Octavio Paz
La década que precedió a la segunda guerra mundial, entre 1929 y 1939, fue un periodo de intensas polémicas ideológicas. Fueron los años del ascenso de los nazis, pero también los del Frente Popular, la guerra de España, los procesos de Moscú, el terror de Stalin, las agresiones japonesas y la lucha pacífica de Gandhi. Uno de los grandes centros del debate intelectual fue París y uno de sus grandes protagonistas fue Julien Benda. Él se consideraba a sí mismo como un escritor de izquierda. Sin embargo, nunca fue comunista y tampoco marxista. Al contrario, criticó con frecuencia a los comunistas, Benda denunciaba con el mismo rigor tanto a los escritores comprometidos con un poder temporal (un gobierno, un partido) como a los comprometidos con una potestad espiritual (una iglesia, una doctrina). Unos y otros eran, para él, traidores a la única y verdadera misión del intelectual libre: ser servidor de la razón y de la justicia, sin distinción de partido, creencia o secta. Su condena abarcaba por igual a los comunistas y a los católicos, a los ideólogos revolucionarios y a los defensores del orden establecido. El racionalismo riguroso de Benda puede parecer estrecho (lo mismo que su clasicismo literario), pero es un ejemplo moral.