Por Xosé Estévez *
Cataluña y su actual proceso de consulta soberanista está de moda. Sobre el tema catalán, especialmente en las tertulias televisivas, se vierten inexactitudes varias, errores involuntarios, mentiras conscientes y toda suerte de rabiosos improperios. No es malo acudir a la historia, porque suele ser magistra vitae. Acostumbra a proporcionar suculentos ingredientes que, reflexivamente condimentados y asimilados, originan modelos de entendimiento del presente y de enderezamiento del futuro. Es muy sugerente el verso manriquiano: "Avive el seso y despierte...".
La sublevación catalana de 1640-1652 fue el primer episodio de confrontación entre el Principado de Cataluña y la Corona de Castilla, producido tras la unión por la vía matrimonial entre Isabel y Fernando de las Coronas de Aragón y Castilla a finales del siglo XV. Pero este acontecimiento secesionista de 1640 solo se puede comprender en el contexto de la crisis generalizada del siglo XVII, que contenía elementos estructurales propiciadores.
Conviene recordar, en primer lugar, que la unión de las Coronas de Aragón y Castilla se produjo mediante una de las vías, que se utilizaban en la época, la matrimonial. Las otras dos eran la guerra y la diplomacia, una creación precisamente renacentista. El matrimonio de Isabel y Fernando no se efectuó sin la oposición de una parte de la nobleza de ambas coronas y del rey castellano, Enrique IV, hermano de la Católica. Esta, además, subió al trono mediante lo que algunos historiadores califican como golpe de Estado y posterior guerra civil sucesoria frente a los legítimos derechos de Juana la Beltraneja, su sobrina e hija del rey Enrique, fallecido en 1474.
Es preciso no olvidar que la Corona de Aragón formaba una Confederación de reinos y territorios que comprendía los reinos de Aragón, Valencia, Mallorca, Sicilia, Córcega y Principado de Cataluña, el territorio más próspero. Cada uno contaba con sus fueros, que el rey debía jurar, si no directamente al menos sí a través de un representante, el virrey. El Principado y los diferentes Reinos tenían instituciones propias, Cortes, Diputación y/o Generalitat y Justicia Mayor, este en Aragón, semejante al pase foral vasco.
El pactismo o contractualismo era la teoría jurídico-política en la que se sustentaban las relaciones entre rey y los reinos de la Corona aragonesa. Si el rey no gobernaba a favor del bien común de los súbditos, estos podían desnaturalizarse, es decir, negarle la obediencia. Por eso, en las Cortes aragonesas, a diferencia de las castellanas, el rey debía primero someterse a la aceptación y cumplimiento de los agravios o greuges para pasar posteriormente a la aprobación del servicio, lo que hoy llamaríamos presupuestos.
A pesar de los intentos uniformadores iniciados por los Reyes Católicos para crear un Estado nacional hispano, la realidad fue muy tozuda y la monarquía de los Austrias, como señala el gran historiador Antonio Domínguez Ortiz, era un conglomerado de reinos que podíamos calificar de federalista.
La economía, especialmente la catalana, que en los siglos XIV y XV había sufrido una profunda crisis muy bien analizada por Pierre Vilar, en el siglo XVII había iniciado el despegue o take off y, aún con limitaciones, seguía siendo una economía más dinámica, vinculada al desarrollo comercial e industrial. La sociedad, pasadas las revueltas de los payeses de remensa en el siglo XV, se caracterizaba por una más diversificada estratificación, con predominio de la burguesía frente a una sociedad castellana agrícola-ganadera, más dual y hegemonizada por la nobleza de carácter agrario.
