1940-1942: Los Papeles secretos de Manuel de Irujo
Vicente Talón
Como ya dije, el Consejo de Defensa del Imperio, organismo de la Francia libre que fue el encargado de negociar con el Consejo Nacional Vasco, que presidía el ex diputado nacionalista y ex ministro Manuel de Irujo, un acuerdo de colaboración entre ambas partes, después de haber asumido un borrador del mismo en el que se admitía lisa y llanamente la posibilidad de independizara Euzkadi e, inclusive, el ensamblaje de las dos porciones del País Vasco en una comunidad autonómica adscrita a Francia, volvió sobre sus pasos. Más prudente, del borrador mencionado pasó a otro que fue el que al final se firmaría, el 17 de mayo de 1941, después de un año completo de negociaciones, y en el que no era contemplado ni el tema de la independencia ni tampoco el de la anexión. Sólo en el punto diez se dejaba una tímida puerta abierta a quién sabe qué futuras evoluciones, señalándose que:
«Sin perjuicio de las circunstancias que puedan en todo momento dictar una modificación contractual de los términos de la presente acta, los dos Consejos encaran en un plazo razonable la reanudación de las conversaciones entre los representantes vascos y franceses, con vistas a examinar si hay lugar a extender a otros terrenos la colaboración prevista en la presente acta. Durante este plazo, cada una de las dos partes no tomará ningún compromiso político relativo al país del otro o a los territorios metropolitanos y coloniales y protectorados del Estado al que afecte, sin consultar a su co-contratante, bajo reserva, para una y la otra parte, de la facultad de denunciar inmediatamente el presente acuerdo en caso de disentimiento».
Todo muy confuso, nada claro, por cuanto ni se cita a Euzkadi como «país del otro», ni se señala los límites, siquiera, aproximados, de su territorio, ni se habla de su futuro estatus, etc., todo lo cual sí quedó perfectamente puntualizado en el ya aludido primer borrador de acuerdo entre ambos Consejos. En cuanto al francés, ahora reducía su compromiso a sacar de las cárceles, a medida que fuese liberando el suelo nacional aún en manos del enemigo nazi, a todos aquellos vascos que se encontrasen bajo llave por otros motivos que los del derecho común y a los que ayudaría a disfrutar «en Euzkadi, en América hispánica, en Francia o en las colonias, protectorados o mandatos franceses condiciones de vida normales».
Sobre los vascos que colaborasen, civil o militarmente, con las fuerzas francesas libres el Consejo de Defensa del Imperio se manifestaba favorable a concederles la nacionalidad francesa, a lo cual, previa recomendación de su homólogo eúskaro, podría hacerse extensivo -aunque de un modo hipotético- a otras gentes, vascas o no vascas, a las que avalase, para gozar del citado beneficio, el Consejo presidido por Manuel de Irujo.
El desliz de Lizaso
Pese, como digo, al carácter anodino y nada espectacular] del acuerdo, los ingleses, que no habían sido informados de su concreción y firma, se enfurecieron al saber que ésta acababa de tener lugar. Y al llegar aquí sería conveniente hacer una puntualización:
Nada más establecerse en Londres, Irujo trató de conseguir el respaldo británico, lo que enlazaba con la más pura ortodoxia sabiniana, ya que, como se recordará, el fundador del nacionalismo vasco incluso consideró la posibilidad de convertir a Euskalerria en un protectorado inglés y luego, durante la guerra civil, José Antonio Aguirre quiso obtener de la City unos auxilios que nunca habrían de llegarle y a favor de los cuales invocó, inclusive, la memoria de los mercantes vascos hundidos por los alemanes mientras que navegaban al servicio de Inglaterra durante la primera conflagración mundial.
Las gestiones del político navarro fracasaron en toda línea, por lo que al ir cobrando importancia, también en Londres, el tinglado de la denominada Francia Libre, consideró que ese podía ser un recurso de recambio válido e inició las conversaciones con los gaullistas a los que, para convencerles, les dijo, por escrito, que la delegación nacionalista vasca establecida en la capital del Reino Unido «desde hace cinco años» mantenía «estrechos contactos con diversos sectores del Gobierno británico, numerosos diputados y el Intelligence Service». Añadía a continuación que un acuerdo como el que le era propuesto a la parte francesa se encontraba en negociación con el mencionado Gobierno «desde hace muchos meses» y estaba a punto de cristalizar por lo que, si tal cosa sucedía, el Consejo Nacional Vasco perdería todo interés por tratar con la Francia libre mientras que, si por el contrario, el pacto se concluía con ella, sería “la etapa preliminar de una colaboración tripartita».
La maniobra de Irujo, hay que reconocerlo, fue de lo más sutil, casi maquiavélica. Ocultando su fracaso frente a los ingleses, quiso hacerles creer a sus interlocutores gaullistas que las negociaciones iban a fructificar y les puso una suculenta carnada en el anzuelo, al sugerirles que si vascos y franceses firmaban primero, el Reino Unido se les incorporaría a continuación. Esto último tiene un cierto valor por cuanto que en la época el jefe del Gobierno británico, Winston Churchill, le concedía tan escasa relevancia al general De Gaulle que cuando éste pronunció su famoso discurso a los franceses para que se opusiesen al ocupante alemán y al régimen de Vichy, no le autorizaron a hablar directamente por los micrófonos de la BBC teniendo que grabar su alocución en un disco que luego, además, fue echado a la basura, por lo que hoy se carece de ese histórico documento. Para Churchill, el general De Gaulle era uno de los varios franceses en quien apoyarse, pero no el único ni el más destacado de todos de ahí, que la oferta nacionalista vasca difícilmente pudiese ser pasada por alto al alardear de grandes contactos con el estamento oficial londinense.
