Por: Fernando Molina (Profesor UPV/EHU)*
Pienso estos días en Fagor y tengo siempre la misma imagen en la cabeza, referida a un día del verano de 1956. Un año antes, cinco jóvenes de la Acción Católica de Mondragón han comprado un taller de electrodomésticos en Vitoria. Han bautizado la nueva empresa como Ulgor y han diseñado una nueva marca para sus productos: Fagor (que dará nombre a la empresa muchos años después, yo la llamaré así en adelante para evitar contusiones). En todo han sido animados y dirigidos por su mentor, el sacerdote José María Arizmendiarrieta, que se ha preocupado incluso de conseguir el respaldo financiero de los vecinos de Mondragón a este proyecto empresarial.
El ideal de todos ellos era formar una empresa fundada en una nueva relación, más justa y solidaria, entre trabajo y capital. Ninguno aspiraba a crear una sociedad mercantil al uso. Todos deseaban mucho más: crear una empresa que fuera la punta de lanza del movimiento social que Arizmendiarrieta había perfilado al fundar, en 1943, la Escuela Profesional (hoy universidad de Mondragón) con la idea de acercar la educación técnica y moral a los trabajadores más humildes y formarles en una concepción solidaria y comunitaria del trabajo, la misma de Fagor.
Ya tenemos el contexto para la imagen que se me quedó grabada cuando escribí la historia de esta empresa que hoy día genera tanto interés por su situación moribunda. Volvemos al verano de 1956, tiempo en que Fagor se traslada a Mondragón. Arizmendiarrieta consideraba esencial el enraizamiento comunitario de la nueva empresa por cuanto ella misma había sido concebida como culminación de una compleja obra social formada, para entonces, por un vértice educativo (la Escuela Profesional), otro distributivo-alimentario (la Cooperativa San Andrés, germen de Eroski) y el propiamente empresarial, reflejado en esta “comunidad de trabajo”, como él la bautizó.
Un día de ese mes de agosto su maquinaria e instrumental fue transportada desde Vitoria por carretera, aprovechando las vacaciones para no sacrificar tiempo de trabajo. Cuando los camiones llegaron a la altura del nuevo pabellón, aún en construcción, se encontraron con que no había un puente con que salvar el rio Deba. Todos los socios se apearon de los vehículos y recurrieron a carretas de bueyes y a la fuerza física para vadear el río, culminar el traslado y comenzar a producir ya en Mondragón los nuevos electrodomésticos.
Esta es la imagen que tengo en la cabeza cuando pienso en Fagor. Una imagen probablemente influida por el imaginario del Oeste americano, por las carretas de colonos empeñados en salvar cualquier obstáculo natural para alcanzar la tierra prometida. Pero es que algo de ello hay en su historia. Algo de epopeya pionera en la que la falta de recursos era suplida por el entusiasmo y la esperanza en un proyecto común solidario e inspirado en la justicia social.
Después llegaron las patentes de fabricación alemana, italiana o belga para cocinas y calentadores de butano, lavadoras y frigoríficos que convirtieron a esta empresa en uno de los emblemas del desarrollismo español. Para entonces, Fagor se había convertido ya en la matriz del cooperativismo de Mondragón. Todos sus documentos jurídicos, modelos de gestión y sistemas de relación laboral se ensayaron primero en ella antes de extenderse por las otras, cooperativas. Los estatutos de todas ellas estaban inspirados en los que Fagor formalizó en 1959 y que establecían tres principios rectores de la sociedad cooperativa: trabajo, ahorro y democracia. Esforzarse por trabajar cada día con un sentido exigente de la eficiencia y la productividad implicaba ahorrar todo el producto posible de ese trabajo, con el fin de capitalizarlo e invertirlo en la empresa, favoreciendo la creación de más puestos de trabajo y financiando, a la par, otras cooperativas así como iniciativas destinadas al bienestar de la villa y alrededores. Y, para lograr ese fin social, era necesario participar, de forma democrática y comprometida, en las asambleas generales, eligiendo a los más capacitados para la dirección de la empresa. Una exigente ética cristiana del trabajo, el esfuerzo y la solidaridad caracterizó los estatutos fundacionales de Fagor.
Gracias a esta filosofía cooperativa, de esta empresa salió el capital que permitió fundar Caja Laboral en 1959 y convertir en Politécnica la Escuela Profesional. Cuando en mayo de 1964 el primer edificio de la nueva Escuela fue inaugurado, la “experiencia cooperativa” diseñada por Arizmendiarrieta había quedado perfilada en sus tres pilares: el trabajo, representado por Fagor; el capital, por Caja Laboral; y la educación, por la Politécnica.
En los años setenta Fagor se convirtió en el principal fabricante español de electrodomésticos, en los ochenta remontó sin grandes problemas la reconversión de sus pabellones y encaró la perspectiva de la integración europea y de la apertura al mercado mundial reconvirtiéndose, en la última década, en una multinacional del electrodoméstico. El debate interno en torno a esta apuesta fue encendido en el inicio de este siglo, cuando se convirtió en empresa líder en países como España, Francia o Polonia. Para entonces el movimiento cooperativo había perdido gran parte de su identidad fundacional y, consiguientemente, de su capacidad para empatizar con los valores de los “pioneros”. La apuesta internacionalizadora hubo de prescindir de su impronta cooperativa (era imposible convertir en pocos años a miles de trabajadores franceses, chinos o polacos en socios cooperativistas) y no impidió una alta dependencia del mercado nacional, hondamente afectado desde 2008 por la crisis inmobiliaria. Ambos factores son los que se manejan como explicación general de la crisis actual.
