Martin ANSO
Inés Pellón y Pascual Román acaban de publicar “La Bascongada y el Ministerio de Marina (1777-1783)”, un libro en el que, a través del análisis de dos centenares de cartas de la época, documentan al detalle una magna operación de espionaje militar que la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País realizó por encargo del gobierno de Carlos III. Los agentes clave de la trama fueron Ignacio Montalvo y Juan José Elhuyar, el mismo que más tarde alcanzó notoriedad en compañía de su hermano Fausto por haber sido el primero en aislar el wolframio.
Los cañones fabricados en las localidades cántabras de La Cavada y Liérganes no podían competir con los que salían de las mejores factorías de Europa, las de Sajonia, Suecia y, muy particularmente, Carrón, en Escocia. El Ministerio de Marina de Carlos III, a través de la Bascongada y al más alto nivel, es decir, con el Conde de Peñaflorida y el Marqués de Narros al frente, promovió una ambiciosa operación de espionaje orientada a introducir agentes en esas fábricas con el fin de aprender de sus procesos productivos.
Alguna noticia había de esta operación que convirtió la villa de Bergara, sede del Real Seminario Patriótico, en un importante foco no sólo de ciencia y tecnología, sino también de espionaje, pero el libro de Inés Pellón y Pascual Román, publicado ahora por la propia Real Sociedad Bascongada, la documenta al detalle.
Pellón y Román, profesores de Química de la UPV que ya en otras ocasiones han demostrado una gran querencia por indagar en la historia de la disciplina que imparten, se sirven para desvelar; la trama de más de doscientas cartas de la época semiperdidas en el archivo de Simancas. “Se hallaban dentro de un legajo ca¬lificado como “indiferente”. El profesor Ramón Gago dio con él y nosotros hemos tenido ocasión de transcribirlo al completo”, explica Inés Pellón.
La trama y los espías
La flota española era más poderosa sobre el papel, pero los navíos británicos, además de ser más rápidos, estaban armados con mejores cañones, los fabricados en Carrón, Escocia. El responsable de la Secretaría de Marina en aquel momento era el tudelano Pedro González de Castejón y Salazar, quien no dudó en dirigirse “con la mayor reserva” al conocido marino bilbaino José Mazarredo para que, “medite cómo podríamos lograr uno o dos hombres hábiles para introducirse como jornaleros o de otro modo en las fábricas de Carrón, observar y aprender allí todo lo que conduce a la fábrica de artillería”. “Los vizcaínos son capaces de todo y muy a propósito para el fin, por su carácter silencioso, su habilidad y su genio laborioso”, añadía González de Castejón.
Mazarredo le respondió que la Bascongada tenía planes para crear en Bergara sendas cátedras de Mineralogía y Metalurgia y poner al frente de ellas a expertos de Sajonia y Suecia. Le propuso que fuera el propio gobierno quien las financiase, en el convencimiento de que ello también serviría para mejorar la producción de cañones. Así lo hizo el gobierno. En cuanto a la “inspección” de Carrón, Mazarredo reconocía que “sería muy útil” y señalaba a su interlocutor que no sería difícil encontrar hombres dispuestos “entre los armeros de Plasencia”. El contacto clave, concluía el marino bilbaino, era el propio director de la Bascongada, el Conde de Peñaflorida.
A partir de entonces, el Conde de Peñaflorida y su directo colaborador el Marqués de Narros, siempre en estrecha relación con el Ministerio, no tardaron en encontrar los espías adecuados: el navarro Ignacio Montalvo y un estudiante recién llegado de París llamado Juan José Elhuyar, “hijo de un cirujano vascongado establecido en Logroño”.
Con el comerciante donostiarra José Mitxelena como enlace, Montalvo viajó a Inglaterra bajo la falsa identidad de José Martínez, natural de Morales de Toro, Castilla. La “novela” (así la denominaron Peñaflorida y Narros en la instrucción secreta que proporcionaron al espía) añadía que era prófugo de los dominios de Carlos III como consecuencia de un crimen pasional. El objetivo de Montalvo era diáfano: introducirse en Carrón.
Paralelamente, Juan José Elhuyar fue a formarse e inspeccionar las fábricas de Sajonia y Suecia. Después, también él debería viajar a Carrón bajo identidad falsa.