Es esencial considerar que el siglo XVII, con matices territoriales y temporales, soportó una depresión generalizada: con vaivenes climáticos (véase al respecto el reciente libro del historiador británico G. Parker), una demografía alterada, con secuencias inexorables de carestías-hambres-pestes, crisis económica en los distintos sectores, convulsiones sociales, propuestas de "reformación" política a cargo de los intelectuales, conocidos como "arbitristas", e incluso exacerbaciones del espíritu religioso que se cebaron en los diferentes, judíos, moriscos, conversos, brujos y brujas, sodomitas etc. El descenso de la llegada de los metales preciosos, fruto de la rapiña colonial americana, empezaba a debilitar la mano que mecía el sueño hispano del imperialismo europeo. Decía el arbitrista Cellorigo que España padecía una especie de "encantamiento" que le impedía asumir la realidad. Cervantes, en El Quijote, describió lúcidamente la contradicción entre la "ensoñación" hidalga de Alonso Quijano y el realismo campesino sanchopancesco y algún poeta añadió que el hambre era muy mala consejera, pues podían verse "chorizos volando". Hasta tal punto la crisis inundó las estructuras de la sociedad que el mismo Quevedo, con su típica ironía cáustica, sentenció: "Toda España está en un tris / y a pique de dar un tras; / ya monta a caballo más / que monta a maravedís....".
Una serie de sublevaciones, asonadas y motines asaetearon prácticamente toda la geografía peninsular entre 1630-1660: sublevaciones de Cataluña en 1640 y de Portugal en 1639, que consiguió de nuevo la independencia y su Restauraçao; motín de la sal de 1636 en Vizcaya, rebeliones en Andalucía (Marqués de Ayamonte, 1641), en Aragón (Duque de Híjar, 1643), en Navarra (el capitán Miguel Iturbide, 1643), un intento de incorporación a Portugal en Galicia, revueltas en Sicilia y Nápoles y numerosos motines urbanos, provocados por la presión tributaria, la imposición de nuevas gabelas o la carestía de alimentos. En Logroño llegaron a lanzar al río Ebro a los cobradores de un impuesto sobre el vino. En este explosivo caldo estructural cualquier episodio, aunque en principio parezca banal, puede ser la mecha que provoque el incendio de la rebeldía, como hemos comprobado recientemente con la boulevarización del Gamonal en Burgos.
El factor coyuntural que provocó la sublevación catalana fue el proyecto de "reformación" del Conde Duque de Olivares, explicitado sin ambages en el memorial del 23 de diciembre de 1624 y más elaborado en 1626, en aras a reafirmar el carácter imperial europeo de la monarquía hispana frente a su principal oponente, la Corona gala, liderada estratégicamente por el cardenal Richelieu. En el memorial secreto de 1624, tras aconsejarle al rey que "el negocio más importante" era hacerse "rey de España" y someter los reinos de que se componía "al estilo y leyes de Castilla, sin ninguna diferencia", le indicaba tres caminos para lograrlo. El primero consistía en traer aragoneses, catalanes etc. a Castilla, casarlos en ella y concederles prebendas y dignidades. El segundo suponía negociar con los catalanes, pero bajo la espada de Damocles del territorio ocupado por un ejército. El tercer método lo dejo a la fehaciente interpretación y al benévolo juicio del lector para que él mismo juzgue el texto del Conde Duque y su taimada intencionalidad: "El tercer camino, aunque no con medio tan justificado, pero el más eficaz, hallándose V. M. con esta fuerza que dije, ir en persona como a visitar aquel reino donde se hubiese de hacer el efecto, y hacer que se ocasione algún tumulto popular grande, y con este pretexto meter la gente, y con ocasión de sosiego general y prevención de adelante, como por nueva conquista, asentar y disponer las leyes en la conformidad de las de Castilla, y de esta manera irlo ejecutando en los otros reinos".
No es de extrañar que Francisco de Quevedo, no precisamente un catalanófilo, sino más bien lo contrario, añadiese este verso: "Cataluña lastimada / con marciales desafueros, / suplicando por sus fueros / está ya desaforada; / que suele, tal vez, negada / a los vasallos la audiencia, / apurarles la paciencia; e irritada la lealtad, perder a la majestad / el respeto y la obediencia".
En 1626, el Conde Duque añadió un nuevo memorial más explícito y dos fueron las proposiciones que causaron profundo malestar en Cataluña: La Unión de Armas y el incremento de la fiscalidad. La primera consistía en la creación de un contingente militar de 140.000 hombres al que todos los reinos debían aportar una cantidad determinada, concretamente, Cataluña 16.000. El proyecto, además, implicaba un aumento de la carga impositiva. Ni las Cortes de la Corona de Aragón de 1626 ni las de 1632 aceptaron ambas propuestas, por lo que la tensión entre la monarquía hispana y las instituciones de la confederación catalanoaragonesa fueron subiendo de tono.