¿Está Fagor abocada a la desaparición? Los historiadores no somos buenos augures, el pasado solo da pistas sobre el pasado, no sobre el futuro. Esta empresa se ha enfrentado antes a crisis muy duras que requirieron un amplio sacrificio de la comunidad de socios-trabajadores. En todas ellas la creencia en el ideal de trabajo solidario y comunitario que se compartía jugó un papel fundamental en la estrategia de recuperación. La cuestión está en si este ideal y la memoria a la que debe remitir son aún un bien activo en una comunidad de trabajadores posindustriales, secularizados y acomodados a un estilo de vida muy distante del que tuvieron sus pioneros. En todo caso, algunos de los que vadearon el Deba ese día de agosto de 1956 todavía pasean por Mondragón, todavía viven en sus humildes apartamentos y conducen sus modestos coches. Estoy seguro de que ellos tienen mucho que decir. Otra cosa es que haya interés por quererles escuchar.
*Femando Molina es autor de “Fagor Electrodomésticos. Historia de una experiencia cooperativa” (Mondragón, 2005).
Tuve el honor de escuchar una charla de J.M Ormaetxea (socio fundador) hará un par de años. Es/era un Sr. mayor que sigue desplazándose en su ford fiesta, al menos, cuando dio la charla. Se le notaba un hombre serio, curtido en mil batallas y poco dado a las bromas... de esos que se plantan delante tuyo con una opinión formada sobre el tema que sea y que para convencerle de lo contrario muy buenos argumentos debes tener (cuentan que Koldo Saratxaga lo consiguió en una ocasión).
Ya entoces, hará un par de años o tres, mostraba su disgusto y contrariedad con la actitud de los "nuevos" cooperativistas respecto a los de antes. Incluso nos llegó a hacer un comentario entre dientes que apenas pudimos escuchar... " de seguir así... tendremos que cambiar...".
Y todo esto lo comento sin quitar un ápice de responsabilidad a la dirección... Me hizo gracia ayer en la entrevista el: ... "yo entonces no estaba..." Conocí un gerente de una empresa (sin formación pero con experiencia en empresas familiares cuyo objeto de negocio nada tenía que ver) que tres años después de su llegada y tras no haber solucionado prácticamente nada seguía diciendo que la anterior dirección lo había decidido así. ¡En fin! No niego el cúmulo de despropósitos pero sí que se aprecia donde se encuentra la mayor responsabilidad.
Lo que sí me quedó claro de la entrevista que escuché ayer (después me quedé dormida, a ver si repiten el programa ¡porfa!) es que Treviño quiere o pretende cambiar el modelo... la gente aceptará lo que sea con tal de tener un trabajo.... Esperemos que el Gobierno Vasco esté al loro con las pretensiones del señorito de ESADE (como Urdangarín) que estará más pendiente, ahora mismo, de su propio curriculum que de Fagor ("yo no estaba aquí"... Teoría de Agencia").
¡Qué pena! Y si MCC no entra... ¡cuidadín!
Publicado por: ocasional | 10/29/2013 en 09:00 a.m.
Fagor es una empresa viejuna y sin futuro, dicho resumiendo. Si no cambian el chip, nunca mejor dicho. Se dejan de vivir en el pasado y afrontan un futuro de transparencia y volcados en el cliente lo tienen muy crudo.
Publicado por: Nemigo | 10/29/2013 en 03:30 p.m.
Entrevista al Sr. Treviño, trata de presionar a la opinión pública echando balones fuera... "yo no estaba", "la culpa no va a ser mía, será de otros",...
Desconozco el plan de viabilidad presentado recientemente (había otro de 2009/2010 al que no se le hizo caso, ¿verdad?)... Pero dependiendo o en función de ese plan -de lo realista que sea o no- sería lo que verdaderamente destrozaría a MCC: intentar mantener con vida un moribundo solo alargaría la agonía y arrastraría al grupo. ¡Cuidado!
P.D: Fijarse en los comentarios de la parte baja... como siempre, sin desperdicio...
http://www.eleconomista.es/pais_vasco/noticias/5265028/10/13/La-caida-de-Fagor-tendria-un-efecto-sistemico-sobre-todo-Mondragon.html
¿Alguien más encuentra algún parecido razonable con Elijah Wood en Sin City?
Publicado por: ocasional | 10/29/2013 en 03:46 p.m.
Mapa de la industria en España
http://geografia13.blogspot.com.es/
Publicado por: gertrud | 10/29/2013 en 04:52 p.m.
Derrumbe industria española (40% es ya de extranjeros)
http://www.elplural.com/2013/10/01/derrumbe-de-la-produccion-industrial-en-espana/
Publicado por: gertrud | 10/29/2013 en 05:20 p.m.
Ayer un amigo que vive en Madrid me decía que Eroski fuera de Euskadi tenía una imagen muy mala relacionándolo con ETA, habría que saber quien ha hecho esta campaña y si esto ha podido influir en el batacazo que se ha dado Fagor, habría que plantearse si en España prefieren comprar productos extranjeros antes que vascos (por ejemplo alemanes, también ha pasado con productos catalanes), habría que plantearse si Euskadi debe pensar en vender sus productos en otros mercados que no sea España o solo España y finalmente habría que pensar si España con este cainismo tiene algún futuro, yo no lo creo, de hecho habría que plantearse si a medio plazo los españoles comprarían mejor productos de un Euskadi independiente, que los productos de un Euskadi semiligado a España con el que siempre hay conflictos, es muy posible que comprasen mas los productos de un país independiente con el que no hay continuos problemas, como ocurre con el resto de los países, esto hay que tenerlo siempre en cuenta.
Publicado por: Kras | 11/03/2013 en 01:56 p.m.