José María Makua fue durante ocho años 'señor de Bizkaia'
“Euzkadi es la patria de todos los vascos. Sus territorios históricos se unirán sin confundirse y se distinguirán sin separarse”. Este pensamiento del padre del nacionalismo, Sabino Arana, ha sido también una de las máximas que ha presidido la corta, pero intensa vida política de José María Makua. Durante cincuenta y cinco años fue, simplemente, un señor de Vizcaya. Sin embargo, tras la muerte del general Franco, irrumpió en la vida pública como el último gran jelkide del bizkaitarrismo y a lo largo de ocho años se convirtió en el todopoderoso señor de Vizcaya.
José María Makua Zarandona forma ya parte, por derecho propio, de la galería de personajes ilustres del nacionalismo vasco. Sin embargo, su trayectoria política no permite considerarle como uno de los históricos del movimiento peneuvista, en la línea de los Juan de Ajuriaguerra, Manuel de Irujo o Jesús María de Leizaola. Bilbaino, nacido en Abando el 22 de junio de 1922, su primer contacto con el nacionalismo se produjo a los doce años cuando, a instancias de su madre, se afilió a Euzko Ikasle Balza, una agrupación de estudiantes dependiente de! PNV. La Guerra Civil le lleva al exilio francés con quince años recién cumplidos. Concluida la contienda regresa a Euzkadi, se gradúa como profesor mercantil y abre un despacho de auditoría contable, asesoramiento fiscal y organización de empresas. Con él se labra pronto un reconocido prestigio profesional.
Sus biógrafos apuntan que durante el franquismo conoció a Ajuriaguerra y colaboró estrechamente con él en la clandestinidad, sobre todo en la defensa y difusión del euskera, la lengua que aprendiera de niño en Bergara, localidad natal de su madre. Otros, como el actual consejero de Hacienda, Alfonso Basagoiti, le describen como un hombre “en el que siempre estuvo encendida la llama del nacionalismo” y que jugó un papel “nada desdeñable en su difusión, en círculos empresariales bilbaínos”.
Irrupción en la escena pública
La irrupción de Makua como hombre público se produce, sin embargo, con la transición, cuando el PNV lo incorpora a su equipo de dirección como experto en temas económicos. Poco tiempo después, en 1979, es elegido presidente de las Juntas Generales de Vizcaya y, más tarde, diputado gene¬ral de este territorio y parlamentario vasco. Su discurso de toma de posesión causó no poca sorpresa en muchos círculos bilbaínos y fue la tarjeta de presentación del que, con el paso de los anos, se convertirla en el último gran jelkide del bizkaitarrismo, en el máximo valedor de las tesis iniciales del padre del nacionalismo vasco, Sabino Arana.
Sabiniano, de carácter autoritario y temperamento difícil, partidario de obrar con mano dura frente a ETA, Makua se definió siempre como una persona «de convicciones firmes e ideas claras», que trató de llevar a la práctica por encima de todo. Abanderado de las tesis foralistas dentro de su partido, fue uno de los hombres que impulsaron la LTH y que forzaron la caída de Carlos Garaikoetxea de la Lehendakaritza. Makua justificó siempre su trabajo junto a Emilio Guevara en aquel proceso para reforzar el papel de los territorios históricos en la defensa de Vizcaya. «No voy a renunciar 'motu propio' a los residuos de poder provincial porque no quiero pasar a la historia de Vizcaya como un inepto o lo que es peor, como un estúpido», afirmó.
Durante sus ocho años como máximo responsable de la Diputación vizcaína tuvo tiempo de formar parte de la delegación vasca que negoció y firmó el Concierto Económico -«ahora ya somos una Diputación Foral de verdad», aseguró en aquel momento; de organizar la Diputación como un verdadero gobierno provincial; de acusar a organismos controlados por su partido, como Euskal Telebista, de potenciar el euskera batua y hasta el guipuzcoano, olvidándose del vizcaíno; y de reprochar al Gobierno autónomo «no ser equitativo en el reparto de los recursos» con su provincia.