La coyuntura internacional se hallaba inmersa en la conocida Guerra de los Treinta Años, que dirimía la hegemonía europea entre la predominante España y la emergente Francia. Esta se saldó con la Paz de Wetfallia (1648) y más tarde con la Paz de Pirineos (1659), que sellaba definitivamente el traslado de la hegemonía del lado galo. Cataluña, por tanto, estaba en el ojo del huracán y en el foco del conflicto debido a su situación geoestratégica fronteriza con Francia. Así se declaró de nuevo la guerra franco-hispana, con inicio en 1638 mediante el ataque galo a Hondarribia, que resistió los embates; pero la contienda se trasladó a la muga franco-catalana. Las tropas castellanas, integradas en su gran mayoría por mercenarios de distintas naciones, cometieron innumerables tropelías que detonaron una asonada levantisca circunscrita originariamente a Girona, pero pronto extendida como reguero de pólvora al resto del Principado. Los segadores, que se concentraban en la plaza de la catedral barcelonesa para ser contratados en las labores estivales de la siega, iniciaron un levantamiento generalizado, el conocido como Corpus de Sang, en junio de 1640, asesinando en la playa al virrey, el catalán Dalmau de Queralt, Conde de Santa Coloma. Comenzaba el levantamiento y se inauguraba el mito dels segadors y su "buen golpe de hoz" (Bon colp de falc), estribillo del himno nacional catalán.
Mas la rebelión, que inicialmente tenía un carácter político anticastellano, cobró un giro social antinobiliario, como han demostrado historiadores insignes, principalmente Eva Serra. La nobleza catalana se atemorizó y solicitó el apoyo francés, que fue solícitamente proporcionado, pero mediante el pago de evidente peaje. Enseguida se percataron los catalanes de que el prejacobinismo galo de Richelieu era tanto o más pernicioso que el castellanismo uniformista del Conde Duque, de tal manera que progresivamente se fueron decantando hacia posicionamientos de retorno a la Corona castellana.
La contienda finalizó en 1652 con la ocupación de Barcelona a cargo de las tropas castellanas dirigidas por el valido y bastardo real, Juan José de Austria. No se llevaron a cabo represalias y el rey Felipe IV juró obediencia a los fueros catalanes. Es más, el período posterior es considerado como "neoforalista" y de recuperación económica para Cataluña. La culminación del proceso se produjo en la Paz de los Pirineos, firmada el año 1659 en medio del río Bidasoa, en la famosa isla de Los Faisanes, que suponía para Cataluña la pérdida del Rosellón, la denominada Catalunya Nord, bocado territorial que desde esa fecha pertenece a Francia. Los catalanes probaron la hiel gala y ello explica, en gran parte, que en el siguiente conflicto, la Guerra de Sucesión de 1700-1714, no optasen por la candidatura borbónica de Felipe V.
* Historiador
"Conscientes de su incapacidad de reducir la revuelta y sus limitaciones para dirigir un estado independiente, los gobernantes catalanes se aliaron con el enemigo de Felipe IV: Luis XIII (pacto de Ceret). Richelieu no perdió una oportunidad tan buena para debilitar a la corona española. Olivares comienza a preparar un ejército para recuperar Cataluña con grandes dificultades ese mismo año de 1640 y, en septiembre, la Diputación catalana pide a Francia apoyo armamentístico. En octubre de 1640 se permitió a los navíos franceses usar los puertos catalanes y Cataluña accedió a pagar un ejército francés inicial de 3.000 hombres que Francia enviaría al condado..."
"Cataluña se encontró siendo el campo de batalla de la guerra entre Francia y España e, irónicamente, los catalanes padecieron la situación que durante tantas décadas habían intentado evitar: Sufragar el pago de un ejército y ceder parcialmente su administración a un poder extranjero, en este caso el francés. La política francesa respecto a Cataluña estaba dominada por la táctica militar y el propósito de atacar Valencia y Aragón.
