandestinidad alfonsina, burlando la vigilancia de la Policía amadeísta. Trató entonces con la aristocracia andaluza. Una herida de revolver, casual o por atentado, estuvo a punto de costarle la vida, resolviendo entonces su entrada en la orden jesuítica, acabada ya la carrera de Leyes.
El religioso
En 1874, a los 23 años, hizo su ingreso en la Compañía de Jesús, que al estar, entonces, expulsada de España motivó que tuviera que acudir al noviciado de Poyanne (Landes), ordenándose sacerdote en 1883, cuando tenía 32 años. Estuvo, una vez vuelto a España (con el retorno de la orden, al amparo del nuevo régimen de la restauración), en diversos colegios jesuíticos, si bien su misión quedó centrada, muy pronto, en el apostolado literario, renaciendo su vocación juvenil pero, ahora, decididamente orientada a instruir deleitando y a fustigar los desvíos morales de la sociedad de su tiempo, aunque sin caer en el integrismo vigente, dentro y fuera de su propia orden.
Catorce años en Bilbao
Después de haber estado el curso 1878-79 en el colegio gallego de La Guardia (Pontevedra), pasó al de Carrión, en Palencia, y luego al de Chamartín de la Rosa, en Madrid (donde sitúa los primeros capítulos de Pequeñeces). Entre 1881-84 estuvo en la Casa de Estudios de Oña (Burgos), cursando Teología. En 1884 se inicia la nueva etapa de la revista El Mensajero, en Bilbao, y a ella envía sus primeras colaboraciones literarias. Estuvo algún tiempo en Manresa y, de aquí, fue enviado al Colegio de Orduña, en Vizcaya, el curso 1885-86, en donde profesó sus últimos votos religiosos.
Es entonces, 1886, cuando abre sus puertas el Colegio de Estudios Superiores de Deusto y aquí viene el P. Coloma a residir y a escribir, como redactor de El Mensajero, dirigido entonces por el P. Luis Martín con su grupo de redactores los PP. Rodeles, Pereda, Paz y Alarcón, siendo este último, desde 1887, el nuevo director de la revista.
Hasta 1899 permaneció el P. Coloma en Deusto, haciendo salidas a otras partes de Bizkaia, Gipuzkoa (Zarautz), Madrid, etc., hasta que, desde 1905, hasta su muerte, en la misma ciudad (1915), vive en ella, en la residencia de la calle Isabel la Católica. En 1908 ingresó en la Real Academia Española. Su hermano Gonzalo murió en Deusto, cua¬tro años después, el 15 de noviembre de 1919.
Pequeñeces
Como ya dicho al principio y en palabras de Julián Marías, esta novela trató de mostrar el claroscuro del comportamiento moral de la aristocracia en la Corte, en los años que precedieron a la restauración alfonsina, la cual, en cierto modo, había defraudado a quienes esperaron de ella un cambio de costumbres individuales y sociales donde las transgresiones morales no fueran consideradas meras pequeñeces y pecadillos sin importancia porque podía haber gestos de arrepentimiento como el de la protagonista, Currita Albornoz, ofreciendo con su mano agua bendita a su rival la marquesa de Sabadell, a la salida del santuario de Loyola, lo cual también podía parecer una pequeñez y era un signo de perdón y reconciliación.
Estos nacionalistas como siempre queriendo apropiarse de las cosas españolas, ahora va a resultar que es esencial dónde residiera puntualmente el gaditano Luis Coloma... con tal de que sea "una obra bilbaína". Ahora va a resultar que Colón, Teresa de Ávila y Cervantes, además de catalanes, van a ser de las vascongadas...
Publicado por: ElNom ElApell | 08/21/2016 en 06:21 p.m.
Agradezco este post que repasa, por un lado, la relación del padre Coloma con la sociedad vasca y, por otro, evoca una novela excelente. Porque "Pequeñeces", que es una obra conservadora, reaccionaria y que flirtea con el integrismo católico es, al mismo tiempo, un excelente retrato de la aristocracia matritense, un folletín ejemplar, un admirable ejemplo de cómo dinbujar personajes creíbles y, esto no se ha dicho suficientemente, una novela cargada de humor.
Publicado por: Joan Manuel Soldevilla | 03/29/2018 en 10:12 a.m.