Hombre de profundas convicciones religiosas, que le llevaban a definirse como «euskaldum fededum» (euskaldun y creyente), no dudaba en esbozar una sonrisa cuando se le reprochaba su excesivo bizkaitarrismo. Su enorme poder en aquellos años llevó a sus adversarios políticos a tachar la Administración foral que presidió como el Makuato de Vizcaya y a censurar de forma agria sus principios y sus críticas al sistema institucional interno vasco. «Si tenemos unas Diputaciones fuertes, yo creo en un Parlamento igualitario en el que todos los territorios tengan la misma representación. Si esto no se respeta, no tiene sentido que Vizcaya siga haciendo el esfuerzo y continúe con 25 parlamentarios, en lugar de los 47 que le corresponderían siguiendo criterios de proporcionalidad estricta», fue su máxima, recuerda Basagoiti.
Desengaño final
Sin embargo, sus posiciones bizkaitarras radicales y su carácter le llevaron al ostracismo político. Después de dos mandatos consecutivos, el PNV decidió en 1987 apartarle de su puesto convencido de que «no era el hombre idóneo para gobernar en coalición con los socialistas en los nuevos tiempos que se avecinaban». Las ironías del destino le forzaron en julio de ese año a tener que entregar el testigo a un hombre, José Alberto Pradera, al que había fulminado políticamente tiempo atrás. Sus amigos aseguran que nunca superó el «golpe moral» de su entierro político. Callado, sin otro hobby que la lectura, se refugió en el despacho de su hijo, sin formular reproches públicos a nadie. Su pequeña venganza llegó año y medio más tarde en Gernika. Makua aprovechó el acto en el que fue nombrado oficialmente como hijo predilecto de Vizcaya para criticar a los unitaristas de su partido que construyen un modelo de país distinto, «aún a costa de la diferencialidad representativa, en detrimento de Vizcaya».
Fue su epitafio político. Su último discurso en defensa de unas tesis bizkaitarristas cuya bandera no ha sido recogida por ningún otro burukide peneuvista. Deteriorado físicamente y moralmente derrumbado, según sus amigos «al ver cómo muchas gentes que creyó leales le daban la espalda», siguió su vida, con escasas apariciones públicas. La última en el Alderdi Eguna que el PNV celebró hace apenas tres meses en las vitorianas campas de Salburua. Después de ocho años como el señor de Vizcaya, Makua volvía a ser «sólo un ciudadano vizcaíno de a pie».
Alberto Ayala (25 Noviembre, 1990)
Y el último?
Publicado por: ocasional | 08/25/2013 en 10:01 a.m.
A lo mejor si cambian la Ley electoral (sistema de circunscripciones o Ley D´Hont)a nivel estatal se ven cumplidos los deseos de Makua a nivel de Euzkadi...
Si un día de estos me aburro y tengo tiempo igual le hago calcular al ordenador las consecuencias de cambio de sistema en una de mis "alegres comparativas"... entre la Ley D´Hont, La ley de Sainte-Laguë (o de Webster o de los divisores impares), Ley de Hill-Huntington, Variante Sueca de Sainte-Laguë, Ley de Hare (cuota), Ley de Droop (cuota), Cuotas Imperiali, Imperiali reforzada y la incidencia de la paradoja de Alabama y de la población para los sistemas de cuota. A ver si tengo tiempo y me acuerdo.
Publicado por: ocasional | 08/26/2013 en 04:37 p.m.
El sistema mas justo, sin duda, es la circunscripcion unipersonal. Un cadidato una circunscripcion. Y deberia ser obligatorion un minimo de 2 annos de empadronamiento en la circusncricion para poder ser elegido.
Publicado por: takolo3 | 08/27/2013 en 11:24 a.m.