Luis XIII nombró entonces un virrey francés y llenó la administración catalana de conocidos pro-franceses. El coste del ejército francés para Cataluña era cada vez mayor, y mostrándose cada vez más como un ejército de ocupación. Mercaderes franceses comenzaron a competir con los locales, favorecidos aquellos por el gobierno francés, que convirtió a Cataluña en un nuevo mercado para Francia. Todo esto, junto a la situación de guerra, la consecuente inflación, plagas y enfermedades llevó a un descontento que iría a más en la población, consciente de que su situación había empeorado con Luis XIII respecto a la que soportaban con Felipe IV.
En 1643, el ejército francés de Luis XIII conquista el Rosellón, Monzón y Lérida. Un año después Felipe IV recupera Monzón y Lérida, donde el rey juró obediencia a las leyes catalanas. En 1648, con el Tratado de Westfalia y la retirada de la guerra de sus aliados, los Países Bajos , Francia comienza a perder interés por Cataluña. Conocedor del descontento de la población catalana por la ocupación francesa, Felipe IV considera que es el momento de atacar y en 1651 un ejército dirigido por Juan José de Austria comienza un asedio a Barcelona. El ejército francocatalán de Barcelona se rinde en 1652 y se reconoce a Felipe IV como soberano y a Juan de Austria como virrey en Cataluña, si bien Francia conserva el control del Rosellón. Felipe IV por su parte firmó obediencia a las leyes catalanas. Esto da paso a la firma del Tratado de los Pirineos en 1659.
Esta inestabilidad interna y su resultado final fue dañino para España, pero mucho más para Cataluña. Por otra parte, Francia aprovechó la oportunidad para explotar una situación que le rindió grandes beneficios a un coste prácticamente nulo.
Como resultado final, Francia tomó posesión definitiva de las tierras transpirenaicas de Cataluña." Quien olvida sus errores, termina repitiéndolos.
Publicado por: IKKI | 01/26/2014 en 07:31 a.m.
El sr. Estévez habla de la Corona "gala", del pase foral "vasco" y otras sinsorgas inexactitudes, pero se remata cuando dice que Cataluña se pierde a sí misma cuando el Rosellón y alrededores pasa de Mallorca o Aragón -otorgado por la Católica al Muy Cristiano.
Rosellò y Cerdanya no dejan de ser catalanas por pasar de Aragò a França, sr. Estévez. En todo caso en el siglo XIX y XX, cuando es étnicamente limpiada, pero no en 1659.
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Aquel Tratado firmado en la isla de los Faisanes cue espectacular. Se extendieron puentes para la ocasión desde Lapurdi y Gipuzkoa para que accedieran los otorgantes, Su Majestad Católica y el Muy Cristiano.
Y sí, allí estaba Olivares, el coleccionista de arte mayor de la Historia y uno de los 3 hombres más poderosos de Europa. Los otros eran Richelieu y el Papa.
Publicado por: Donatien Martinez-Labegerie | 01/26/2014 en 11:16 a.m.
Cierto Ikki por eso ahora en Catalunya hay un movimiento ciudadano y complemetamente pacífico... Sois otros los que habláis de ejércitos... no aprendéis, no.
Publicado por: ocasional | 01/26/2014 en 11:29 a.m.
No os perdáis a una alta responsable educativa usando lo de "PONER EN VALOR" hoy en una entrevista:
http://www.deia.com/2014/01/26/sociedad/euskadi/hay-que-aplicar-la-lomce-nos-guste-o-no
No he seguido leyendo, pero no descarto que haya insertado en alguna de sus respuestas algo con "LAS LÍNEAS ROJAS", pues oportunidad no le habrá faltado.
Qué decadencia.
Publicado por: Donatien Martinez-Labegerie | 01/26/2014 en 11:42 a.m.
Hablando de fatxas, ¿Es cosa mía o el Joaquín, igual el IKKI y ya no tengo tan claro el Nervión, aparecieron por aquí sobre todo el Joaquín, poco después del asalto violento fascista (autodenominados no nacionalistas, de centro y demócratas) a la librería Paterna en la que estuvo el señor Anasagasti?, podría equivocarme, pero viendo esas webs, blogs, foros y chats fatxas, pienso que algo de esa cronología pudiera ser..., solo sería cuestión de comprobarlo.