Las peripecias de Montalvo y Elhuyar fueron bien diferentes, pero interesantísimas ambas. El navarro llegó a ser apresado precisamente bajo la acusación de espionaje, aunque la cosa no llegó a mayores y terminó por introducirse efectivamente en Carrón. Elhuyar, por su parte, se hizo con una formación científica puntera. Fue precisamente en el transcurso de esta operación cuando entró en contacto con Bergman en Upsala, algo decisivo para que, años más tarde, ya en Bergara, fuera el primero, en compañía de su hermano Fausto, en aislar el wolframio.
Elhuyar no llegó a viajar a Carrón. González de Castejón murió y los nuevos responsables del Ministerio se impacientaron. Aquello estaba resultando muy caro -a Elhuyar le denegaron el pago de lo que le adeudaban- y los resultados, de momento, eran intangibles, por lo que las autoridades ordenaron el regreso de los espías. “Todavía está por investigar el porqué le negaron a Elhuyar el cobro de la deuda, pero nuestra impresión -indica Pellón- es que los responsables del Ministerio pensaban que se estaba dedicando demasiado al estudio y no se ocupaba lo suficiente del asunto de los cañones, que era lo que les interesaba”.
Todo parece indicar, no obstante, que la misión fue coronada con éxito, “si bien -matiza Pellón- no conocemos los informes que presentaron. Quizá se hallen en algún archivo particular o, quizá, dado su carácter secreto, fueron destruidos”. Pero el rey ordenó que tanto Montalvo como Elhuyar fueran destinados a la fábrica de Jimena, siempre que demostrasen tener conocimientos suficientes. Sin duda lo hicieron. El navarro era en 1786 Conde de Casa Montalvo y Teniente Coronel de las Milicias de Matanzas, en Cuba. Elhuyar ni siquiera llegó a incorporarse a la fábrica de Jimena, porque fue nombrado director general de Minas de Nueva Granada (hoy Colombia).
¿UNA MERA TAPADERA DE LA CORONA?
Martin ANSO
La obra de Pellón y Román suscita una cuestión que ya en otras ocasiones se ha planteado: la de la independencia siquiera teórica de la Bascongada respecto a la Corona. El profesor Fito Rodríguez Bornaetxea, por ejemplo, ya hace unos años presentó en el I Congreso Latinoamericano de Historia de las Ciencias y la Tecnología, celebrado en La Habana, una ponencia en la que ponía en tela de juicio esta independencia, puesto que, si bien la génesis de la sociedad está entroncada en instituciones autóctonas, como son las Juntas de Gipuzkoa, es Carlos III quien la lleva de su mano en todo momento, la financia y se sirve de ella de forma sistemática y directa. No sólo en el episodio de espionaje señalado, sino también en cuestiones cruciales como la del traslado de las aduanas a la costa. Para Rodríguez, este hecho es, especialmente ilustrativo del divorcio entre la Bascongada y las instituciones autóctonas a cuya sombra nació. Mientras las Juntas defienden la permanencia de las aduanas en el interior, algo determinante para la economía del país, la Bascongada se alía con la Corona. La pregunta a la que hay que responder, opina Rodríguez, no es si la Bascongada fue una tapadera para la Corona, que sin duda lo fue, sino hasta qué punto fue fundamentalmente y sobre todo una tapadera.
El aspecto autóctono: la Bascongada no hubiera tenido lugar en otro sitio en los dominios de la corona hispana.
El aspecto tapadera: el poder político o era solo el legitimo y soberano foral, sino también el de la corona y su aparato.
Finalmente se produjo una colonización de una institución de origen honesto nacional vasco -Narros, Munibe, Samaniego-, por el poder metropolitano.
No es casualidad que grandes apellidos de la derecha madrileña hoy sean descendientes directos de aquellos prohombres vascos.
Loyola de Palacio (en realidad "de Jauregi", pues se cambió el apellido castellanizándolo) es un ejemplo que se me ocurre, pues aún sola veranear en Berriatua y por ahí, esa zona donde residían aquellos promotores enciclopedistas vascos.
Publicado por: Donatien Martinez-Labegerie | 06/04/2013 en 06:22 a.m.
Galopael el paro en Bizkaia.
En Gipuzkoa andan sin papel higiénico, mientras tanto. No, Iñaki?
Publicado por: Dóri Lang | 06/04/2013 en 01:50 p.m.