Las cosas, como hemos visto, no eran así y todavía en vísperas de firmar con los franceses se intentó relanzar el acuerdo por el hermético lado inglés, para lo cual el lugarteniente de Irujo, José Ignacio Lizaso, se entrevistó con un miembro de la Administración británica, al que le rogó, a cambio de las informaciones de tipo militar que le facilitaba continuamente el Consejo Nacional, alguna declaración de apoyo al mismo, a lo que se le contestó -y lo supieron los gaullistas, puesto que consta en sus archivos- que el Gobierno británico «no puede ir más allá de la expresión de simpatía por la causa vasca».
Lo que podía ir, en todo caso, era a menos, y cuando Lizaso, no sé si ingenuamente o para sacar partido de la situación, reveló a un miembro del Foreing Office la firma del acuerdo vasco-francés, este organismo elevó una dura e inmediata nota de protesta al general De Gaulle, en la que recordaba que había manifestado su aprobación por la interrupción de las negociaciones entre los dos Consejos, el 14 de marzo de 1941, considerando «una suerte de compromiso moral no reemprenderlas sin su visto bueno». El Gobierno británico, al que por su carácter de anfitrión de los co-contratantes debía de escuchársele con mucho respeto, exigió que el acuerdo no sólo se mantuviese en secreto, sino que «su puesta en ejecución se suspenda hasta nueva orden». El comandante Escarra, a quien el desliz de Lizaso enojó sobremanera, le mandó a éste una carta dándole cuenta de la protesta inglesa y en la que precisaba que la misma «constituye un hecho nuevo ante el cual debemos inclinarnos».
Cambio de rumbo
A partir de entonces, franceses y nacionalistas vascos prosiguieron sus contactos sin que condujesen a nada y manifestándose siempre, por el lado de los primeros, un firme propósito de no comprometerse. Buena prueba de ello es que cuando Aguirre reapareció y viajó a los Estados Unidos, desde donde le hizo llegar un telegrama de adhesión a De Gaulle, éste autorizó a su delegado, Soustelle, a la sazón en México, a que le visitase advirtiéndole que «en nuestras relaciones con los vascos debemos tener en cuenta, en primer lugar, la necesidad de evitar todo lo que pueda despertar la susceptibilidad del Gobierno español». Añadia que en su encuentro con el lehendakari debía limitarse a expresarle «la simpatía personal del general De Gaulle y del Comité Nacional Francés». Tan sólo eso.
Todo ello, en realidad, era bastante lógico, ya que si por un lado en las relaciones con los vascos Londres les imponía a los franceses sus particulares puntos de vista, por otro ha sido norma constante de la política de París, tanto con los Gobiernos de derecha como con los de izquierda, no alentar a ninguno de los secesionismos peninsulares. Recordemos que J. Paul-Boncour, ministro de Asuntos Exteriores del Gabinete frente-populista de León Blum en 1938, es decir, en plena guerra civil española, declaró a la prensa: «En nuestra política tradicional es una antigua regla que ningún Estado extranjero, aparte de la misma España, se encuentre presente en la Península». Paul-Boncour, que se olvidaba de la existencia de Portugal, dijo algo, desde posiciones de izquierda, de lo que luego haría carne De Gaulle desde posturas conservadoras.
Y es que, no lo olvidemos, los fuegos se extienden y, aparte de que a Francia no le interesa ni le ha interesado nunca la balcanización de la Península Ibérica, debe de contar con la presencia, en su propio suelo, de secesionismos más o menos claros que tomarían alas si los de España cristalizasen en algo concreto. He aquí el motivo por el que los laboriosos y hábiles planes de Manuel de Irujo, tras un clamoroso y primer éxito, fueron apagándose hasta quedar reducidos a simples manifestaciones de «simpatía», sin consecuencias, por el lado francés.
Lo ves, Iñaki?
"Inglaterra otra vez!" -Martin Ugalde'tar dixit.
Publicado por: Donatien Martinez-Labegerie | 08/31/2013 en 11:32 a.m.
http://www.cadenaser.com/internacional/articulo/microsoft-google-demandaran-eeuu-peticiones-informacion-usuarios/csrcsrpor/20130831csrcsrint_1/Tes
Publicado por: rafa | 08/31/2013 en 01:35 p.m.
Resolución de crísis española?, preparan vender masivamente pisos (ya se hace con rusos) a chinos cuando mejore su renta (Alemania lo hace ya con coches), luego a indúes, burbuja de siglos, destroce ecológico, España en manos extranjeras, les importa poco a los que se enriquecen haciendo de patriotas españoles y llevándose el dinero a Suiza.
Publicado por: rafa | 08/31/2013 en 02:54 p.m.