Lo de los fatxas es cosa curiosa, como bien se ha dicho, se niegan a reconocerse como tal (esto no pasa en ninguna otra ideología), en Alemania (y Europa) hicieron un genocidio contra los judíos y tratan de negarlo, pues si tu ideología es odiar a los judíos, o cambias esa ideología criminal absurda o la asumes, pero ¿por qué te escondes?, si volvieras a gobernar (dificil, pues el mundo ya está advertido y son corpúsculos fanatizados), pero si volvieras a gobernar está claro que volverías a hacer lo mismo, además tras haber admirado a Hitler y luchado con el (División Azul, e incluso admirarle en secreto, seguir sabiendo datos de su régimen, estudiarlo, etc.), reniegan publicamente de el, pues la sociedad no acepta a semejante tipejo, desde luego un comportamiento que estaría bien de ser cierto, pero es mentira histórica y actual, lo que se convierte en un comportamiento mentiroso y cobarde (por que fatxas y filonazis siguen siendolo), además como también se ha dicho, los fatxas tienden a esconderse tras palabras como socialismo (nacional-socialismo en el caso de Hitler, que nunca fue socialista), liberalismo, democracia, centrismo, cristianismo, sindicalismo, etc., utilizan palabras que no son para esconder lo que son, que no lo admiten publicamente..., etc., la esquizofrenia, fatxas dejar de serlo o salir del armario, no creo que sea bueno para vuestro cerebro ser una cosa y avergonzarse publicamente de reconocerlo y vivir con esa "doble personalidad", de psiquiátrico.
Publicado por: Dr. | 01/26/2014 en 12:26 p.m.
Otra cosa de los fatxas españoles actuales, en ocasiones incluso llegan a renegar del mismo Franco, por que hasta eso saben que es invendible en una sociedad democrática, eso si, luego se descubren defendiendo su historia, sus monumentos, tratando de ejecutar políticas similares a las del dictador pero en nombre de la democracia... (lo mismo de democracia que cuando Bush bombardeaba países por el petroleo), un truco y un timo.
Publicado por: Dr. | 01/26/2014 en 12:42 p.m.
Durante años Castilla gozó de las posesiones americanas y de sus minas de plata en solitario, sin permitir que los demás reinos de la monarquía participaran de este comercio. Para cuando en el siglo XVII las costosísimas e inútiles guerras en Europa (especialmente la guerra de los 80 años con las Provincias Unidas) estaban arruinando Castilla y a la vez la plata americana empezaba a menguar, entonces la nobleza castellana quiso que todos los reinos pagaran parte de la factura. Es decir, a los de la Corona de Aragón no se nos había aceptado en los tiempos del Carnaval pero se nos requería cuando llegaba la Cuaresma. Fue este trato injusto el que indignó a mucha clase media y pequeña nobleza catalana. Por otro lado, los campesinos catalanes que vivían ajenos a estos debates empezaron a sufrir como los tercios castellanos vivían de sus campos, robaban y violaban asiduamente y encima se llevaban a punta de pistola a sus hijos para luchar contra el francés. Por eso la revuelta se hizo al grito de "Mori el mal govern" (muera el mal gobierno) y fue espontánea y popular. Obviamente Felipe IV se lo tomó como una traición pero no sería la única que tuvo que sufrir y la más importante fue la de Portugal, donde la nobleza simplemente escogió a otro rey y se largaron de aquel barco desarbolado que era la monarquía hispánica. A pesar de esto, aún muchos historiadores españolistas recuerdan la "traición" catalana y no la portuguesa, prueba de que el éxito lo significa todo en historia.
Que el instigador de todo este desastre, el Conde Duque de Olivares, aún tenga muchas calles y plazas dedicadas a su persona prueba que en España se continúa valorando su proyecto centralista y homogeneador. En fin aunque Olivares fracasó totalmente sus ideas permanecieron y de su proyecto aún se nutre el nacionalismo español.
