Por: Gabriel Mª Otalora * Escritor
Se cumplen ahora cincuenta años del fallecimiento de este gran hombre, uno de los principales mandatarios de la IV República Francesa, que ha pasado a la historia sobre todo por haber sido uno de los creadores de las bases de la unidad europea. Él fue el primero que propuso un proyecto de integración y fue también el primer presidente de la Asamblea Parlamentaria Europea. Más tarde, a medida que iban aumentado sus competencias, la institución recibió el nombre de Parlamento Europeo. Concluido su mandato, Schuman fue aclamado padre de Europa, emulando el paralelismo con los padres fundadores de los Estados Unidos de América (The Founding Fathers).
Fue uno de los precursores del verdadero liderazgo que hoy debería encarnar la Unión Europea dentro de los valores humanísticos que él siempre defendió precisamente para no llegar al estado de decadencia en el que nos encontramos.
Su filosofía de la construcción europea se resumió en la famosa idea que condujo al Tratado de la Comunidad Económica del Carbón y del Acero: "Europa no se hará de una sola vez, sino por realizaciones concretas que creen una solidaridad de hecho". Esa es la clave para Schuman: cambiar el espíritu, preparar las mentes, organizar Europa con el horizonte de la unificación. La unión político-económica cuyo objetivo estratégico era superar una Europa destruida por seculares enfrentamientos bélicos que destrozaron millones de vidas y empobrecieron, de paso, el capital humano y el legado cultural europeo. En su obra póstuma Por Europa, la situación tras la Segunda Guerra Mundial le convenció para denunciar que "la rehabilitación moral no avanza a la par de la restitución progresiva de las libertades políticas".
Pero su crítica no pretendía ser agorera. Al contrario, su afán y todo su trabajo a favor de la construcción europea estuvo encaminada a que las fronteras deberían unificar los macro espacios estatales para convertirse en zonas de contactos espirituales, humanos, culturales. Él trabajó desde el humanismo cristiano para que surgiese de la integración de los países comunitarios europeos una nueva cultura en el "sentido más elevado de la palabra". También acertó el diagnóstico de que los continentes y los pueblos dependen los unos de los otros, abogando por una cultura de los pueblos (naciones) más que de las estructuras políticas interesadas (Estados). Abordó el abandono de la moralidad privada-pública, el saqueo del ahorro, las ganancias inconfesables, los ataques del interés privado al bien común y los desmanes de la codicia financiera y de la corrupción.
Robert Schuman, en proceso de canonización; Alcide de Gasperi, en proceso de beatificación; Konrad Adenauer, el padre del milagro económico alemán de la posguerra, católico convencido; y Jean Monnet, el padre económico del proceso, un humanista de libro. Los cuatro impulsaron un proyecto europeo basado en una comunidad entre países opuestos y divididos durante mucho tiempo: Francia y Alemania. El 9 de mayo de 1950, solo cinco años después de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, Schuman junto a Jean Monnet leyeron la llamada Declaración Schuman en la que se oficializaba una solidaridad de hecho económica y política dentro de la futura Europa unida que se pretendía fuese de derecho -no solo de hecho- mediante la puesta en marcha de fondos estructurales para beneficio de los socios comunitarios más desfavorecidos.
La Declaración Schuman vino a consecuencia del Discurso europeo de Zürich (1946) realizado por Winston Churchill, en el que hacía hincapié en la formación de los Estados Unidos de Europa. Pero mientras que el político británico enfocaba todos sus esfuerzos en una visión exclusivamente política de Europa, Schuman, además, abogaba porque este conjunto de pueblos no podía ni debía quedarse en una empresa económica y técnica, sin alma ni responsabilidades solidarias. Más o menos la Europa que estamos construyendo ahora con gobernantes como Merkel, Rajoy, Cameron y otros parecidos. Schuman, en cambio, representa la versión de la mejor Europa posible.
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