Publicado por: Señor Negro | 01/26/2014 en 03:32 p.m.
Nota para el sr. Martínez Labegerie:
En el tratado de los Pirineos ya no estuvieron ni Olivares ni Richelieu pues ambos en 1659 estaban muertos y enterrados desde hacía tiempo. Tampoco estuvieron ni Felipe IV ni Luis XIV ya que delegaron la autoridad en Luis de Haro y el cardenal Mazarin respectivamente.
Publicado por: Señor Negro | 01/26/2014 en 03:42 p.m.
Da lo mismo, Sr. Negro, ¿Mazarino, Haro? Ambos continuaban siendo el jefe de Francia y el de España bajo los mismos títulos, cardenal y II conde-duque. Lo bueno de los siglos es que aclaran lo anecdótico y lo categórico. ¡Cuántos problemas nos ahorraríamos si pudiéramos diferenciarlos tan bien en los acontecimientos que vivimos!
Pero lo sustancial era el perfomance literario de los puentes sobre el Bidasoa y lo bien que quedaba todo mi cuento.
Publicado por: Donatien Martinez-Labegerie | 01/26/2014 en 10:52 p.m.
Estaría bien un librillo que estudie las conexiones de la derecha española actual con la extrema derecha, en sus orígenes (Fraga, transición y demás), así como en la actualidad, comentarios de políticos de derechas favorables o condescendientes con el franquismo o incluso nazismo y sus símbolos, ya que la relación Hitler-Franco, está mas que probada por la historia.
Sobre todo en estos momentos en que surgen tantos partidos y parece que el PP va a perder las elecciones europeas, además de haber dado la espalda a las asociaciones de víctimas de ETA como COVITE o AVT, que se puede ver estos días.
Publicado por: masiel | 01/27/2014 en 12:19 a.m.
Nuevo escándalo en la monarquía.
Las cartas secretas del padre del rey, Juan III de Borbón, conspirando con el general Yagüe, para derrocar a Franco por medio de Hitler y los jerarcas nazis, al parecer estaba de acuerdo con ello y poner así a España a los pies del III.ER Reich, lo importante era cargarse la República y reinar, esta es la misma monarquía borbónica que reina en la actualidad (también en esas cartas alaba el papel de Yagüe en su guerra contra la República, ¿Es que los que mataba Yagüe no eran también españoles?, parece que no), esto fue así hasta que claro se "torcieron" las cosas para Hitler en la guerra.
http://www.elmundo.es/elmundo/2009/01/11/castillayleon/1231665556.html
Publicado por: masiel | 01/27/2014 en 12:27 a.m.
Por algo se le llama nova historia, porque es nueva pero de verdad: no guarda relación alguna con la realidad. Una sublevación que consistió en un grupo de la nobleza que quería cambiar de bando a traición y fracasó. No es lo que se dice una muestra de democracia.
El llamado pactismo medieval es el régimen feudal: la posición de los nobles es más fuerte. Lo moderno en la época era el absolutismo, que evitaba los abusos de los nobles contra la población. La limitación de los poderes de los reyes mejorando la posición de los ciudadanos sólo llega después del absolutismo en todas partes.
Lo más descojonante empero es que crea que unos acontecimientos como esos dan legitimidad alguna para una pretensión actual. Todos los países tiene una Historia plagada de acontecimientos como esos, luchas entre nobles de unos u otros territorios que se traicionan, guerras civiles, revueltas ... La misma Castilla tuvo sus guerras civiles donde cada bando se hacía fuertes en distintos territorios.
Pero vamos, por esa regla de tres, EEUU debería permitir la secesión de los Estados del Sur, o de Texas, a los que Lincoln se lo negó en su día, etc. O Australia, o Suiza los cantones del Sonderbund, etc., y eso que en esos casos hablamos de grupos separatistas relativamente modernos y donde hay una voluntad popular, no legítima, pero sí existente, no de una turba de campesinos exclamando sobre Cristo y un grupo de aristócratas. No me extraña que ya nadie dude de que estamos ante fascistas.
Publicado por: Joaquín | 01/27/2014 en 02:43 p.m.